2 jul 2015

GTP: estrategias, experiencias, realidades.

Este año enfrentábamos el GTP con un no sé qué, que qué sé yo...


Nos inscribimos porque Luis, el Presi, se nos marcha a Guasintón por una temporada y le apetecía hacer los 110 (este año 115) km. de Peñalara para despedirse de las montañas patrias.
El Sr. Presidente y su señora esposa
Los demás le seguimos, pero cada uno a su aire, por distintos motivos.

Miguel Ángel y Guti también querían hacer allí su primera de más de 100 km del tirón, recordando lo bien que lo pasaron hace dos años cuando hicieron la de 60 km.

Manu, el filósofo jebi y experto ultrarunner, guiaría a Anne para que ésta también debutara en una gorda.

JAN se apuntó a la de los chupetines (TP60) para poder conocer Peñalara poco a poco y poder correr el año que viene la de los mayores. 

El Lidl correría también la pequeña porque, básicamente, le daba la gana, que para eso es el Lidl.

Jorge y yo sabíamos que teníamos que correrla cuando Luis dijo: "Yo este año voy a ir a hacer el GTP".

Así que, allí iríamos los CxCeses y aledaños (como Pelu y el Sr. Tocino) para echar unas horas por el monte y pasarlo lo mejor posible.
Algunos CxC y aledaños
También acudirían a la fiesta los Mineros (Abilio y Pablo) y los Quijotes (Toty y José Luis, acompañados de José Ángel). 
Abilio y Pablo
Guti, José Luis y José Ángel
Por si fuera poco, en lo más alto de la carrera (Pico Peñalara) estarían con jamón y cerveza los buenos de Pepe Moral (haciendo noche para ejercer como voluntario desde que llegaran los primeros corredores) y Nicco (el rugbier más símpático a este lado del Guadiana).
Abilio ensilando bajo la antenta mirada de Nicco
Pepe Moral, el más grande
Para rematar la faena, acudían más amigos de los que corren de verdad, como Gemma Arenas (a la postre vencedora femenina de la prueba ¡Y de qué forma!) y su marido Agustín.
Abilio y Gemma
¡Manchegos a cascoporro este año en el GTP!

Pero vamos a centrarnos en CxC, que si no, nos liamos.

Comencemos con las estrategias.  

Sabíamos que Manu y Anne irían a un ritmo que les permitiese pasar los controles, apretando un poco al principio para pasar los primeros al ser los más exigentes (quizá demasiado para los del final del pelotón popular) y disfrutar durante el resto para poder llegar cuanto más lejos mejor y tratar de terminar. 

Guti se iría con los Quijotes, con los que llevaba entrenando duro durante los últimos meses, tratando de alcanzar el mejor momento de forma. Haría la guerra por su cuenta en su primera carrera larga, pero iría acompañado por quienes tenían experiencia suficiente en esto de correr largo por montaña.

Ramón, siendo el puto Lidl, haría lo que hace siempre: lo que le sale del níspero, porque puede y porque quiere. 60 km para él, a pesar de no estar ahora mismo en su mejor momento de forma, en principio no suponen gran cosa.

La estrategia del resto se puso encima de la mesa unos días antes, delante de unas cervezas, como podréis suponer...

Luis se uniría a Manu y Anne, al menos durante la primera parte de la carrera para después ver qué debía hacer en función de sus fuerzas. 

JAN acudiría por primera vez a Peñalara y lo hacía desconociendo todo lo que se iba a encontrar en los 65 km que tenía por delante. A pesar de que le dijimos cómo era el terreno, dónde se podía correr y cuáles eran los puntos claves, él solo decía que le imponía mucho respeto. Que iría "despacico y con buena letra". También podría acoplarse con Pelu y Tocino, que han entrenado con nosotros en algunas ocasiones y también eran novatos. Así podrían ayudarse entre los tres.

Yo ya había comentado con Jorge mi decisión en algún entreno y parecíamos estar en sintonía. Iríamos a nuestro ritmo, sin arriesgar, pero sin dormirnos, tratando de disfrutar al máximo de la prueba. Nos conocemos, sabemos cómo estamos con solo vernos la cara, el ritmo que llevamos y que nuestras fuerzas suelen estar equilibradas, sin perjuicio de que en una carrera tan larga pasan mil cosas y hay momentos para todo. Yo no quería frenar a nadie, ni ir marcando un ritmo a nadie porque no estoy completamente seguro de que ese sea el ritmo adecuado. Traté de explicarlo de la mejor forma posible, pero no lo conseguí. 

Miguel puso mala cara y pensó que le estaba diciendo que nosotros iríamos a nuestra bola y que él fuera a la suya. Aguantó estoicamente mi ataque de sinceridad y nos dijo muy serio que ya sabíamos que él jamás había puesto ningún problema en una carrera por los ritmos y que sabíamos perfectamente lo que iba a hacer durante toda la carrera, que iría con nosotros. Le respondí que yo no sabía lo que él haría en esa carrera porque ni siquiera él lo sabía. Así de duro, así de descarnado y de capullo soy en ocasiones (bueno, espero que solo en ocasiones). 

Al final, aquello quedó en una anécdota. Miguel es muy buena gente y, al final, entendiéndome o no, decidió tomarlo por el lado positivo. "Yo iré con vosotros" - terminó diciendo con un gesto serio.

Pero, lejos de ser una simple anécdota, quizá sean éstas las claves de una carrera larga por montaña: la estrategia personal, la adaptación de ésta a la realidad del día de la carrera (a las sensaciones, a la climatología, al estado físico y anímico, al terreno...) gracias, todo ello, a las experiencias vividas en otras carreras.

Solemos decir que la mitad de estas pruebas de resistencia son cabeza. Quizá sea eso lo que quiero decir. Que la cabeza debe analizar multitud de situaciones y sensaciones muy distintas para poder gestionar de la mejor manera posible el esfuerzo necesario para poder completar el recorrido. 

Quizá sea necesario pasarlo mal, tener sensaciones muy malas y, en definitiva, sufrir física y mentalmente para poder comprobar cómo reacciona nuestro cuerpo y nuestra cabeza ante ello. O para poder saber qué es lo que "vivimos" para así poder decidir qué tipo de carreras queremos correr. 

Quizá solo así podremos comprobar que el cuerpo y la mente tienen una capacidad de adaptación y recuperación asombrosas. Esa experiencia es la que utilizaremos después para gestionar tantas horas en movimiento, para saber qué nos va bien y qué nos va mal. 

El problema es que hay tantas situaciones posibles que uno jamás tiene la experiencia suficiente para no tomarse en serio una carrera de este tipo. Si estás atento, la carrera te podrá vencer, pero si te descuidas, te vapulea. 

Por eso pueden darse casos de gente absolutamente preparada que no es capaz de completar un tercio del recorrido en un momento determinado. O que teniendo las piernas perfectas se nos cierre el estómago y no podamos comer, lo que hace imposible avanzar cuando las fuerzas que proporciona el alimento desaparecen. O que nos lesionemos. O que la mente nos juegue una mala pasada y de al traste con la ilusión de llegar a meta.

Todo es posible en las carreras de larga distancia por la montaña. Tanto, que hasta un tipo como yo puede completar el Gran Trail de Peñalara, con sus más de 115 km de distancia unos 10.200 metros de desnivel en 24 horas y 31 minutos. 
La pulsera y la chaqueta conseguida al llegar a meta
Después de ello, cuando pasan tres días, recuerdas el asfixiante calor subiendo el reventón, ese sudor continuo que caía por tu cara como si tuvieras un grifo abierto sobre la cabeza, esas miradas de Miguel y de Jorge para ver si seguía detrás. Ese fue mi momento malo de la carrera. El resto fueron buenos, la mayoría muy buenos. No obstante, después, todo se suaviza y se moldea, adquiriendo en ocasiones un tono rosa suave que hace que todo lo ocurrido sea positivo. 

Recuerdo lo bien que lo pasé con Miguel y con Jorge durante los kilómetros que estuvimos juntos (más de 80). Recuerdo ir con ellos, mirar al cielo y verlo lleno de estrellas, echar la vista hacia atrás y ver cientos de luces subiendo la montaña después de nosotros. Recuerdo nuestro ánimo, nuestras risas, nuestras palabras de aliento cuando alguno quería flojear un poco. Recuerdo el piornal y el viento fresco de la montaña. Recuerdo los primeros rayos de sol subiendo a la Morcuera.

Recuerdo la alegría de ver a los demás CxCeses en mitad de la carrera. Recuerdo la alegría de ver a nuestras chicas en La Granja para animarnos y para consolar a los que allí se quedaban. Recuerdo mis trucos mientras iba solo subiendo el río eresma, haciéndole trampas a mi cabeza para que no pensara más que en avanzar. Recuerdo ir solo por el Camino Schmidt mientras se ocultaban los últimos rayos de sol y pensar que tenía mucha suerte de estar allí. Recuerdo un trozo de sandía en el Puerto de Navacerrada. Y el abrazo de Mercedes ("Pels") en el control de la Barranca y su invitación a dos chupitos de cerveza fresquita y unas gominolas. Y los últimos kilómetros corriendo como alma que lleva el diablo con Jorge ("Pardi"), de los Paquetes, hasta llegar a meta para encontrar allí un pueblo lleno de vida, con la gente en las terrazas aplaudiéndote, unos amigos emocionados más que tú al ver que ya llegas, a Marisol que sonríe como diciendo "ya te dije yo que llegarías" y a JAN tendiéndome un tercio helado de cerveza a la vez que me decía "qué huevos tienes, cabrón".










Gracias a todos mis amigos de CxC por todo lo bien que lo he pasado con ellos antes y durante esta carrera. Gracias a las "miembras" por estar ahí animando y sufriendo nuestros entrenos. Gracias a la comprensión de Marisol, a sus ánimos y a su apoyo incondicional. Gracias a la familia que siempre están pendientes de mí, pensando -de forma equivocada- que tienen un hijo o un hermano que hace cosas extraordinarias. Gracias a todos los voluntarios de la carrera.

Peñalara es un carrerón. Un carrera grande en todos los sentidos, pero sobre todo en el recorrido. Toda la carrera es bonita. 



¡Hasta el año que viene Peñalara! ¡Te conquistaremos todos los CxC! ¡La próxima vez no te escapas!