24 feb 2015

Ya vamos nosotras si eso...

No es que haga mucho que no escribimos (que sí), es que hace más que no corremos en condiciones, aunque parece que nos vamos animando... Estamos intentando retomar las buenas costumbres y enlazar varios entrenos a la semana, tratando de hacer la tiradita más larga del finde en grupo y, por tanto, con más ánimo. Varios entrenos son tres. Yo no enlazo más de dos desde octubre. 

Este domingo saldríamos con la única intención de disfrutar. Ni la distancia sería demasiada, ni el desnivel sería excesivo. El ritmo sería tranquilo, muy tranquilo. 

Para eso elegimos una ruta bonita y sencilla, de ida y vuelta: desde la carretera que une Alcolea de Calatrava con Corral de Calatrava a la altura de la pista que viene desde la casa de la Posadilla (cerca de la laguna del mismo nombre) hasta el río Guadiana, pasando por el volcán y la laguna de Peñarroya (también llamada laguna de Alcolea) y utilizando un PR, que coincide con la ruta del Quijote, para descender desde uno de los "bordes" del volcán hasta el río. La ruta es un trocito del trazado de las primeras ediciones de la TBA (Trail Batalla de Alarcos) de nuestro querido amigo Iván Palero.

Eran las ocho de la mañana cuando habíamos quedado. Como casi siempre, alguien se retrasa, alguien pasa a recoger a Jorge por Poblete, vamos al punto de inicio y nos dan casi las nueve.

Acudimos seis "ceporceses" (Jorge, Miguel, Guti, Carmen, Ana y el menda lerenda) y el corremontes (que diría Mayayo) Toty, el rugbier Julián Amores y el triatleta David Nieva. Sin duda, los tres en mejor forma que nosotros (aunque tiempo al tiempo...)

Nada más empezar la cosa se empina (con perdón) para alcanzar la cota de la antena de TV que hace que en Alcolea pueda verse "Gran Hermano". Las "miembras" se ponen en las últimas posiciones y yo me pego a ellas sabiendo que como no paran de hablar se les olvida correr y, sin darse cuenta, cada vez corren más despacio y hablan más deprisa. "Tú déjanos, que ya vamos nosotras, no te preocupes" me decían de vez en cuando.

Después se baja un pelín y, al poco, se encara la subida a una de las partes más altas del volcán, dónde se encuentra una gran masa rojiza de escoria, la culpable de su nombre. (Si queréis saber más del volcán de Peñarroya PINCHAD AQUÍ)

Después de la subidita, comienza una agradable bajada hasta el maar de Peñarroya, donde la pisada es muy agradable al estar el suelo en esta época mullido por la hierba, la humedad y, seguramente, por los piroclastos acumulados del volcán.

El tramo final de bajada se realiza por una de las sendas más bonitas de la zona. Casi todo está cubierto de jaras de un verde precioso. En primavera éstas se adornarán de flores blancas haciendo que el descenso sea una auténtica maravilla. 

Miguel y yo nos quedamos con Carmen y Ana, que siguen hablando como si no estuviéramos, salvo cuando nos dicen eso de "vosotros id a vuestro ritmo, si no pasa nada, no nos vamos a perder". Los demás van por delante.

Al final, llegamos al maar de Peñarroya que, en epoca de lluvia, se convierte en una laguna preciosa. Allí nos reagrupamos.

Desde allí entramos en la ruta del Quijote (que viene desde Alcolea) para seguirla hasta la ribera del río Guadiana. Por cierto, nos encontramos los indicadores arrancados y tirados en el suelo. ¿Quiénes serán los que hacen esto? Bueno, lo dejo que se me empieza a notar la vena del cuello...

Desde allí comienza una preciosa senda de bajada entre vegetación durante unos dos kilómetros. Avivamos un poco el ritmo ayudados por la gravedad. Aún así, los demás se adelantan y aunque dejamos de verlos en un momento, sabemos que tienen que ir disfrutando como nosotros.

Al final de la bajada volvemos a reagruparnos y nos hacemos una fotillo para que se nos vea a todos.


Ya queda poco para llegar al río, pero Carmen tiene prisa en volver, así que nos dice que no nos preocupemos que ya se vuelve ella con Ana. Aún así, Miguel y yo nos quedamos con ellas para volver por donde habíamos venido, mientras los demás llegan hasta el Guadiana y vuelven. 

Carmen y Ana se han callado. Lo que antes bajábamos a buen ritmo ahora había que subirlo. Por fin solo se oyen nuestras pisadas. Y la respiración entrecortada.

Pronto llegan los demás y nos pasan. Va tirando Julián, que está más fuerte que el vinagre. Es un sufridor nato y le encanta machacarse, aunque, al parecer fue Jorge el que empezó a tirar en la subida porque -según me dijo luego- hacía meses (desde el Mont Blanc) que no disfrutaba subiendo. Sabía que su forma física (lamentable, como la mía) no le permitiría terminar a toda leche el ascenso, pero quería experimentar esa sensación tan agónica y, a la vez, tan placentera de subir con fuerza a pesar de llevar el corazón en la boca, las piernas echando bombas y la respiración acelerada. ¡Ay, que ganas tengo de volver a hacer eso! Sólo tengo que quitarme algunos kilitos y entrenar con más asiduidad. Para los 110 km del GTP a finales de junio tengo que estar en mi mejor momento. A ver qué pasa.

Aprovecho que se quedan Miguel y Toty con las miembras para seguir corriendo hasta arriba sin parar. En la laguna nos reagruparemos nuevamente, pero no llegan... Vuelvo a por ellos y me entero de que Carmen ha sufrido un tirón en su soleo. Menos mal que Toty se lo ha estirado y parece que todo ha quedado en un susto. Seguimos subiendo todo lo que habíamos bajado por la senda de las jaras y hasta la parte alta del volcán. Pude oír nuevamente unas diez veces lo de "vosotros id a vuestro ritmo, si ya sabemos nosotras volver, que no pasa nada". Desde allí se veía la pista que había que bajar hasta pasar al lado de la antena de TV y, a unos trescientos metros, estaban los coches. Así que, estando ya casi allí, me lancé en la bajada con el resto para estirar las piernas y correr al menos un kilómetro a buen ritmo. Así fue.

Y llegamos a los coches. Y nos empezamos a cambiar para ponernos ropa seca. Y oímos las voces de las miembras. Y les voceamos nosotros como haciéndoles el eco para que notaran que estábamos allí. Y ya estábamos todos cambiados. Y las miembras no llegaban. Y empezamos a llamarlas. Y ya no contestaban. ¿Dónde estaban?

Guti y Jorge, subieron corriendo por la senda por la que tendrían que estar bajando. Yo subí con el coche por el carreterín paralelo que sube a la misma antena.

Allí estaban las dos mirando a todos sitios sin saber por dónde tenían que ir. Al verme pusieron una cara como si hubieran visto a alguien querido (con lo difícil que es quererme a mí). Pronto estallaron en risas (no sé si risas flojas o risas nerviosas) y se subieron en el coche volando como si hubieran estado perdidas dos noches en el monte sin comida ni agua. 

Han aprendido que deben hablar lo mismo, pero fijarse más por dónde van.

Al final, todos hemos pasado un día magnífico. 15 kilómetros al solecito, casi dos horas trotando y un desnivel acumulado de unos 700 metros.

Y luego, aprovechando que aquí en la capital era día de "Carrozas de Carnaval" nos hidratamos convenientemente en ESSENCIA, donde nos trataron magníficamente bien en todos los sentidos (sobre todo en el gustativo)

Pruebas hay.