Antes de empezar, con la ropa limpica. |
Dicen que para gustos, los colores y si lo traducimos al idioma corricampestre, podríamos decir que para sendas, las de cada uno.
Influyen muchos factores, muchas circunstancias, el estado
físico, el de ánimo, los compañeros, el momento de salir, el de llegar, el cómo,
el porqué.
Por eso, esta vez, a pesar de que esto no parezca un post,
sino un testamento, os hacemos llegar distintas visiones del “I
TRAIL BATALLA DE ALARCOS 50 km”. Será porque nos ha llegado dentro. Será
porque en Ciudad Real no hay carreras de
ni por montaña. Será porque Iván nos
ha contagiado su ilusión. Será porque hemos visto cómo algunos han
descubierto el correr por el campo de esta manera. Será, será,
será…
LUIS: El placer de ser el último
Un par de días antes del trail leí un post del líder en
el que encontré la siguiente frase: "En pocos lugares nos dejan márgenes
para anteponer las sensaciones a los méritos". A continuación y por ese
orden hice las tres cosas siguientes: pensé "¡coño, trae doctrina!",
me acordé de mi padre por utilizar esta expresión, que tanto le gusta, y
decidí que mi trail Batalla de Alarcos iba a ser uno de ellos. Una vez que
había elegido qué iban a ser para mí la mañana del sábado y los cincuenta km
proyectados le puse un mensaje a Quique: "estoy muy enchufado".
Al llegar a Poblete, donde esperaba ya Jorge, nos encantaron
los regalos que había preparado Iván. La verdad es que su ilusión era
la nuestra. Y además había bastante gente preparada para empezar, todos
ellos vestidos de corricampestres. Desde el comienzo me di cuenta de que no iba
bien. Lo achaqué a que la semana anterior había tenido mucho trabajo y no pude
llegar descansado, conclusión a la que se llega sin dificultad aplicando el
(dudoso) criterio de Quique: no pasa nada porque la noche de antes te bajes
cuatro cubalibres pero lo de dormir poco es malísimo. Aún así llegué al km 20 más
o menos bien. Desde el 20 hasta el 27 ya me costó más y me quedaba descolgado.
Iván y sus paquetes (c. p.), que se paraban a recoger las cintas de balizar el
recorrido, corrían por delante de mi y yo me iba descolgando poco a poco con la
mala sensación que produce saber que te están esperando y que no van a su
propio ritmo por no dejarte atrás. Me consta que a Iván le apetecía más
que todos llegáramos bien que ir él más o menos rápido, pero aún así la de
saber que estás retrasando a los de delante no es una buena sensación. En esas
condiciones, ser el último no es agradable.
los bichillos blancos del final son los de CxC |
Cerca del km 27 Jorge ya no pudo con su cintilla y se volvió
en un coche, con sensaciones encontradas. Los demás pudimos parar a reponer
fuerzas y a partir de ese momento la cosa cambió para mí. No sólo por haberme
hidratado y haber comido algo, sino porque le dije al resto que yo iba a
acortar el recorrido para hacer al final cuarenta y pocos, de forma que lo
mejor era que siguieran sin esperarme. Así lo hicieron Iván y su mujer, alguno
de sus amigos de Madrid y el propio Quique. Mi planteamiento era ver qué
tal a partir del km 30 y aguantar lo que pudiera y, sobre todo, como pudiera.
Sin embargo, desde el momento en que comencé a cochinear me di cuenta de que
iba a aguantar bien la distancia con tan solo poder ir a mi ritmo y con ese
convencimiento empecé a disfrutar del campo para mí sólo, del paisaje fugaz que
tenemos en el centro durante unas pocas semanas al año, con la llanura verde
(¡verde!) plagada de flores (¡de flores!) y el cielo lleno de pájaros a los que
no les importa que andes por ahí; las primeras cigüeñas; el río todavía con
agua. En fin, que pensé que ir el último podía ser un verdadero placer. Pero el
último de verdad: sin los amigos esperándote por delante y sin los corredores
escoba por detrás. Sin nada, el campo y uno mismo.
Al final me costó más de lo que creía. A partir del km. 36
los metros no pasaban en el reloj, las piernas comenzaban a doler en varios
puntos a la vez y los cerca de 40º impedían cualquier optimismo. Pese a todo
logré llegar de cualquier manera haciendo exactamente 41 km: me quedé
a muy poco de llegar a la distancia mítica. Estuve a punto de
prolongar el trayecto para alcanzarla y en ese momento tuve la sensación de que
si quería podría terminarla y conseguir un reto nuevo. Pero no me dio la gana
porque había decidido que esa mañana iba a ser más de sensaciones que de
méritos. Y de las primeras ya había tenido muchas y muy buenas.
QUIQUE: Regalando
kilómetros
Eran casi las 8 de la mañana cuando llegamos al parque del
Pilar de Poblete. Aquello parecía una auténtica fiesta del trail. Todos
disfrazados de carreristas campestres, gente ajustándose las mochilas, los
hercúleos de los Quijotes Transalpinos, las chicas (y el chico) de los
Fondistas de Miguelturra, corredores madrileños de pro, gente de peso… elevado
(me refiero a los de CorriendoporelCampo), maratonianos capitalinos, alguno del Corricollano, biciclistas de apoyo (moral y del otro)…
Entre todos destacaba uno, era IVÁN que, al más puro estilo POLETTI de Alarcos, repartía dorsales confeccionados artesanalmente (no digo
cómo para evitar acciones penales…) y camisetas "no-técnicas" con un más que
bonito logo. Y recalco lo de "no-técnica" porque se agradece. Ya no sabemos dónde guardarlas (y si no, preguntad
a nuestras contrarias, que están pensando en montar un mercadillo para aliviar
la crisis y, de paso, el armario)
El propio Iván convertido en ¿modelo? |
Empezamos a correr por dónde muchas veces lo hacemos. Salíamos
del parque del Pilar en dirección a la ermita de Alarcos. Una vez arriba, seguimos
la ruta del Quijote por la senda que desemboca justo al lado del puente sobre el
Guadiana (el puente de Alarcos). Ritmo muy tranquilo y grupo
unido. A pesar de ello, ya se intuían los nervios de los pura sangre pidiendo guerra. Éramos 25,
cada uno de su padre y de su madre, con distintas capacidades y mentalidades,
pero nos habíamos juntado para correr, trotar, andar y disfrutar por el campo.
Después de cruzar el puente, “abrimos” la escondida puerta
de una vía pecuaria que nos llevaría por onduladas lomas hasta la laguna de la
Posadilla. Risas, conversaciones, chascarrillos, trote relajado y día
espléndido.
Casi llegando a la laguna, Paco (un tipo de Madrid, amigo de
Iván y con cara de buena gente) había perdido el móvil. Como íbamos al final, los
demás no se habían enterado. Mientras Ani e Iván corrían para avisarles, Paco y
yo volvíamos sobre nuestros propios pasos haciendo oído para escuchar la llamada
que hacíamos al extraviado móvil para tratar de localizarlo. ¡Bingo! Allí estaba,
entre la hierba, tan a gustito… A solo unos pocos metros. Menos mal. Sin duda,
era un día de suerte.
Los demás nos esperaban en la laguna, para hacernos la foto de grupo.
Desde allí, bajamos hasta cruzar la carretera que une
Alcolea con Corral, subimos hasta un repetidor, volvimos a bajar suavemente y
comenzamos el ascenso al volcán de Peñarrolla. Durante ese tramo, CxC y
Fondistas de Miguelturra corrían juntos y se conocían. ¡Qué majos! ¡Qué bien!
¡Chicas corriendo por el campo! ¡Qué majas! Y qué bien corrían… (Estamos
rumiando desde entonces una estrategia para convencer a las féminas para que
formen parte de CxC; con permiso de los Fondistas, claro, y si la ficha no es
muy abultada)
Al llegar a lo alto del volcán tendríamos que bajar hasta la
laguna del mismo nombre por una senda espectacular con las jaras en completa
floración (si es que se dice así). La senda preciosa, la compañía inmejorable.
El calor todavía nos daba tregua…
Ya en lo que queda de la laguna (el sitio), cogimos el
camino de la ruta del Quijote y, sorpresa, al llegar al otro “borde” del volcán,
comenzaríamos a bajar hasta el Guadiana por una senda preciosa que CxC no
conocía (con la manía que tenemos de correr a tronchamonte nos perdemos algunas
sendas oficiales preciosas).
En un periquete estábamos abajo, llegamos al puente de las ovejas,
nos hicimos una foto y seguimos. Pronto estaríamos en el punto intermedio de la
ruta y no me había enterado. Es lo que tiene ir disfrutando.
En el puente de las ovejas |
Poco después Jorge se paraba para cagarse en su cintillailiotibialdeloscojones dando por
terminada su carrera. Esta vez no se hizo el loco, fue sensato y no forzó la
máquina, lo que, al final, no sirve de nada, salvo para lesionar más y peor.
Una pena, pero nosotros (Luis y yo) seguiríamos… Así es la guerra…
En un momento llegaríamos a un oasis. Iván había dejado un
coche bajo unos árboles. El maletero estaba repleto de naranjas, agua,
gominolas, bebida isotónica, que se unía a nuestro jamón, barritas… Allí se
despedían dos de los madrileños y Luis nos avisaba de que no nos preocupáramos
porque él iría a su ritmo para acortar los últimos kilómetros. Luis es así. Si
se le mete en la cabeza que tiene que ir solo, irá solo. Si te quedas a su
lado, reduce el ritmo para dejarte ir y si nota que tú también lo reduces, él es
capaz de hacerse el muerto para que vayas a buscar ayuda, aprovechar y largarse
para no verlo más.
Después de aquello, empezaba mi parte mala de la carrera.
Empezaba a tener un calor insoportable. No sé qué temperatura habría, pero yo
creía que me estaba derritiendo. Corría al lado del río y de otro madrileño
(Juan Isidro) que me ayudaba a llevar el ritmo. De vez en cuando teníamos que
parar a andar y, cuando parábamos, nos subía el calor a la cara de forma
preocupante (¿nos daría un golpe de calor?). Nos equivocamos de camino y en vez
de subir un cerro, lo rodeamos (lo cual no nos vino mal). Después se nos unió
Miguel (de los Fondistas) y, estando los tres, yo me fui retrasando para dejar
que se fueran porque notaba que ellos iban mejor que yo.
En ese momento fue cuando empezaba la carrera de verdad, lo malo, el reto, lo difícil: correr solo por caminos resecos y bajo un calor sofocante (hasta Moi que iba en la bici me dijo que él se marchaba hacia el pueblo por el camino más corto, que estaba “recocío”). Las rectas eran interminables. El calor iba en aumento y el hecho de no conocer esos caminos unido a que esta vez no llevaba GPS, me jugaba malas pasadas: cuando creía que estaba llegando, cuando creía que me acercaba, el camino giraba y me alejaba más y más. Rondaba las 6 horas cuando llamé por teléfono para decir: No sé dónde coño estoy, ni quiero saberlo. Lo único que quiero es llegar. Iván (que ya había llegado al pueblo en coche y recortando) me respondía que solo me faltaban 3 kilómetros.
¡Solo TRES kilómetros! ¡Los regalo a quién los quiera! No iba a correr un metro más. Seguí andando entre encinas que proyectaban su sombra fuera del camino (¡qué cabronas!) hasta que a los pocos minutos vi aparecer el coche de Luis.
Al final, 6:15 horas de sol en el cuerpo, 46 km en las
piernas y un buen puñado de gente en el bolsillo, gente que disfruta sufriendo como
yo, corriendo por el campo. Solo queda eso, lo bueno. Eso y la cerveza
fresquita que me ofrecía Iván nada más llegar al parque de nuevo. ¡Menudo tío!
Lo tenía todo controlado, pensado y estudiado ¡Qué tipo más grande! ¡Y qué
pequeño es el mundo que te permite encontrar a gente así!
Amanece un 12 de mayo en la residencia Ureña-Ramos. Al albor de un nuevo día me entrego a las pertiencias matutinas. Ora me unto los adentros con restos de macarrones, yogures, cafés y viandas varias, charcuterías, chucherías, lacteos, casquería, pastas, arroces, cordero (bueno no, cordero no)..., ora me unjo las afueras con antiinflamatorios, cremas de calentar la chicha atlética, vaselinas y parasoles de untar.
JORGE: No hay mal que por bien no venga, guerra que cien años dure, ni cuerpa que lo soporte
(trad: ¡cagüenlacintillailiotibialdeloscojonescopónya!)
(trad: ¡cagüenlacintillailiotibialdeloscojonescopónya!)
Amanece un 12 de mayo en la residencia Ureña-Ramos. Al albor de un nuevo día me entrego a las pertiencias matutinas. Ora me unto los adentros con restos de macarrones, yogures, cafés y viandas varias, charcuterías, chucherías, lacteos, casquería, pastas, arroces, cordero (bueno no, cordero no)..., ora me unjo las afueras con antiinflamatorios, cremas de calentar la chicha atlética, vaselinas y parasoles de untar.
Paseo hasta el parque de donde sale la extraordinaria excursión correcampestre pizpireto y resuelto, con una luz en la mirada que riáse usted de otras luces.
Atlétas hercúleos me esperan, patas lustrosas, gemelos reventones, cuadriceps mastodónticos, ¡oh el deporte, cincelador de formas caprichoso!... y las cuerpas de los aguerridos mozalbetes de CorriendoporelCampo, esos fenomenales cachos de carne.
A correr. Ruta de los cojones del moro, Alarcos, valla que me salto, cerro que me subo, mayor florido, pero florido de cojones, terraplen por el que no me caigo, conversaciones, ¡cómostálcampo!, chascarrillos atléticos, ¿qué tal te van esas zapas?... 20 kilómetros.
¿Oiga que tal de lo suyo? ¿La rodilla? Coño la rodilla bien, gracias.
Y desde ahí, desde el Puente de las Ovejas, hasta el kilómetros 25, un puto penar. Ya ni campo, ni florido, ni amistad, ni mindas en vinagre, solo dolor de la cintilla iliotibial.
Entonces escuché una voz: "¡Tente ahí! ¡Quieto! ¡No sigas! Piensa en el futuro, piensa en Peñalara, piensa en los niños".
¡Caramba, una voz! Le hago caso en esta ocasión o hago como cuando me dijo que cinco anises ya eran suficientes, que periodismo no es una carrera seria o que dónde iba yo con el Quique y el Luis que aquello no era buena idea... Le hice caso, por una vez y sin que sirva de precedente. Petate y al coche de las mozas del Fondistas de Miguelturra. Coche escoba y para casa.
Gracias mil al Iván que es un fiera (y me debe media camiseta) y a todos los correcampistas que nos dimos cita en una hermosa mañana.
PD: ¡Cabrones anda que habeis esperado a mi trozo!
7 comentarios:
Gracias a vosotros por pasar ésa mañana, no cualquiera, sino ésa.
Muchas gracias.
¡Velahí cuánto talento junto!
Ahora a olvidarse de las sendas largas y del calor. Toca gimnasio, escaleras, caminar y pensar en los 60k del baby Tp.
SPJ (La madre de las criaturas)
Gracias a ti, hombre-cabra!
Por cierto, tenemos algo para ti! Una sorpresa!
Tatachán!!!
Madre-Luisa! En poco más de un mes nos tienes allí a tus pechos para corretear el Baby Trail Peñalara y olé!
Oye y para después de los 60 km, no podrías preparar o encargar un guarrillo relleno de jamón relleno de esos orejones rellenos de pasas que tanto juego dan? Pagando a escote, claro!
Q
Lástima de tanto calor que evito que disfrutaseís más de ese bonito paseo.
Un saludo.
Daniel, hacía calor para reventar y, a pesar de eso, seguimos vivos. Lo que no te mata, te hace más fuerte!
Q.
Chacho como sigue sonando el movil. Gracias. Un placef habefsus conocido. Espero que nos veamos en otras locuras de estas.
Un abrazo pa tos
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