17 may 2011

IX CARRERA POR MONTAÑA DE CUENCA

Los cuatro (Jorge, Luis, Paco y yo) queríamos debutar en el mundo de las carreras de montaña y nos pareció buena idea hacerlo en la región, acompañados de nuestras contrarias y desprovistos de churumbeles que depositamos convenientemente en casa de sus respectivos abuelos, a los que desde aquí damos las gracias.


Llegamos a Cuenca antes de comer, es decir, a la hora de las cañas en punto. Nos instalamos en la terraza de un garito cercano con unas vistas preciosas, un fresquito muy rico y alguna camarera como las vistas y el fresquito. Y empezamos a beber y a comer... Y de qué forma... Como no solo de platos típicos vive el runner (morteruelo, zarajos, ajo arriero...) también recurrimos a la comida light (venao estofado, lomo de orza y unas digestivas parrilladas de carne con sus chorizos, morcillas, tiras de panceta, chuletillas de cordero...); bueno, y una ensalada (o plato de paisaje, como dice Jorge) que no era cuestión de engordar... Para remojarlo nos inundamos de cerveza hasta que se nos transparentó la espuma desde dentro y se nos puso cara y abdomen de latex, teniendo que contrarrestar el efecto con varios cubatas de Larios y copas de Beefeater, Brugal, licor de hierbas...

En definitiva, una sobremesa perfecta para la hidratación del cuerpo de cara al esfuerzo del día siguiente, así como para poner en común las bases para la constitución de un club que podría llevar por nombre "ATRONCHAMONTES Sport Institute" aunando, como solo nosotros sabemos hacer, lo básico y sencillo con lo cool de lo internacional chorripijoquetecagas. No obstante, sabemos que es fruto del alcohol y solicitamos vuestra colaboración para que nos aconsejéis, critiquéis u orientéis sobre el particular. Vamos, que admitimos sugerencias...
Nuestras contrarias decidieron no sentarse a nuestro lado ni de casualidad. De vernos correr, ni hablamos...
Y después, siesta libre para... coger o soltar fuerzas, según el caso. Tampoco muchas, porque había que recoger dorsales y recibir instrucciones sobre la carrera (como somos nuevos y un poco tonticos...) Al llegar vimos a los fulanos y fulanas que correrían con nosotros al día siguiente. Tuvimos que meter barriga, aguantar respiración y disimular. Yo me hice el chulito, restándole importancia; a Jorge se le cayó el alma a los pies; Paco y Luis... reían por no llorar. Menudos cuerpos. Como solo había unas treinta personas, dos carreras (la nuestra era la corta) y los dorsales se podían recoger el día de la carrera, pensamos que solo habían ido los fiebres (ellos/as) y los tonticos (nosotros cuatro). Como nos dio entre pena y miedo, nos entró hambre y sed (a nosotros nos da por ahí) así que decidimos refugiarnos primero entre cañas y después entre pizzas, salchichas alemanas y cerveza de trigo rica, rica, rica y con fundamento. Así la cosa se veía distinta. Con razón dicen que el cerebro está conectado con el estómago. Los cuerpazos que habíamos visto esa tarde se transformaron por arte de birlibirloque en mierdecillas secas con huesos y musculillos fruto de calamidades varias que nosotros no pasaríamos jamás de los jamases. Alegres y ufanos (y con el buche lleno) decidimos acostarnos temprano (sobre la una de la mañana) teniendo en cuenta que habíamos quedado a las 7:00 para buscar el sitio, desayunar, calentar, etc., etc.


A la hora en punto bajó Jorge, Paco a los cinco minutos y yo cuando eran las siete y diez. Luis no bajaba y hubo que llamarle al comprobar que la cara de Paco iba tomando rasgos de entrenador de los juegos olímpicos de Moscú (1980).
El entrenador Paco Vasiliev de buen humor mañanero esperando a Luis
Al fondo, el majo de Jorge vestido
Al final, Luis bajó media hora después de lo acordado, explicándonos que el sabía que habíamos quedado a las siete, pero para levantarnos, no para irnos. Él cree que los relojes-despertadores se sincronizan con el resto de lo que podríamos llamar el universo cercano. Piensa que si los cuatro relojes suenan a las siete en punto, todo lo demás (los astros, los pájaros del cielo, los actos de la vida cotidiana -levantarnos, evacuar aguas mayores y menores, ducharnos, cepillarnos los dientes, vestirnos...- los bienes muebles e inmuebles, los semovientes e incluso los mostrencos), todo, absolutamente todo, se sincroniza automáticamente y se acompasa conforme a lo que podríamos llamar el orden natural de las cosas y los seres y, gracias a ello, todos saldríamos por la puerta de nuestras respectivas habitaciones en el mismo instante. Todo por el simple hecho de haber puesto el reloj despertador a las siete de la mañana. Y te lo cuenta como si ese orden natural se estudiara desde preescolar. (Algunas veces, te dan ganas -si no de matarle- al menos de pellizcarle los pezones hasta que pierda el conocimiento... Pero, claro, luego uno piensa en lo que tiene que pasar a diario en un Tribunal y, además, Constitucional... y se ablanda... ¡qué por nadie pase!)


Al final encontramos el sitio (en las instalaciones deportivas de la Universidad de Castilla-La Mancha), desayunamos (bueno, desayuné yo que me comí un sobao, un pastel, un bocadillo de lomo adobado y un café, por ese orden; ellos solo tomaron un triste café con leche) y nos fuimos a calentar.


Lo de la tarde anterior no había sido más que un botón de muestra. Aquéllo no era normal. Los culos femeninos eran... soberbios. Los cuerpos, de ambos sexos, eran de pura fibra o como los de esos modelos de ropa interior que marcan tabletitas y músculos donde nosotros solo tenemos lorzas. Estuvimos un rato buscando a alguien con más perímetro abdominal que yo ¡y no lo encontramos!. Aquéllo era un pase de modelos y nosotros los que montábamos la pasarela.


Pero nos dio igual, a las 8:30 horas, empezamos a correr como jabatos (más gordos que el resto, pero como jabatos) Y desde ese momento y hasta el final hay tantas historias como corredores. Os cuento la mía y los otros tres lebreles, si quieren, que os cuenten la suya en otro post, que esto es gratis.

Nos colocamos al final del grupo (era nuestro sitio) y nada más salir comenzamos a subir, sin parar, durante aproximadamente 2,5 km y unos 200 m de desnivel positivo, lo que empezó a calentar nuestras piernas y acelerar nuestro corazón. Jorge y yo salimos algo más deprisa que Luis y Paco. Pude seguir al del culo gordo y prieto a duras penas. Veía que miraba hacia atrás, por si me descolgaba, lo que sin duda le restó algo de velocidad. Yo iba echando la lengua por falta de calentamiento (o por el lomo adobado, o por el tamaño de mis propios lomos, quién sabe...). Cuando coronamos el Alto de la Guindalera empezamos a descender por un monte precioso por donde casi no entraba el sol, pisando sobre una pequeña senda que zigzageaba casi cubierta de hierba fresca. Gracias a la gravedad unida a mi peso, alcancé a Jorge y nos pasamos todo el descenso diciendo esa frase tan nuestra de ¡qué bonito está el campo! Era espectacular. Pero lo bueno duró poco. Llegamos al Júcar, cruzamos la carretera y empezamos de nuevo a subir desde el kilómetro 5, después de haber pasado por un punto de avituallamiento líquido. Desde entonces, Jorge (y su culo) empezaron a tomar ventaja. Seguí en solitario aquélla interminable subida (en realidad no recorrimos ni 2 km., pero subimos otros 250 m. de altura) que terminaba donde había unas antenas de televisión (debía ser de lo más alto por los alrededores). Desde allí comenzaba nuevamente una bajada de 1 km de distancia hasta llegar al Castillo (zona turística cercana a nuestro hotel que, según nos contó Paco después, le tentó a abandonar la carrera). Allí, cuando habíamos hecho más de la mitad de la carrera, se nos ofrecía un punto de avituallamiento líquido y sólido (con los plátanos y narajas más ricos que he probado en mi vida). Continuamos bajando hacia el Júcar por un escalerón de piedra que daba a una senda estrecha y peligrosa en la que había que ir frenando si no querías volar. Una vez abajo y durante muy pocos metros corrimos a la vera del río, contemplando un paisaje precioso para pasar a la otra vertiente e iniciar el ascenso, esta vez menos inclinado, hacia la ermita de San Julián el Tranquilo, con unas vista preciosas a nuestra derecha que reconfortaban a la vez que hacían olvidar la dureza del recorrido. Sin embargo, éste nos devolvió a la realidad cuando, al llegar a la ermita, tuvimos que encarar una empinadísima (con perdón) subida, para situarnos en lo alto del cerro de la Majestad, hidratándonos en el último punto de avituallamiento líquido, corriendo el final de la carrera por la loma que iba descendiendo suavemente hacia el cerro de las Cruces, encima del barrio de San Antón, hasta llegar nuevamente a la senda que subimos nada más salir, para terminar, sin dejar de bajar suavemente, en la preciada Meta.



La carrera más dura y más bonita que había hecho hasta el momento había terminado y, nada más cruzar la meta, sentí una sensación tan agradable que pensé "el año que viene hacemos la larga". Nada más llegar ví a Jorge estirando (había llegado unos 6 min. antes), cogí la camiseta de recuerdo, un plátano, un trozo de tarta de manzana, una botella de bebida isotónica y una de agua (todo ello por gentileza de la organización) y esperamos a Luis que llegó a los 14 min y a Paco a los 25 min más o menos. A pesar de eso, la cara de Paco era la misma que si saliera de comprar un litro de leche en Mercadona. Ya sabéis como es "el inconmensurable". 
 
Después nos hicimos la foto con las camisetas de recuerdo, nos duchamos y nos fuimos a buscar a las mujeres para recuperar el líquido perdido y regenerar el músculo.
Al final, una organización excelente, un paisaje inigualable, quince kilómetros de carrera, más de ochocientos metros de desnivel positivo acumulado en nuestras piernas y la satisfacción de haber terminado todos sanos y salvos dentro del tiempo oficial y, sobre todo, de haber disfrutado enormemente. En cuanto podamos, más (si puede ser, mejor; si no, no importa)

9 may 2011

Entrenando en secreto. Mal. Caca.

Sí, amigos del misterio, hemos pillado a un asiduo carrerista entrenando en secreto. Cómo se da tamaña atrocidad, tal bajeza, cosa tan vil y maligna en pleno siglo XXI es cosa que aterra y sorprende, pero el fenómeno se sigue dando. Esta vez un conocido nuestro ha caído en las garras del maligno y se ha lanzado a realizar entrenamientos por su cuenta, de manera subrepticia, sin avisar, y lo que es más vituperable, el miserable lo hizo de madrugada. Mal. Caca.
Para evitar que el populacho, indignado, se tome la justicia por su mano y le arrime la somanta de palos que se merece al autor de semejante indignidad mantendremos su nombre en el anonimato. Jamás diremos que ha sido el Inconmensurable Vargas.
¿Qué será lo próximo? ¿Dejar la cerveza? ¿Ponerse a plan? ¿Ir a un gimnasio? ¿Pedir una ensalada en el McDonals? No sigo que me enciendo.

Del campo no me acuerdo (de la serie “allí donde fueres haz como que corrieres”)

Aprovechando un viaje relámpago a la manchuela conquense y con la mente centrada ya en la carrera del próximo fin de semana (y en beber resolí en botella con forma de casas colgadas), tuvimos que salir a correr un rato, que terminó siendo muy corto porque nos cayó la mundial.

Heme aquí persiguiendo a uno de Bildu para darle con la Constitución en los hocicos…


…y en esta otra simpática instantánea el susodicho, ya en pleno ejercicio de sus derechos civiles y políticos.

4 may 2011

La cantera y el chacho Miguel

El pasado martes nos juntamos Quique y un servidor de ustedes para dar una vueltecica por el monte, actividad que nos empieza a gustar de verdad y de la que podemos disfrutar como guarros panza arriba gracias a lo poderoso de nuestras piernas y, sobretodo, a lo ágil de nuestra conversación. No se yo qué sería salir a correr con un sosanco o, incluso con alguien que te caiga mal. La apocalipsis: "¿Cómo vas, imbécil?", preguntaría uno en plena subida. "¡Tuputamadre!", respuesta lógica. Nosotros nos decimos las mismas cosas pero desde el cariño.
El caso es que quedamos sin ningún plan previo y eso tiene sus peligros. La conversación fue más o menos así: "¿Ande vamos?"
"Nu se"
"¿Ties prisa?"
"Norl".
"¿Nos vamos a la cantera aquella que te referí el otro día?"
"¡Enga!".
Ni nos planteamos si aquéllo estaba cerca o lejos. Somos así de espontáneos y rebeldes. Como gazapillos.
Y venga a correr. Primero hasta Villadiego (algún día nos pegarán un tiro), luego a la verita del Guadiana viendo animalicos varios y desplazándonos a un ritmo vivaracho sin dejar de charlar hasta que llegamos al inicio de la cuesta que nos tendría que llevar a lo alto de la cantera cuyo nombre desconozco (y no pienso mirar en san google). La subida fue durilla tirando a lamadrequelaparió, pero la subimos entericos y sonrientes. Una vez arriba, hicimos la ya tradicional parada para comer algo, beber y hacer las afotillos de rigor. Quique se empeñó en hacerse el asturiano subiéndose a una loma. El resultado dos fotos:
Una imitando a Pérez de Tudela

Y otra imitando al primo del mismo personaje en apuros

Recuperado el aliento y parte de las fuerzas volvimos por nuestros pasos. Nada más retomar el trote nos dimos cuenta de que la vuelta iba a ser más dura porque resultada ser prácticamente toda en subida. No muy pronunciada pero a nosotros ya nos iban doliendo cosillas.
Pero como somos unos machotes casi ni lloramos.
Estábamos ya llegando a casa -como a dos kilómetros- haciendo recuento de las cosas que nos dolían cuando nos adelantó un bicilista al que yo, en un inesperado arrebato de tontería lance un: "¿Queda mucho para Santander?". (¡Qué humor por Dios!)
El caso es que el payo parose y dionos conversación. Nos preguntó si estábamos preparando alguna carrera de montaña por aquello del atuendo y los gemelos hiperdesarrollados. Al Quique y a mí se nos puso la misma cara que si una veinteañera buenorra nos hubiera tirado los tejos y empezamos a contarle que sí, bueno, no demasiado. Y así como quien no quiere la cosa le dijimos que llevabamos veinte kilómetros en la chepa y el nuevo amiguito (Miguel se hace llamar y es vecino de Poblete para más señas) puso cara de "¡Engacoño!". El caso es que con él al lado ya no nos dolían tanto articulaciones, músculos y demás y llegamos a casa en un momentico cerrando la bella jornada atlética.
Al final veinte kilómetros con una subida más que reseñable y un nuevo amiguito para la colección.
Aquí el perfil y el mapita de la salida que para algo tenemos unos relojes tan gonicos.

2 may 2011

Entre flores y periodistas

Este domingo, 1 de mayo, día del trabajo (en el que, por cierto, casi todo el mundo descansa) me hubiera gustado ir con Ramón a Madrid para seguir un entrenamiento de 18 km en pleno monte (Navacerrada). Sin embargo, no pudo ser por motivos varios (entre otros lo incompatible que resulta celebrar el cumple de mi hija el sábado por la noche con ingesta de cerveza a cholón y levantarme a las cuatro y pico de la mañana del domingo, salir a las cinco dirección elputocampodeNavacerrada y empezar a triscar monte a las ocho). Para evitar el reconcome había quedado con Luis y Jorge a las 9:00 de la mañana para correr por Poblete y alrededores (Paco se resistió una vez más. Pa él hace... se va a venir a Cuenca, sí o sí...). A las 6:42 de la madrugada del domingo recibía sms de Luis diciendo: "me rilo, así que no vengas! Grn!". Seríamos dos. Sin embargo, cuando llegué a la hora acordada en punto, pasados 20 minutos por lo menos, me estaban esperando Jorge y Rubén (sí, otro periodista también deportivo, éste radiofónico, de la cadena SER para más señas). El día era magnífico, sin viento, con sol y temperatura agradable para el vicio del correr. Rubén está preparando la media maratón de Almagro, así que se dejó convencer por Jorge que, como es natural en él, viene rumiando lo de la carrera de Cuenca ( pinchar aquí para ver la web de la carrera conquense) y quiere hacer más kilómetros que el baúl de la Piquer (es que él es mucho de obsesionarse...)
Rubén venía de turista (con zapas de carretera) y cuando nos vio, con nuestras mochilejas hidratantes, nuestras gorriboinas y nuestras zapas de carreristas tronchamontistas (por cierto, yo llevaba unas Salomon XA Pro 3D Ultra que había estrenado el día anterior), trató de disimular (sin conseguirlo) una leve sonrisa que parecía decir "menudos frikis".
Empezamos subiendo a lo que nosotros llamamos la cantera de Horcisa que, al parecer, se llama "volcán de la Fuente del Arzollar" para bajar hasta el pie del cerro de Alarcos, subir a su parte más alta, volver a bajar hasta casi el puente de Alarcos por la "ruta del moro", cruzar el río, subir por el camino hacia Valverde, llegar a Valverde, cruzarlo y encarar el camino hacia la Laguna de la Posadilla. Cuando llevábamos 8 km. tuvimos que volvernos porque Rubén tenía que llegar a no sé qué hora a no sé dónde para hacer no sé qué (todo inconcreto para que no pudiéramos comprobar si era cierto o se debía a la tan temida pájara, perrendengue, jamacuco o tabardillo que suele machacar la vida del runner en un momento u otro). Llegamos otra vez al puente y, en vez de desandar lo andado, subiendo lo bajado y bajando lo subido, nos decantamos por la vuelta sencilla y más corta para ahorrar tiempo y excusas de Rubén. Tanto es así que, cuando faltaban un par de kilómetros para terminar, los chiquetes trotaban de esta guisa tan chistosa.

Al final, un pelín más de hora y media corriendo, 15 km en las piernas (y en mis zapas nuevas, que se comportaron bastante bien) y unos cuatrocientos y pico metros de desnivel en las mismas, la mitad que nos espera en Cuenca, válgame la Macarena.
  PD: tiene guasa que, siendo Jorge y Rubén periodistas, sea yo quien escribe la crónica...

1 may 2011

LENTEJAS-POWER

Era sábado por la mañana y Luis dijo que esa tarde había que correr. Está conectado pensando que el 15 de mayo correremos la IX CARRERA POR MONTAÑA DE CUENCA para estrenarnos en el mundo del trail-running o, como preferimos decir nosotros, para iniciarnos en la competición de correr a tronchalindes o, en su defecto, a tronchamontes.


Sabíamos que no íbamos a correr mucho porque había que celebrar el segundo cumpleaños de Paula, así que decidimos (por eso de la concentración) juntarnos a comer con las contrarias y los vástagos. Y María (muy concienciada con la comida light) nos preparó unas lentejas de saltársenos las lágrimas con su chorizo y su "trocito" de tocino (suficiente para calzar y poner derecha la Torre de Pisa). Como sería de tierno el mazacote que se deshizo por completo en el caldo de las legumbres dándoles un sabor y un olor para resucitar a un muerto. Además, con tal cantidad de materia grasa, evitamos las típicas escoceduras y rozaduras producidas por la fricción de, por ejemplo, las tetillas, la parte interna de los muslos, las axilas y otros menesteres, ya que al correr no sudábamos, sino que nos engrasábamos continuamente de detro hacia afuera para alivio de nuestro cuerpo serrano. Es lo que se conoce como natural vaselin o vaselina natural (algún día saldrá un artículo en runners world sobre esto, ya lo veréis)

El caso es que estuvimos corriendo unos cuarenta minutillos, recorriendo unos siete kilómetros de constantes subidas y bajadas por el parque forestal de La Atalaya. El campo, como siempre, precioso. Nosotros, también.