29 oct 2011

DE CÓMO SE PUEDE PASAR DE MENTIR EN PÚBLICO A CORRER UN MARATÓN

(Transcripción íntegra y literal del artículo publicado hoy en el diario "Lanza". Como no podía ser de otra forma, ha sido escrito por nuestro literato, periodista de pro y, a la sazón, Secretario del CDE CorriendoporelCampo: D. JORGE UREÑA.. ¡Un gustazo!)

42 kilómetros? ¡”Amos” anda!

Debo reconocerlo: mentí. Hace un par de años, por estas fechas, en un especial igualito que éste, falté a la verdad. Además, no fue un faltar a la verdad así como sin querer, no. Fue premeditado. Escribí un artículo sobre el maratón y al final lancé un: “así que prometo correr algún año el maratón de mi pueblo” (o alguna barbaridad por el estilo).

Era una gran mentira. Era la madre de todas las tomaduras de pelo. Era un brindis al sol de noche y con la copa vacía. Era una promesa más falsa que el negro de Ana Rosa Quintana cantando una de Milli Vanilli. En fin, que ni yo mismo creía en mis palabras.

Sucede que, sin saberlo, me estaba equivocando. La mentira se negó a sí misma y se convirtió en verdad. ¡Oh, paradoja!

¿Voy entonces a correr el maratón de Ciudad Real? Sí. ¿Y cómo es eso? ¿Cómo un cambio tal? Qué se yo.

Yo era un tipo normal y como bien dice Mateo Gómez Aparicio los tipos “normales” no corren maratones, así que tal idea no rondaba mi cabeza. Bueno, lo que dice el alma mater de la prueba capitalino-churriega es que “una media maratón la puede correr cualquiera, un maratón no”. En mi condición de ser humano “normal” acataba el axioma y no se me ocurriría jamás pensar en rebatirlo.

¿Cómo se obró el cambio? ¿Cómo se transformó un ser normal en un aspirante a maratoniano nada menos? Insisto: ¡Qué se yo!

El caso es que ciertas personejas me instaron a retomar el deporte de forma más o menos seria, tal era el tamaño de mi “faja abdominal”.

La cosa empezó como un pasatiempo que metía más calorías en el cuerpo de las que quemaba. Como cada vez que salíamos a correr luego nos íbamos a comer, la cosa no funcionaba demasiado bien. A cada carrerita de media hora le seguía una pantagruélica sucesión de carnes magras a la brasa como para llenar un agujero negro, sin hablar de la cerveza. El pescado cocido ni sabíamos que existía. Ahora sospechamos de su existencia, pero no se nos ocurre acercarnos siquiera.

Así eran nuestras existencias:  apacibles, serenas, tranquilas como un lluvioso domingo por la tarde.

Ahora vivimos en una película de acción, nos levantamos al alba los domingos y corremos kilómetros y kilómetros sin nadie que nos persiga, ni incendio que apagar. A veces, incluso, disfrutamos. Entre semana no fallan al menos tres carreritas.

¿Cómo tal cambio? ¿Cómo? Ni respondo.

Pasó lo que suele pasar en estos casos. Alguien dijo: “¡no teneis narices a hacer una media maratón!”. ¡El apocalipsis!

Tres semanas después estábamos enfilando uno tras otro 21 kilómetros de asfalto.
Hay que reseñar que nosotros somos más de correr por el monte donde los caminos son más blandos, los paisajes más bonitos y las cuestas cuestan más.

Superado el reto de la media nos dimos al vicio del correr ya sin tino ni mesura. Seguíamos inflándonos de comer en cuanto la ocasión se presentaba. Si no se presentaba nos presentábamos nosotros, que no está la cosa para penar por penar. Pero como corriamos por el campo con tal asiduidad nuestros orondos cuerpos perdieron parte de su orondez. Ahora éramos aerodinámicos y eso había que aprovecharlo.

Llegó el cambio radical cuando  alguien nombró al innombrable: maratón.

La palabra nos asustó en un principio, pero como ya eramos un club, CDE Corriendo Por el Campo y teníamos un blog: www.corriendoporelcampo.blogspot.com, nada ni nadie podía pararnos.

El reto estaba ahí y nuestros cuerpos aquí. Sólo faltaba hacerlos coincidir en el tiempo y el espacio a poder ser con una mínima preparación.

Desde aquellos días a estos han pasado por nuestras piernas cientos de kilómetros. Lo que un año antes era un reto casi imposible, acabar una media, se ha transformado en una anécdota de fin de semana y nuestros cuerpos... lamentablemente siguen más o menos igual.
Aún así tres amigos y el presidente del club nos juntaremos en la línea de salida este 30 de octubre, fijaremos nuestras miradas en un punto del infinito y diremos al unísono: “¡después de esta nos vamos a inflar de carnaza y cerveza!”. Ese es el espíritu. Y como quedaremos cuatro horas después para comer, no sería raro que nos ensiláramos 42 kilómetros y pico que es una cosa que nos han dicho que abre el apetito.

De si acabamos o no la maratoniana aventura con éxito tendrán ustedes noticias el mismo lunes 31, porque mis compañeros de trabajo amenazan con no dejarme descansar ni después de semejante paliza. Ya veremos. Suerte a todos los chalaos que tomen parte en esta bendita locura.

26 oct 2011

Cuatro días ¡¡cuatro!! para la hora M (de “Maratón”)


Miércoles, 25 de octubre de 2011. 9:30 horas
Cuatro días ¡¡cuatro!! para la hora M (de “Maratón”) del día P (de “Puto maratón”).

Como ya os conté (que no puedo estar con la boca cerrada, ni con el post en blanco) en la semana M-2 (es decir, a dos semanas del maratón) estaba hasta los mismísimos de preparar la prueba reina del atletismo de fondo (que no de “fondones”; que si así fuera, no necesitábamos preparación alguna y hasta podríamos optar a algún que otro premio sin mucho esfuerzo).

Cuánto estrés de tanto pensar en si has corrido, si el ritmo ha sido bueno, si te has encontrado bien, si te estás pasando, si no llegas, si va a llover ese día, si habrá viento, si te va a dar de cara o de culo, cuándo y dónde… Y lo peor: al final de la preparación tienes que dejar el campo (que es lo que nos gusta) para meterte de cabeza y a piñón en el jodido asfalto, esa superficie monótona, negra y dura que aburre hasta a las ovejas (porque habréis visto ovejas cruzar el asfalto, pero quedarse en él… ni ellas aguantan)

Sin embargo, a partir del domingo 16 de octubre, después de habernos apretado semanas de más de 70 kilómetros en las patas y de los sabios consejos de Ramón (¡oh, Líder!), Jorge y yo decidimos abandonarnos a nuestra suerte (o a nuestra mala suerte, ya veremos) creyéndonos eso de que a esas alturas lo hecho, hecho está y que es más importante el descanso que el entreno. Hay que asimilar las cargas, que dicen los entendidos.

A lo que iba, que como me interesaba tanto esa parte de entrenamiento desentrenante me he abandonado casi por completo en estas dos últimas semanas. He bebido y he comido prácticamente lo que he querido (y digo prácticamente porque yo siempre quiero más…) He trasnochado de la mano de algún que otro gin-tonic e incluso he conversado a altas horas de la madrugada con mi amigo Marcos (que es gallego, ojo)

Como consecuencia del desentrenamiento entrenante, tengo una desazón que no sé si me explico (que va a ser que no). Es cierto que a mi cabeza le ha venido de perlas. Me he relajado y he dejado de pensar en tiempos, ritmos, kilómetros, bebidas isotónicas y otras tontunas atléticas. Sin embargo, la relajación no ha sido absoluta y, de vez en cuando, piensas que todo lo que has estado haciendo durante las últimas semanas no ha servido de nada, que lo has echado todo a perder. Y, por si fuera poco, recibo WhatsApps de Jordi del tipo “cada día me noto peor” o “tanto descanso no puede ser bueno”.

Así las cosas, anoche tuvimos que salir el periodista y yo a estirar las patas, para comprobar una vez más que somos de la categoría diesel y que cuando paramos, después de unos pocos kilómetros, es cuando realmente empezamos a sentirnos bien. Al menos, todos nuestros pensamientos mientras corríamos esos miles de metros fueron positivos. Nos acordamos de que el año pasado por estas fechas (septiembre de 2010) nos propusimos correr de forma continuada, quedando en la casa-residencia de los Ureña-Ramos, más conocida por la casa de Jorge y Raquel, para pesarnos y echarnos al monte a correr con el objetivo de reducir nuestras magras, aumentar nuestro rendimiento atlético y, si todo se daba bien, correr una media maratón. Solo nos pesamos una vez (rompimos la báscula). En mi caso, dio tiempo a ver la cifra capicúa de 101 kilos de pura carne serrana, entreverada claro. (Aun podéis verlo en el blog de Jorge si pincháis aquí). Un año y un mes después, mi índice de masa corporal se ha visto reducido como consecuencia de haber perdido 9 kg de peso por el camino. El reto ya no es la media, sino la entera y, entre tanto, hemos disfrutado de lo lindo por campos, cerros, caminos, sendas, subiendo, bajando...

Es cierto, es UN RETO al que estamos a punto de enfrentarnos. Sin embargo, no es “el reto”. Es solo un reto más, antesala sin duda de otro. Lo fundamental es que sabemos (y queremos que sepáis, porque sabemos que nos queréis aunque no lo merezcamos) que estos retejos de nada no nos quitan el sueño, ni el hambre, ni la sed.

Vamos a disfrutar pase lo que pase. Y si llegamos a META, mejor. Así somos los de CorriendoporelCampo.

PD: No decimos nada del Presi porque no queremos desconcentrarle para su media maratón de 30 kilómetros. Y si no, tiempo al tiempo...

12 oct 2011

La sierra de Villarrubia de los Ojos

Villarrubia de los Ojos y más allá desde la sierra (foto de CARRI)
¿Qué íbamos a hacer si entre semana teníamos un día de fiesta, el Pilar para más señas (o de la Hispanidad, incluso de las Fuerzas Armadas)? Estuvimos a punto de ir al desfile, pero... al final decidimos echarnos al monte, no fuese que nos dieran ganas de apuntarnos a la Legión, que peores cosas nos pasan por la cabeza.

Eran poco más de las ocho de la mañana cuando Ramón y yo salíamos en coche hacia Villarrubia de los Ojos (por cierto, siempre he pensado que este pueblo tiene un nombre precioso). Se me había metido entre ceja y ceja una ruta por la sierra de unos 18 km y casi 700 metros de desnivel positivo que había visto en wikiloc. Tendría que haber descargado el track al Garmin (Garmin no es una discoteca, es la marca del reloj-gps), pero no lo hice, así que únicamente tenía la ruta en la cabeza y la ayuda del IPhone para poder ver el mapilla en chiquitillo y hacernos una idea. Lástima que lo del IPhone fue como el que tiene un tío en Alcalá. Nada más salir perdimos la cobertura y, ya sabéis, sin cobertura... hasta la raza se extingue.

Desde el centro de Villarrubia de los Ojos, cogimos la calle D. Quijote hasta que nos salimos del pueblo. Allí había unas antenas y lo que parecía ser el depósito municipal de agua.

Y empezamos a correr frente a la sierra. Casi desde el principio el camino comenzaba a ascender y a bifurcarse cada cierto tiempo, con lo que continuamente debíamos decidir si íbamos hacia un lado o hacia el otro. Normalmente la cosa es sencilla: se le pregunta a Ramón y se hace justamente lo contrario de lo que piensa (la famosa técnica de "lo que NO diga Ramón"). De esa manera no suele haber problemas, pero esta vez... sí los hubo. Después de subir una parte considerable del cerro nos encontramos una valla con su correspondiente puerta. Dimos la vuelta y bajamos por otro lado tratando de encontrar el camino correcto. Al mirar a la ladera de la otra sierra comenzamos a ver bastantes venaos en la distancia. Qué bichos más bonitos...
Ahora sí, ese parecía el camino correcto. Otra vez hacia arriba. Sin embargo, cuando quisimos darnos cuenta estábamos otra vez frente a la misma valla de antes. Menos mal que esta vez nos dió por leer el cartel medio borrado de la puerta: ¡Vía Pecuaria! La puerta no tenía mecanismo de cierre, solo había que empujarla... Con razón nos sorprendió que la técnica del ojímetro (o de "lo que NO diga Ramón") hubiera fallado. Aquéllo nos animó y empezamos a subir andando a muy buen ritmo (por allí era imposible correr por la cantidad de piedra suelta que había). La vía pecuaria se iba estrechando y perdiendo, hasta que desembocamos (de milagro) en una pista en condiciones. El paisaje era cada vez más bonito, más monte, más verde, más silencioso, más cerrado... hasta que llegamos a una encrucijada de caminos (donde volvia a anunciarse la vía pecuaria).
Desde allí pudimos divisar lo que había al otro lado de la sierra: mucha, muchísima más sierra. Y ¡qué sierra! pistas y más pistas a lo lejos, sendas, cortafuegos transitables, ni rastro de tendidos eléctricos, ni de poblaciones, ni de carreteras. El paisaje te traslada. Parece que estás en otro sitio. Y si nos dábamos la vuelta para mirar por dónde habíamos subido veíamos la inmensa llanura manchega hasta donde alcanza la vista, toda cubierta por una fina bruma como si hubieran puesto una enorme gasa sobre un gigante tapete multicolor (joder, qué lila... estoy más tierno que el día de la madre...)
Allí podíamos correr de nuevo, primero un poco de subida, luego llanear, después bajada, otra vez subir y el paisaje cada vez más bonito. Esta vez no decíamos lo de "qué bonito está el campo", nos sabía a poco. Solo repetíamos "alucinante", "otra senda", "camino", "qué pasada", "joderrrr", "mira, mira, mira", hasta que nos quedamos parados (y sorprendidos) como consecuencia de tres ciervos que nos cortaron el paso cruzando nuestro camino a unos diez o quince metros. El último con una cuerna enorme. A partir de entonces el espectáculo fue impresionante. Teníamos que parar cada dos por tres para ver animales corriendo de un lado a otro. Machos, hembras, crías... ¡A-LU-CI-NAN-TE! Lástima que con la emoción no hicieramos más fotos de los bichos, del paisaje... Solo se nos ocurrió hacérselas a una cierva con su cría que, a pesar de habernos visto, no se iban. Imagino que se encontraban a una suficiente distancia de seguridad y ni se inmutaban. La próxima vez haremos más fotos para que vosotros también podáis disfrutar como lo hicimos nosotros (o casi, que si queréis disfrutar lo mismo tendréis que animaros a correr por el campo).
Cuando llevábamos una hora y media más o menos paramos a tomar un zumo y unas barritas al lado de donde parecía que en invierno debía discurrir un arroyo. Y entre bocado y bocado, trago y trago, no decíamos prácticamente nada, salvo palabras sueltas para intentar expresar lo que estabamos disfrutando y lo que disfrutarían los demás la próxima vez...

Con energías renovadas, continuamos corriendo, bajando hasta llegar a un valle en el que corría un arroyo que tuvimos que cruzar (quizá de las zonas más bonitas del recorrido, que estará impresionante cuando llueva en invierno y en primavera). Desde allí volvimos a ascender poco a poco hasta llegar por otro lado a la bifurcación que cogimos a la derecha nada más terminar de subir la vía pecuaria.
Ascendimos un poco más y casi cresteando la montaña que veíamos enfrente de la que empezamos seguimos corriendo para luego descender durante unos dos kilómetros hasta que encontramos una puerta con logo al estilo Falcon Crest que nos cortó la respiración. Menos mal que no tenía candado, la abrimos, pasamos y la cerramos (en el campo hay que dejar las cosas como las encuentras) seguimos corriendo en bajada, pasamos al lado de la casa que también parecía de Falcon Crest y cuando ya estábamos casi abajo del todo... ¡Vaya, otra valla! Pero ésta sí tenía candado y pinchos malos y feos en la parte de arriba y alambrada y alambre de espino del tipo delqueseclavaprontomuchoybien. Menos mal que hemos visto muchas pelis de fugas y saltamos aquéllo como si tal cosa. Ramón es más recogidico, pero yo que soy xxl (sobre todo en anchura) estuve diez segundos en lo alto del alambre que ni para un lado ni para otro. Aquéllo se movía más que un garbanzo en la boca de un abuelo y yo encima, como un funambulista mareado, pero con el espino entre las patas... A pesar de todo, en un alarde de valentía, equilibrio y agilidad logré cruzar al otro lado con un simple raspón en la pierna derecha. A Ramón se le rompió la malla casi nueva que llevaba y se cagó en los alambres, terratenientes, fincas de caza y similares. Prometió que la próxima vez llevaría alicates.

Lo que no entendíamos es cómo la ruta que marcaba el wikiloc estaba destinada a la bici... nos habríamos equivocado... Cuando descargué los datos del Garmin en el Google Earth comprobé (con cierta sonrisilla en los labios) que nuestra (nuestra???) capacidad de orientación había dado resultado. Lo que había pasado es que en la imagen de wililoc la casa de Falcon Crest (y sus correspondientes vallas y puertas) se estaban construyendo o no estaban. La próxima vez habrá que planear la ruta mejor, porque por allí volvemos. ¡Fijo!

Os dejo la gráfica del recorrido y de elevación. Al final nos metimos unos 800 metros de desnivel positivo acumulado y otros tantos de bajada. ¡Qué gustico para la ancas, madre! ¡Y para la vista! ¡Y para el olfato!
Lo dicho: que volvemos fijo. ¿Se apunta alguién?

10 oct 2011

Hasta los Maratones estoy!!!


Ya es lunes, 10 de octubre. Solo quedan 20 días para el Quixote Maratón.

Si brujuleas por la internáis descubres que lo del maratón se prepara en unas 16 semanas, siempre que lleves un año corriendo de forma más o menos regular (3 días/semana).

Nosotros (que somos muy largos) pensamos que, siendo el maratón el 30 de octubre, si contábamos hacia atrás 16 semanas nos plantábamos en mediados de julio. Así que (como también somos unos chalaos, según Bea) decidimos que nos daríamos unas carreras en Asturias en la primera quincena de agosto (aprovechando las vacaciones y el entorno), que la segunda la utilizaríamos para descansar (aprovechando las ferias y fiestas de Ciudad Real) y que ya en septiembre empezaríamos en serio (aprovechando que el Guadiana pasa por el puente de La Quintina -q.e.p.d.-). Las 16 semanas preceptivas se han convertido en 8.

Pues a pesar de eso estoy hasta los mismísimos maratones de pensar en el maratón.

Realmente llevo cavilando 6 semanas, pero he tenido bastante.

Además, se mezclan varias cosas a la vez. Lo de correr 42 kilómetros y pico tiene su aquél, pero a pesar de ello, todos los entendidos (y nuestro líder) dicen que no es aconsejable darle de seguido a las canillas más de dos horas y media. Y yo me pregunto: si los buenos corren la distancia mítica entre dos y tres horas (recordad que el record está en poder de Patrick Makau, con 2:03:38) yo que lo voy a correr en cuatro o más (si sale bien y termino) ¿será suficiente con dos horas y media? ¿Y la otra hora y media que me va a faltar? ¿Qué?

Por otro lado, (siempre según los entendidos y nuestro líder) hay que acostumbar al cuerpo a correr por asfalto y las tiradas largas (dícese de aquéllas que superan con creces la hora) deben hacerse en tan fatídica superficie. Con lo que eso jode, con lo bonito que es el campo, la montaña, los bichos varios y la flora florida y hermosa...

Y por último, trágate los comentarios de quienes ya han pasado por el trance maratoniano culipardo-churriego: "es un coñazo", "los polígonos industriales son insufribles", "como le dé por hacer viento...", "en Ciudad Real no anima ni Dios","el año pasado no se podía correr con el tiempo tan malo que hacía", "el centro de la ciudad, que suele estar concurrido, ni se pisa". Menos mal que alguno te da ánimos y te dice: "al menos en Miguelturra hay mucha animación". Aunque siempre hay alguién al lado para apostillar: "sí, pero eso pasa pronto y luego te queda todo el polígono, la carretera, la rotonda, más carretera y todo el paseo del Erosky". Podrían callarse, pero no. Como ellos ya lo corrieron...

Pues eso, que después de oír, sentir y correr lo que llevamos oído, sentido y corrido estas últimas semanas te preguntas si serás capaz de terminar, si te dolerán mucho las piernas, si tendrás calambres y, cuando todo eso pasa por tu cabeza (por mal que esté) dices: ¿y para qué coño voy yo a correr un maratón?

Pues no lo sé, pero lo voy a correr. Y quiero terminarlo, a ver si después de estar acumulando kilómetros no voy a terminar (que tampoco sería raro)

En definitiva, nos lo tomamos como un reto personal. Aunque, bien pensado (o mal) no sé qué será peor si terminarlo o no, porque cuando terminas una cosa así te crees que eres como Paco (digo Gladiator) o como un superatleta al que no hay reto que se le resista. Nosotros no lo hemos terminado y ya estamos pensando en los 101 km de Ronda para el próximo mes de mayo

La locura del corredor no tiene límites. La de CorriendoporelCampo tampoco.

3 oct 2011

Diálogo con la cuerpa (de la serie dialoguemos con ¡qué coño!)

Con las heridas de la última salida larga (perdón y perdón) todavía frescas en mi cuerpa, con la mente espesa como un yogur de cemento caducado por aquello del fin de semana laboral, con más miedo al maratón que al hombre del saco disfrazado de el coco, con un calor de suputamadre narices, con una introducción a todas luces demasiado larga: me eché esta mañana a correr.
Reloj que busca satélites y los encuentra (magia) y mozo que se echa al monte iniciando un curioso diálogo con su hermoso aunque rechoncho habitáculo corpóreo. Los protagonistas del diálogo fuimos el menda (desde ahora Mozo), el cuádriceps izquierdo (desde ahora elhijoputaldel Quad) y el corazón (en adelante Señor Patata).
El diálogo en cuestión respondió más a la tercera acepción que aparece en el RAE: "Discusión o trato en busca de avenencia". Y es que cuerpa y mozo necesitaban ayer avenencia para llegar a buen término sin enfados.Ya se sabe que un enfado, o riña, o disputa incluso con la cuerpa puede devenir en lesión y eso no interesa a un mes escaso del maratón (es mentarlo y me tiemblan las canillas).
La conversación se inició cuando el mozo tuvo a bien salir corriendo como si un aldeano le hubiera apretado una pedrá en el mismo culo y amenazara con otro certero cantazo. Es decir: muy rápido.
QUAD: Adiós tú, Bekele.
MOZO: ¿Perdón?
QUAD: Afloja.
MOZO: Si voy fetén.
QUAD: Afloja digo.
MOZO: Es que me viene mal, que tengo mucha ansia que quemar después del fin de semana trabajando.
QUAD: Tú mismo pero a este ritmo no llegamos a los árboles.
MOZO: Pues me dispongo a asaltar el monte aquel que en lontananza divisamos.
QUAD: ¿Dónde has dejado el coche?
MOZO: ¡Serás cabrón!
QUAD: Seré
Y el mozo aflojó. A ver si no.
De morros Mozo y Quad y con Señor Patata a su ritmo fueron pasando los kilómetros en incómodo silencio. Kilómetro tres y pico y todos juntos empiezan la subida a Alarcos. No tardó Quad en manifestarse.
QUAD: ¿Estás de cachondeo?
MOZO: No hombre. Si esto lo hemos hecho muchas veces, no te vengas abajo.
QUAD: Donde no me vengo es arriba. Concretamente no más arriba de los próximos diez metros.
MOZO: Venga, que nos viene bien un esfuerzo para hacernos cuenta de lo que nos espera el día 30.
QUAD: Mirá que eres cabezón.
SEÑOR PATATA: ¿Oigan?
MOZO: ¡La jodimos!
SEÑOR PATATA: ¡Que digo yo que a ver si os centráis en lo vuestro que yo voy regular ná más y me puedo empezar a cagar en vuestras putas madres vestidas de manchegas, peroya!.
(Quizá convenga advertir al lector menos versado en mi persona, que mi corazón funciona bien pero gasta una leche pelín agria y un vocabulario poco dado a lindezas y mucho a barbaridades. No pasaré un filtro censor sobre sus palabras porque estas cosas hay que publicarlas tal cual en honor a la verdad).
QUAD: No si yo ya voy calentando...
MOZO: Arfg!
SEÑOR PATATA: Así mucho mejor.Y ahora, calladitos y para arriba.
Y llegamos la triple entente cordiale en calzonas de correr a lo más alto del cerro como si fueramos la Dora y el mono.
Como quien no quiere la cosa nos lanzamos a la bajada.
SEÑOR PATATA: ¿Mejor?
QUAD: Dónde va a parar.
MOZO: Arfg!
Desde ahí todo fue mucho mejor. Quad se engrasó y pasó a no molestar, Mozo le dio la vuelta al reloj para olvidarse de ritmos y centrarse en sensaciones y Señor Patata recuperó su trantrán.
Vuelta a subir por la carretera de Piedrabuena hacia el Puente viejo de Alarcos y de regreso a Poblete.
MOZO: Ha sentado bien el calentón ¿verdad?
QUAD: Bastante.
SEÑOR PATATA (para sí): Qué habré hecho yo para tener que aguantar a estos dos taraos. (Ya para los demás) ¡Tontacos!
MOZO: ¿Nos damos cañita?
QUAD: ¡Enga!
SEÑOR PATATA: ¿Sabeis lo que duele un infarto? Pandilla de desustanciaos, par de imbéciles... Su puta madre que se han puesto a correr, ¿serán zumbaos? Pero este cuerpoescombro quién coño se cree que es. No si al final me va a dar un perrendengue y por aquí no hay desfibriladores. Me van a tener que reanimar las putas ovejas esas de ahí que míralas que tranquilicas pastando a su puta bola y no como el cabrón éste que me trae a mal traer. ¿Se le habrá olvidao el pollo en el horno al gilipollas? Porque hay que ser gilipollas porque los hornos de ahora tienen una alarma que te lo para él solo. Ya me lo decía mi madre: "te ha tocado un deportista, qué pena más gorda, con la de informáticos que hay por ahí que no se menean de la silla... Mi niño que me lo van a desgraciar...".
MOZO: Que ya hemos llegao, no seas llorón.
QUAD: Pues yo estoy nuevo.
MOZO: Eso me lo dices mañana, listo.
SEÑOR PATATA: Si no sois tan cabrones, lo que pasa es que me enciendo y no conozco, coño. 
Al final las buenas sensaciones llevaron al trío "lalala" a apretarse 11 kilómetros con su subida a Alarcos incluída en 58 minutos. Que no está mal.