Sábado, 11 de mayo. Era un sábado de los de correr.
Se corría la Transvulcania en la isla de La Palma (83,3 km. 4415 m. D+ y 4110 m. D-). Allí estarían Toty, Iván, José Luis, Marín, Luismi. Máquinas del carrerismo campestre y de lo que les pongas.
Y en Castellón, además de la CSP 115 km., se correría la Marató i Mitja (MIM) (63 km. 2850 m. D+ y 1600 D-). Allí disfrutarían Luis, Jorge, Ricardo y el gran Manuwar. Máquinas de lo que les pongas también, pero éstos -como yo- en versión diésel.
Incluso alguno habría por ahí, como nuestro querido amigo Daniel (De T run is T life), corriendo los 101 km de Ronda.
Y aquí, en La Mancha, un pura sangre y un diésel "deshacendaos". Juan Carlos y yo. ¡No podía ser! No podíamos quedarnos quietos. No tendríamos tanto tiempo como los de la Transvulcania o la MiM, porque Juan Carlos tenía una comunión en Toledo y yo tenía una comida (a la hora de comer, claro) y un cumpleaños que se preveía como "merienda-cena-ydetó". Así que decidimos hacer una ruta cortita, pero por un sitio que no conociéramos. El lugar elegido sería todo el monte que hay entre las poblaciones de Arroba de los Montes y Puebla de Don Rodrigo.
Eran las 6 de la mañana cuando Juan Carlos pasaba por mi casa para hacer los setenta kilómetros que nos separaban del inicio de nuestra ruta. Llegábamos allí con luz.
Juan Carlos acicalándose |
Dejamos el coche en el pueblo y tras una primera intentona errónea salíamos de la población y comenzábamos a subir directamente y sin anestesia hasta la cuerda de la Sierra de Arroba. Un kilómetros y medio para ascender unos doscientos metros.
Subiendo a la Sierra de Arroba |
Nada más volcar hacia el lado sur de la sierra, el paisaje empezaba a cambiar. Más verde, más tupido, más bonito.
Pronto te encuentras con una puerta que puede traspasarse sin problemas y, desde allí, se desciende por un cortafuegos hasta una pista en perfectas condiciones que discurre por la mitad de la falta del cerro, con vistas a la Sierra de Enmedio.
La valla |
El inicio del cortafuego Juan Carlos por delante y por detrás (con perdón) y la Sierra de Enmedio |
Desde esa pista perfectamente conservada (parece que la han barrido) se comienza a descender muy suavemente a lo largo de unos 10 km. Se trata de una de esas bajadas en las que, sin tener apenas sensación de descenso, las piernas van rápidas y sin esfuerzo. Ni cuesta, ni te cargas. Además, nosotros lo hicimos despacio porque el paisaje era precioso, la temperatura ideal y parábamos para poder contemplar lo que se abría ante nuestros ojos, para hacer una foto o para tratar de ver lo que oíamos entre el bosque. Vimos alguna serpiente, muchos pájaros y algunos ciervos.
Subiendo una bonita loma para contemplar el río Guadiana |
Mirador natural |
Desde allí el espectáculo es magnífico. Todo el meandro abajo, el Estrecho al fondo, la sierra, el ruido del agua, los pájaros, el olor a campo, una luz preciosa y nada más.
Volvemos otra vez al camino por donde habíamos llegado y nos acercamos, ahora sí, al río en una bajada más directa. No obstante, antes de llegar a abajo nos hacemos unas fotos que, en realidad, no sirven ni para trasladaros lo bonito que estaba todo, ni la alegría que teníamos por estar allí. En dos horas solo habíamos estado corriendo, oliendo, mirando, viendo, disfrutando, sin nadie que nos molestase.
Y después de las fotos, ahora sí, bajamos finalmente al nivel del río, lo que aprovechamos para comer unas barritas de cereales con chocolate que estaban de escándalo.
Un descansito y a seguir corriendo. Sin embargo, esta vez el camino se dirigía desde el nivel del agua hasta lo más alto de la sierra de Enmedio, poco a poco, sin mucho desnivel, pero sin parar de subir. Ahora iríamos viendo el valle a nuestra izquierda, intuyendo a lo lejos por dónde habíamos bajado a la ida. Los metatarsos de mi pie izquierdo estaban empezando a inflamarse. Es lo que tiene hacer el bestia unos días antes por piedras con unas zapatillas desgastadísimas con más de 1500 km en su suela. Cada piedra que se clavaba me iba doliendo más, pero no pararíamos. Más de diez kilómetros de subida con un pequeño falso llano en mitad. El paisaje, igual de bonito que antes.
De repente estábamos en la carretera que une la Puebla de Don Rodrigo y Arroba, pero justo antes de llegar a ella, bajamos por un cortafuegos en lo que sería la parte final de nuestro recorrido, una sucesión de desniveles importantes hacia arriba y hacia abajo que no nos darían tregua hasta llegar, nuevamente al inicio de la pista que habíamos cogido al principio después de subir y bajar parte de la Sierra de Arroba.
A las 12:15 estaba de vuelta, ducha rápida y al campo, esta vez para comerme una fabulosa paella con amigos, amigas, churumbeles y mucha cerveza.
Paella by FELIPE |
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3 comentarios:
Y yo que me la llevé al rio...
Muy bonito todo chicos, a ver si nos lleváis.
L.
¿puertas? ¿solo la mencionada?
salu2 máquinas
Ay, Luis... ya iremos
Cabesc, la mencionada y otra que podía abrirse sin problemas justo en el cortafuegos que había al lado de la carretera entre La Puebla y Arroba
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