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Sí, amiguitos, me he escapado un rato del plató de Master
Chef (les estoy alicatando un baño) para deleitaros con otra
RE-CxC-TA, un nuevo aldabonazo de calorías rebozadas directas a vuestras
arterias, otro ejemplo de que el comer como un CxC no es malo para la
salud ni necesariamente malo para la psique.
En directo, desde la cocina de Maese Pantagruel: “Bacalao
al meneo”. Yeah!!
Nos encontramos ante una receta ancestral con la que mi
abuela Orosia aparece en esta sección por primera vez. Habrá más, seguro.
Sería de idiotas ponerse a preparar el “Bacalao al meneo”
(léanlo con la voz del de la Hora Chanante, veréis qué risión)
“¡meneo!”, sin tener a mano un perolón, un sartenón, un cebollón, patatas... a
cholón, bacalao saladito y los apechusques necesarios para realizar una
bechamel -garante de que el plato alcanzará las cuotas
hipercalóricas que necesitamos para ensilarnos un ultratrail de esos al día
siguiente (Nunca, repito, nunca, el mismo día) quicir: leche, harina
y poco más, tampoco os voy a aburrir con detalles. Insisto en que no
pongo las cantidades de cada cosa porque se me puede tildar de
desagerao, mentiroso... o, lo que es peor, alguien pueda pensar que en
otras proporciones el condumio sería más resultón y crearme un
trauma como cocinero y comunicador. Solo diré que yo le pongo MUCHO
de TODO.
El primer paso hay que llevarlo a cabo la noche anterior
cuando debemos meter a remojo el bacalao salao. Yo suelo darle una ducha
antes para quitarle toda la sal, luego lo pongo en agua y no le
cambio el líquido elemento más veces porque me gusta saladillo el asunto. El día señalado nos despediremos de los seres queridos (y
de la familia el que la tenga) y nos meteremos en la cocina. A mi me
gusta cocinar en pelota picada con un mandilillo que me hizo mi hijo
Rodrigo en el cole a base de manotones de colores, elegantón, pero entiendo
que habrá quien prefiera cocinar vestido. No tengo nada contra ellos.
Abrimos una cerveza.
Como esto no es un programa de la tele donde lo tienen
todo a mano peladito y presto, lo primero es echar un rato pelando
patatas y loncheándolas en trozos relativamente gordos. También
pelaremos y trocearemos muy finita la cebolla. Poner a pochar en el perolón la cebolla a su amor. Para
el que no esté suficientemente familiarizado con el argot cocineril
diremos que "a su amor" viene siendo flojito. Mientras la cebolla nos entrega su esencia a la vez que
va cogiendo calor, freímos las patatas. Atención que este es un paso
delicado, tedioso y pelín coñazo. Las patatas hay que freírlas con
espacio suficiente entre ellas. No queremos roces, pegotones ni
rupturas. Paciencia y al lío. Necesitamos una textura muy concreta
para las patatas, tienen que quedar fritas pero aguantar un meneo
importante después con la bechamel y el resto de cosas ricas. No os
preocupéis que hay un truco fenómeno. Sacamos las patatas, las secamos y
llamamos a algún familiar, vecino, invitado, que nos caiga peor que
el agua a Masiel y le lanzamos, una a una, las patatas a modo de
frisbi a lo que viene siendo la frente. Si la patata se rompe nos hemos
pasado, si la frente sangra nos hemos quedado cortos. Y así con todas.
Hacerlo una vez las patatas estén más o menos frías, no me vayáis a
desgraciar a alguien. Si no tenéis frontón humano cerca también podéis
pincharlas y comprobar que el centro todavía no está blandurrio.
Abrimos otra cerveza.
Perpetramos la bechamel. Os diría que comprarais alguna
de vuestra confianza o que la hicierais en la thermomix o algún otro
cacharro parecido pero en cualquier caso la bechamel ha de quedar
bastante líquida.
Volvemos al perol donde las cebollas deben andar ya
carbonizadas por muy poco fuego que les pusierais. ¡Hay que fijarse más coño!
¡Que lleva el perol echando humo diez minutos! En caso de que hayais
estado suficientemente listos como para parar el poche en su
punto, le volvemos a dar candela y le echamos las patatas, el bacalao crudo
en trozos grandecitos y la bechamel.
Llega entonces el momento que da nombre al plato porque
todo eso tiene que dar un par de hervores y si no le vas dando meneos al
perol te se pega todo y se forma una plasta que no se la comería ni
Quique después
del UTMB. Bueno no, Quique se come lo que sea.
Cuando todo haya estado diez minutitos haciendo un simpar
chup-chup lo dejamos reposar un ratejo y al plato. Ojo que este apaño
aguanta la calor mejor que un termo. Atentos a las lenguas.
Emplatamos y a disfrutar.
Eso sí, que no me entere yo de
que alguien me emplata el asunto en plan catedral de Salamanca
minimalista.
Cucharón y tentetieso.
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