Este fin de semana ha sido la rehostia. Así, sin paliativos.
MANU (nuestro CxC más heavy-metal) quiso que nos diéramos un largo paseo por la sierra madrileña a modo de entrenamiento, aperitivo o ensayo general antes del lío del Mont Blanc.
Y nosotros, que somos de personalidad débil, dijimos que sí a la primera.
JORGE y yo teníamos que ir para acompasar ritmos, limar asperezas atléticas con determinadas partes de nuestra anatomía y comprobar si estamos haciendo bien las pocas cosas que hacemos de cara al UTMB.
LUIS tenía que venir porque le encanta recorrer nuevas rutas y, además, porque una de las programadas sería la de la CUERDA LARGA, una de ésas que se le meten en la cabeza manteniéndolo en vilo hasta que consigue hacerla. Una "luisada", vamos.
RAMÓN necesitaba, por fin, reencontrarse con los miembros "originales" de CxC después de un tiempo "desaparecido" y los miembros "originales" necesitaban al muchacho de los enormes gemelos trillizos para meterlo en vereda y mantener el grupo compacto y bien peinado.
Los demás no podían venir. Ellos pasarían envidia y nosotros los echaríamos de menos.
Por otra parte, Manu había invitado a más amigos. A MARIAN, una corredora del "Tierra Trágame", una "Woman WindXtrem", de las que da gusto ver subir como una "cabrilla" por los sitios más escarpados y bajar como flotando entre las piedras como si no le costase en absoluto. Y Marian había traído a ALBERTO para que nos acompañara el primer día, un neófito en lo de correr por la montaña, pero todo un experto biciclista de "enduro" (de esos que da miedo ver cuando se tiran monte abajo como si no tuvieran frenos, ni mujer que dejar viuda).
El segundo día, vendría JAVIER, otro amigo de Manu que se está adentrando en las distancias más largas por la montaña.
Jorge, Luis y yo llegaríamos a Madrid el jueves por la noche. Así no tendríamos que madrugar tanto. Risas, chascarrillos de los de siempre y unas hamburguesas riquísimas en "Alfredo´s Barbacoa", regadas con tres medios litros de cerveza fresquita y un gin-tónic después en "The Red Lion" que nos pillaba de paso antes de dormir.
De los excesos nos acordaríamos al día siguiente... Y menos mal que no me dejaron pedir el "lomo alto de cebón 500 g"...
01/08/2014: El Escorial - Cercedilla: 50 km. 2.250 m. D+
El viernes temprano llegábamos a Miraflores de la Sierra (lugar donde terminaríamos la última etapa) para dejar nuestro coche allí y subirnos en el de Manu hasta Cercedilla para encontrarnos con Marian y Alberto y allí coger un tren que nos llevara a El Escorial, inicio de la aventura del fin de semana.
Llegamos cinco minutos tarde, perdimos el tren y trastocamos absolutamente los planes del día. Ahora tendríamos que ir en coche a El Escorial. Las caras de Marian y Alberto no podían ser más explícitas. Nos querían matar, aunque su educación les obligó a forzar la sonrisa y decir "no pasa nada". Veían por primera vez a los CxC y eso impresiona (desde un punto de vista negativo, claro)
Empezamos la ruta y, sin saber muy bien por qué (no nos acordábamos de las cervezas, ni del gin-tónic) Luis y yo comenzamos a sudar de lo lindo nada más echar a andar. Los demás iban subiendo normalmente y nosotros echábamos el higadillo a cada zancada. En el km. 3 tuvimos que decir a los demás que siguieran, que nosotros subiríamos más despacio. Luis comenzaba a ponerse blanco y yo, aunque no me veía, me notaba amarillo limón, tirando a azul cadáver. Luis comenzó a vomitar hasta la primera papilla que tomó de niño. Yo no quería vomitar, pero me mareaba. Él dijo que se "rajaba", que se iba al coche. ¡No llevábamos ni 4 km.! Yo notaba que me moría a rajas, pero si lo decía tendríamos que irnos los dos, así que puse cara de hermano mayor y dije: "Luis, hazme caso. Vamos a parar un poco. Yo me quedo contigo (como si me estuviera sacrificando, cuando en realidad no tenía fuerzas ni para dar un paso más). Comemos algo y seguimos". Luis dejó su mente en blanco y se entregó, poniéndose en modo "dime-lo-que-tengo-que-hacer,-que-yo-lo-hago".
En cinco minutos estábamos subiendo otra vez con más pena que gloria. A partir de ese momento todo fue a mejor. Subimos unos 700 metros de desnivel positivo y, una vez arriba, las cosas empezaron a verse de otra forma...
Hasta que nos perdimos y nos volvimos a perder y subimos y bajamos y volvimos a subir... Toda una aventura en la que lo pasamos en grande.
Vimos caballos, refugios de montaña, un búnker... Así hasta que llegamos al Puerto de Guadarrama y su asador El Alto del León, donde repusimos fuerzas para seguir hasta nuestro destino: Cercedilla.
No es que Luis sea un "montaje" es que estaba desorientado |
El hombre que "sus robaba" los caballos |
Al lado del búnker |
Marian y Alberto, que al adelantarse un poco no se habían perdido y habían hecho menos km que nosotros, decidieron alargar un poco más y pasar por la Peñota para ir a Cercedilla. Así les saldrían unos 36-39 km.
Nosotros teníamos que seguir el GR 10, después un ramal señalado con marcas verdes y, posteriormente, el PR 30 que nos llevaría directamente a Cercedilla. Sin embargo, nos dio por perdernos otra vez y empezamos a subir, como si no costara, hasta que nos dimos cuenta de que íbamos camino de La Peñota. Así que tuvimos que desandar lo andado y bajar lo que habíamos subido hasta encontrar el ramal correcto y dirigirnos hasta nuestro destino.
Al final, después de los despuéses, 50 km y unos 2.250 m D+ para nuestras piernas que, aunque algo cansadas, habían respondido a la perfección a pesar incluso de que las de Luis y las mías creyeron morir a solo cuatro kilómetros de empezar.
Ya en Cercedilla, recién llegados. |
Al llegar nos esperaba Ramón (Oh, Lidl) que nos pidió una cervezas fresquitas y unas tapas para que esperáramos a que llegaran Marian y Alberto. Mientras, mirábamos el cielo gris sobre nuestras cabezas. Eran las nueve y no nos apetecía dormir al raso por si nos pillaba la lluvia que ya hizo acto de presencia cuando estábamos perdidos. Finalmente, Marian, Alberto y Ramón harían vivac en las Dehesas de Cercedilla y nosotros cuatro (Luis, Manu, Jorge y yo) estiraríamos las patas en el Hostal Longinos El Aribel, un hostalito muy majo, limpito y a buen precio justo al lado de la estación.
Había que cenar. Ramón tendría que acercar a los que tenían el coche en El Escorial (Manu y Marian) y Alberto iría a buscar sitio para hacer vivac. Pero teníamos hambre, mucha hambre.
Así que sin ducharnos, con un simple cambio de camiseta y con la ayuda de las toallitas húmedas nos aseamos lo que pudimos para entrar en el Restaurante Cambalache, un italiano que nos había recomendado un señor del pueblo. Al principio, cuando nos vieron llegar nos quisieron "colocar" en la calle, a lo que nos negamos. Nos acomodaron en la zona interior y nos sirvieron una rica cena, aunque no lo suficientemente abundante para el hambre que llevábamos.
Esperando la cena. Y los dedicos de Luis... |
La cosa se alargó y, entre pitos y flautas, debimos estar allí unas dos horas y media. Entre tanto, el bueno de Alberto ¡Dios Santo! casi nos arruina la noche (por no decir la vida) cuando nos dijo que comer jamón en una prueba deportiva era poco menos que "cagarla". No, joder, no... Eso no se hace en presencia de Jorge... Por un momento creí que Alberto moriría estrangulado. Menos mal que Jorge, a pesar de su amoralidad extrema, es un hombre respetuoso (bueno, eso y que estaba enfrascado en sus tortellini con salmón como un perrete hambriento y no hacía caso a nadie). La verdad es que echamos unas risas entre todos y lo pasamos en grande en un sitio agradable y con una comida bastante rica.
02/08/2014: Cercedilla - Puerto de Navacerrada. 23 km. 1400 m. D+
El día anterior habíamos hecho más kilómetros de la cuenta, así que el segundo día haríamos menos de lo previsto.
Comenzamos la jornada en Casa Cirilo, dónde estaban los que habían dormido al raso -Marian y Ramón- y Javier, que se incorporaría al grupo en esa jornada. Alberto se había marchado a pegarse un tute de campeonato en bici después de su estreno en lo de correr por montaña.
Antes de salir cargamos pilas con un bocadillo de tortilla francesa con jamón que nos supo a gloria, lo que nos proporcionó fuerzas y ánimos suficientes para ascender por la senda borbónica hasta llegar al puerto de la Fuenfría. Desde allí, bajamos por el arrastradero de troncos, haciendo en camino inverso del Gran Trail de Peñalara (GTP), lo que nos encantó al poder comprobar lo bonito que era ese mismo lugar que un año antes nos hizo resoplar cuando llevábamos unos 90 km en las patas. Después enlazamos con el GR. 10.1, llaneamos a buen ritmo entre bosques preciosos con una temperatura ideal hasta llegar al Puente de la Cantina, donde encontramos a un corredor herido al que tuvimos que auxiliar, utilizando por primera vez el betadine de mi botiquín (parece que jamás va a utilizarse, pero cuando pasa algo debe estar ahí).
Entra la Fuenfría y el puente de la Cantina |
Después comenzamos a ascender sin parar hasta el Puerto de Cotos, donde hicimos una parada técnica en la famosa Venta Marcelino para echar una cervecita con limón y comer algo antes de seguir el ascenso por la Senda del Noruego hasta el Alto de Guarramillas, también conocido como Bola del Mundo.
Reponiendo electrolitos en Venta Marcelino |
Servidora, Jorge, Ramón, Marian -en holograma- y Javier |
Jorge, Ramón y Marian llegando a la Bola del Mundo |
Una vez arriba, estuvimos moneando un rato, haciendo fotos y riéndonos como si no hubiéramos corrido en toda la mañana.
La "escuadra" de Marian |
El "trípode" de Ramón |
La "cucaracha" de Manu |
Desde allí, Marian se puso al frente (una vez más) y nos llevó en un periquete hasta abajo en un frenético descenso "a cholón" por la pista de esquí. Cuando tocamos el cemento, miramos arriba buscando a Manu que se había quedado atrás. No se veía. Ni por la pista de esquí, ni por la que va haciendo eses, ni por la de cemento... Había desaparecido. Teníamos que verlo y no aparecía. Yo ya comenzaba a ver las zonas oscuras como si fueran el cuerpo de Manu -vestido de negro- tirado en el monte... Preocupados, Jorge y yo comenzamos a subir para ir en su busca, hasta que el muy desgraciao nos llamó desde abajo para preguntarnos cuándo llegábamos. Había cogido un camino mucho más suave para llegar a abajo, dándole tiempo a bajar mientras nosotros pensábamos qué haríamos con su cuerpo... ¡La madre que lo parió!
Al final nos salieron 23 km y 1400 metros D+
Al final nos salieron 23 km y 1400 metros D+
Ya todos juntos, menos Javi, que había quedado con su contraria, nos dirigimos a Venta Arias para reponer convenientemente las calorías perdidas. Albóndigas para Marian, bocadillo de lomo para Ramón, bocadillo de morcilla (y menuda morcilla) para Manu y judiones de la Granja para Jorge, para Luis y para mí.
Obsérvese el tamaño anormal de la morcilla comparado con el tamaño normal del reloj |
Pronto estaríamos en el Albergue de Peñalara (antes incluso de que vinieran a abrirnos), echándonos en la misma puerta una mini-siesta que nos recompuso totalmente.
Cuerpas al sol en la puerta del albergue de Peñalara |
Solo estábamos alojados nosotros. Nos instalamos, nos duchamos y nos fuimos al río a meter las piernas en el agua helada lo que nos dejó como nuevos para el siguiente día.
Crioterapia barata |
A las 20:30 comenzábamos a cenar en el Albergue una ensalada "con de to" y una estupenda ración de lasaña casera riquísima, pan, agua y postre lácteo de chocolate.
Antes de las 22:00 horas, con algo de luz entrando por la ventana, estábamos encamados y más anchos que largos.
03/08/2014: Puerto de Navacerrada-Miraflores de la Sierra: 28 km. 1000 m. D+
Domingo, 8:00 de la mañana. Desayuno en el Albergue de Peñalara. Pan, mantequilla, mermelada, bollería, galletas, café, cola-cao, leche... y al campo.
El principio fue matador. Había que subir los 400 metros de desnivel hasta Bola del Mundo (2.265 msnm) del tirón y sin calentar. Hacía frío y viento, pero allí comenzaba la ruta de la Cuerda Larga, la que tanto tiempo había querido hacer Luis.
Las antenas de Bola del Mundo |
El día estaba nublado y casi no nos dejaba ver lo impresionante del paisaje a ambos lados de la cuerda. En cuanto abría por algún lado, alguien decía: "¡Mira, mira, mira! ¡Qué bonito! ¡Impresionante!"
Manu nos iba explicando por dónde íbamos pasando (cerro de Valdemarín, Cabeza de Hierro Menor, Cabeza de Hierro Mayor, collado de las Zorras, Navahondilla, Bailanderos, collado de la Najarra) y qué teníamos a nuestro alrededor (la Pedriza a nuestra derecha se veía preciosa).
Entre tanto disfrute, también hubo tiempo para hacernos fotos, reirnos, comer, beber y (a pesar de su ineficacia en la reparación muscular inmediata) comer un jamón que nos supo a gloria.
Paradita para comer algo |
Alegres y ufanos |
Un "planking" |
Un "saco de patatas" |
Luis, al fondo, confundiéndose con el vértice geodésico |
Una vez en el collado de la Najarra descendimos por un sendero muy disfrutón hasta el Puerto de la Morcuera, tanto que Ramón se despistó un poco, torciéndose el tobillo y dando con sus huesos en el suelo, rompiéndose las mallas un pelín e hiriéndose el orgullo más que el cuerpo.
Al llegar a la Morcura nos acordamos del avituallamiento del GTP del año pasado. Llegábamos allí al amanecer. Nos acordamos de la calurosa y cariñosa recepción por parte de Mercedes Rita Pels en el avituallamiento, de que a Jorge se le calló el jamón al suelo (lo que no impidió que nos lo comiéramos)... de momentos que se quedan grabados en la memoria de una prueba ultra con independencia de que puedan situarse con precisión en el mapa.
Ya solo quedaba bajar y bajar; primero por un sendero y después por pistas para evitar que el tobillo de Ramón volviera a fallar. Afortunadamente, nos seguíamos sintiendo enteros y fuertes (incluso un poco guapetes).
Pronto estábamos en Miraflores de la Sierra, fin de la etapa y de la aventura del fin de semana.
Buscamos la parada del bus que llevaría a Manu hasta el Puerto de Navacerrada para recoger su coche. Allí mismo encontramos una fuente en la que metimos los pinreles para gozo y disfrute de éstos y del resto del cuerpo. Justo en frente había una pizzería, lo que nos facilitaba la labor de reponer fuerzas.
Con los pies en remojo |
El pobre Manu tuvo que coger el autobús antes de que salieran las pizzas, así que tuvimos que llevarle su parte a Casa Cirilo, donde estaba el coche de Marian y el de Ramón para distribuir equipajes y marcharnos cada uno a nuestra casa.
Gracias a Manu -al hambriento Manu en aquellos momentos- había transcurrido un fin de semana de los de recordar durante toda la vida, unos días de correr por el campo sin otro objetivo que disfrutar, con amigos, sin pretensiones, salvo la de llegar allí arriba o a la parte de aquel monte que se ve a lo lejos.
Ahora solo queda que pasen unos días hasta que llegue el 29 de agosto para enfrentarnos al que seguramente se convertirá en nuestro amigo, el Mont Blanc, con independencia de que nos ponga más o menos resistencia para ello. Haremos lo posible por conquistarlo con las armas que tenemos. No son muchas, pero son las nuestras: paciencia, constancia y humor para enfrentar los momentos duros -que sin duda llegarán- y para disfrutar de los buenos, esos que, al final, son los que quedan mejor grabados en nuestra memoria.
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