Sí, esta semana (Santa) también fue para mí una SEMANA DE PASIÓN. Y es que, últimamente, además de mis chicas, me apasiona correr por el campo. Y corro también de forma apasionada. No es que corra sin tino, ni que busque la extenuación, ni siquiera mis límites. Corro y disfruto, sin más. Y cuando más disfruto es cuando lo hago por el campo. Sobre todo si el sitio es nuevo, no sé por dónde voy, ni qué me voy a encontrar. Por eso me gusta más el campo que la ciudad, los caminos más que la carretera, el sendero más que el camino y el campo, sin más, más que cualquier otro sitio. Y lo bueno es que, vayas donde vayas, más lejos o más cerca, está el campo. No sé por qué, pero casi todo está siempre en mitad del campo. Madrid está en mitad del Campo, Ciudad Real está en mitad del campo, el pueblo más pequeño está en mitad del campo. No he estado en New York, pero seguro que está en mitad del campo. Y dije casi, porque hay sitios –los menos –que están entre el campo y el mar…
El miércoles por la noche llegué a uno de esos sitios: Guardamar del Segura (Alicante). Estaría cuatro días. Correría dos.
El jueves lloviznaba y el viento fue lo más destacable meteorológicamente hablando. El viernes abrí el ojo a las 8:30, mientras las niñas dormían. Miré por entre las rendijas de la persiana: Un día radiante. Salí sin hacer ruido, preparé mi mochila hidratante, un plátano, unos frutos secos, el móvil, la gorra y me fui a correr.
No había corrido ni un kilómetro cuando encontré un camino que apuntaba hacia el monte. Lo seguí hasta ver un estrecho sendero que se adentraba en un bosquecillo precioso.
Después del bosque, monte bajo durante unos tres kilómetros de preciosa ascensión. Cuando me di cuenta me encontré con un cartel indicando que aquél era el punto más alto del término municipal.
Las vistas desde allí eran preciosas. Podía ver todo el pueblo de Guardamar, Santa Pola, la isla de Tabarca, La Mata y el mar, el inmenso mar… Impresionante. No es lo mismo verlo en la foto
A unos doscientos metros había un vértice geodésico. Y allí un mountainbikero que resultó ser de Rojales (un pueblo cercano que también se veía desde allí en dirección al interior) y que me indicó algunas rutas que había por allí. Charlé un rato con él, se marchó y comencé a bajar el monte por el lado contrario de la subida hasta que, sólo a unos cincuenta metros, me encontré con lo que resultaron ser unas trincheras construidas en la guerra civil. Como no podía ser de otra forma, me metí en ellas e imaginé como dispararían desde allí al que osase alcanzar el lugar. Menudos serían los del destacamento de Cartagena…
En una especie de cueva que serviría en su día para proteger a los atrincherados descubrí unas plumas que al acercarme se convirtieron en tres polluelos de abubilla, todavía en plumón (sé que eran abubillas porque he buscado en google "fauna de guardamar").
Después de hacer las fotos de rigor e imaginar lo que pudo suceder allí en el año 36 comencé a bajar hasta llegar a un camino con un cartel que rezaba “Camino de la Calera”. Media vuelta por donde había venido para subir nuevamente. Al empezar la subida alcancé a un grupo de biciclistas, superándolos por su izquierda –como mandan los cánones – para satisfacción del menda que, en plan chulito, les decía: “holaaaa, holaaaa, venga, ánimo que queda poco para llegar a arriba”. Me puse más ancho que largo al ver que mis piernas eran más rápidas que las suyas (y eso que las suyas se ayudaban de piñones, platos y demás). Luego, al bajar, fueron ellos los que me dijeron a mí: “adiooos, adiooos, venga campeón”. No pude resistirlo y me tiré monte abajo por sitios inaccesibles para las bicicletas hasta que, recortando como pude, les alcancé nuevamente y les pasé. Oí a uno que le decía a otro: “¡Qué cabrón, mira cómo va, qué huevos!”. Sólo dije: “Vengaaa” y ellos contestaron con palabras de ánimo que a mí me parecieron incluso de admiración. Creo que me puse cachondo. ¡Cómo somos los tíos! Competitivos, chulos, arrogantes, vanidosos… Bueno, no sigo que me descubro. (Ya, ya sé que todos los tíos no son así, pero yo sí). El caso es que bajé como un tiro aún a riesgo de pegármela. Vuelta por donde vine con las piernas cansadas, el ego por la nubes, las fotos en el móvil y unas ganas terribles de que llegara otro día para volver a descubrir nuevas sendas que correr.
Al llegar a casa me encontré con unos churros fantásticos que me supieron a gloria bendita (que no sé si alguien sabrá a qué sabe eso, claro).
El sábado descansé y el domingo de resurrección reviví mis correrías del día anterior, llegando esta vez a otra montaña cercana en la que a medio camino se encuentra el depósito del agua que abastece al pueblo. Al llegar casi a arriba, hice esta foto.
Las vistas igual de bonitas que las del viernes pero sin sol. Llegué nuevamente a las trincheras, vi los polluelos, el vértice geodésico, el punto más alto del término municipal… pero esta vez al revés, llegando por el “camino del moncaio” accediendo a la parte más alta desde el sur (el viernes llegué por el norte) y bajando por la senda por donde bajan los ciclistas que tiene bastante menos peligro que la que había hecho yo el día anterior. Algo más de recorrido, lo que significa más tiempo, más cansancio, pero más disfrute psicológico y más tiempo para dejar volar la mente o, como en este caso, pensar en cosas que no sirven para nada. Esta vez, me descubrí pensando en las procesiones católicas, en la chorrada supina de la procesión de los ateos que había habido en Madrid, en los exagerados que últimamente ven ataques contra el catolicismo por todos sitios y en la mayoría de la gente que, en mi opinión, pasan tanto de los unos como de los otros. En cuanto me di cuenta de que estaba pensando esas cosas, me paré, me comí un plátano sentado en una piedra, eché un trago de agua, un pis y seguí corriendo como de costumbre, sin pensar en nada…
Ese mismo día por la tarde tenía que volver a casa. ¡Qué pronto se acaba lo bueno!
Menos mal que en Ciudad Real también hay churros…
5 comentarios:
Muy currado el post. Me ha gustado mucho.
Saludos.
pobres bicicletistas, no sabían que se enfrentaban a un tío que, como dice tu padre, tiene más cabeza que dios talento.
Gracias, Stephen!
Estos comentarios se agradecen. Viniendo de ti, más.
Quique
Es oficial … ¡¡¡Quique has perdido del todo la cabeza!!!
Bea
Quiqueeeeeeeee!!!!! tenemos que quedar más en el España, esto se nos está llendo de las manos. Pedro.
Publicar un comentario