(Transcripción íntegra y literal del artículo publicado hoy en el diario "Lanza". Como no podía ser de otra forma, ha sido escrito por nuestro literato, periodista de pro y, a la sazón, Secretario del CDE CorriendoporelCampo: D. JORGE UREÑA.. ¡Un gustazo!)
42 kilómetros? ¡”Amos” anda!
Debo reconocerlo: mentí. Hace un par de años, por estas fechas, en un especial igualito que éste, falté a la verdad. Además, no fue un faltar a la verdad así como sin querer, no. Fue premeditado. Escribí un artículo sobre el maratón y al final lancé un: “así que prometo correr algún año el maratón de mi pueblo” (o alguna barbaridad por el estilo).
Era una gran mentira. Era la madre de todas las tomaduras de pelo. Era un brindis al sol de noche y con la copa vacía. Era una promesa más falsa que el negro de Ana Rosa Quintana cantando una de Milli Vanilli. En fin, que ni yo mismo creía en mis palabras.
Sucede que, sin saberlo, me estaba equivocando. La mentira se negó a sí misma y se convirtió en verdad. ¡Oh, paradoja!
¿Voy entonces a correr el maratón de Ciudad Real? Sí. ¿Y cómo es eso? ¿Cómo un cambio tal? Qué se yo.
Yo era un tipo normal y como bien dice Mateo Gómez Aparicio los tipos “normales” no corren maratones, así que tal idea no rondaba mi cabeza. Bueno, lo que dice el alma mater de la prueba capitalino-churriega es que “una media maratón la puede correr cualquiera, un maratón no”. En mi condición de ser humano “normal” acataba el axioma y no se me ocurriría jamás pensar en rebatirlo.
¿Cómo se obró el cambio? ¿Cómo se transformó un ser normal en un aspirante a maratoniano nada menos? Insisto: ¡Qué se yo!
El caso es que ciertas personejas me instaron a retomar el deporte de forma más o menos seria, tal era el tamaño de mi “faja abdominal”.
La cosa empezó como un pasatiempo que metía más calorías en el cuerpo de las que quemaba. Como cada vez que salíamos a correr luego nos íbamos a comer, la cosa no funcionaba demasiado bien. A cada carrerita de media hora le seguía una pantagruélica sucesión de carnes magras a la brasa como para llenar un agujero negro, sin hablar de la cerveza. El pescado cocido ni sabíamos que existía. Ahora sospechamos de su existencia, pero no se nos ocurre acercarnos siquiera.
Así eran nuestras existencias: apacibles, serenas, tranquilas como un lluvioso domingo por la tarde.
Ahora vivimos en una película de acción, nos levantamos al alba los domingos y corremos kilómetros y kilómetros sin nadie que nos persiga, ni incendio que apagar. A veces, incluso, disfrutamos. Entre semana no fallan al menos tres carreritas.
¿Cómo tal cambio? ¿Cómo? Ni respondo.
Pasó lo que suele pasar en estos casos. Alguien dijo: “¡no teneis narices a hacer una media maratón!”. ¡El apocalipsis!
Tres semanas después estábamos enfilando uno tras otro 21 kilómetros de asfalto.
Hay que reseñar que nosotros somos más de correr por el monte donde los caminos son más blandos, los paisajes más bonitos y las cuestas cuestan más.
Superado el reto de la media nos dimos al vicio del correr ya sin tino ni mesura. Seguíamos inflándonos de comer en cuanto la ocasión se presentaba. Si no se presentaba nos presentábamos nosotros, que no está la cosa para penar por penar. Pero como corriamos por el campo con tal asiduidad nuestros orondos cuerpos perdieron parte de su orondez. Ahora éramos aerodinámicos y eso había que aprovecharlo.
Llegó el cambio radical cuando alguien nombró al innombrable: maratón.
La palabra nos asustó en un principio, pero como ya eramos un club, CDE Corriendo Por el Campo y teníamos un blog: www.corriendoporelcampo.blogspot.com, nada ni nadie podía pararnos.
El reto estaba ahí y nuestros cuerpos aquí. Sólo faltaba hacerlos coincidir en el tiempo y el espacio a poder ser con una mínima preparación.
Desde aquellos días a estos han pasado por nuestras piernas cientos de kilómetros. Lo que un año antes era un reto casi imposible, acabar una media, se ha transformado en una anécdota de fin de semana y nuestros cuerpos... lamentablemente siguen más o menos igual.
Aún así tres amigos y el presidente del club nos juntaremos en la línea de salida este 30 de octubre, fijaremos nuestras miradas en un punto del infinito y diremos al unísono: “¡después de esta nos vamos a inflar de carnaza y cerveza!”. Ese es el espíritu. Y como quedaremos cuatro horas después para comer, no sería raro que nos ensiláramos 42 kilómetros y pico que es una cosa que nos han dicho que abre el apetito.
De si acabamos o no la maratoniana aventura con éxito tendrán ustedes noticias el mismo lunes 31, porque mis compañeros de trabajo amenazan con no dejarme descansar ni después de semejante paliza. Ya veremos. Suerte a todos los chalaos que tomen parte en esta bendita locura.
5 comentarios:
Muy bueno el artículo.
Estupendo artículo!
Dormir bien y descansad. Nos vemos en la meta!!
Enhorabuena por echarle un par y hacer el Maratón, nos vemos en el bar, digo en meta.
Gracias a todos! Todos tenéis algo que ver en la consecución de este "retejo"
Enhorabuena a todos los del club y al autor del artículo, muy divertido y tan real como la vida misma, ¿por qué será que la mayoría empezamos por lo mismo.. a que no hay huevos de...? :-)
Ahora a disfrutar de la comida unos días y enseguida a correr por el campo, que lo tenéis bien bonito por ahí.
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