Nos habíamos quedado a los pies del Castillo de Calatrava la Nueva.
Luis y yo teníamos la intención de trotar hacia el Valle de los Perales, unos cincuenta kilómetros en dirección sur, para hacer vivac allí y continuar al día siguiente hasta el P.N. de Despeñaperros. A pesar de ello, ninguno de los dos teníamos experiencia ni en vivac, ni en acampada, ni hemos sido boy scouts...
Ya habíamos preparado los bocatas, habíamos revisado el contenido de las mochilas y nos disponíamos a salir cuando Luis se da cuenta de que la parte final del tubo de su bolsa de agua de litro y medio (el "pitorro" de beber) pierde algo de líquido. Parece fruto de la presión de la mochila al ir tan cargada, pero no creemos que sea grave. También lleva un bidón de medio litro en la cintura. Y yo dos litros de agua en mi mochila.
El castillo, Luis y yo |
Conocíamos los primeros 15 km. El resto, sería una aventura en toda regla.
Nada más salir del castillo, hay que cruzar la carretera, seguir de frente y atravesar la ruta de D. Quijote para dirigirse a la Atalaya de Calzada, una finca pública vallada y con la caza arrendada a particulares.
Cuando has recorrido unos dos kilómetros encuentras una valla con el único cartel de "coto privado de caza", nada dice de que la finca es pública, de quién es o cómo se puede visitar. O te buscas la vida (o te encuentras al guarda una vez que la has saltado, como ya nos pasó una vez) o no te enteras de nada.
Esta vez teníamos llave.
Pero la llave no abría. Así que tuvimos que saltar. No había más remedio. En cualquier caso, no solo teníamos la llave (que no abría), sino que contábamos, además, con el permiso de la policía municipal. Aún así, tampoco nos apetecía encontrarnos al guarda, así que caminamos y corrimos prácticamente en silencio. A pesar de ello, fueron muchas la perdices que asustamos con nuestras pisadas.
El paisaje que se contempla al comenzar a subir es absolutamente impresionante. Desde allí se domina todo y la vista alcanza hasta lugares que no sabemos reconocer, salvo grosso modo.
De momento, vamos vigilando la carga. El saco y el aislante no se mueven casi nada y, lo que es mejor, el movimiento de éstos no se aprecia al correr en absoluto. Además, hemos colocado alguna cosa más entre los cordones de sujeción. Yo, el cortavientos. Luis, los mapas de la primera parte.
La subida la hacemos sin parar y a buen ritmo. Pronto rompemos a sudar, pero cuanto más subimos, más fresco hace y el viento nos seca la piel y las camisetas.
Rápidamente llegamos a La Atalaya de la Calzada (1.118 m), el punto más alto de la primera jornada. A partir de ahí empezamos a bajar, salvo algún cosa (que diría Mariano). De repente, vimos gente más abajo, por el camino donde teníamos que pasar, al lado de unas construcciones. Pensamos que sería el guarda de la finca con alguien más. Pronto pasaríamos corriendo por delante de ellos. Al llegar vimos que todos vestían camisetas amarillas. Y jugaban con palas de pádel en un campo de tierra, pero con la red alta, como de voley; una especie de bádminton con palas y pelota.
Se quedaron alucinados al vernos.
- ¿De dónde venís así corriendo?
- Del Castillo de Calatrava
- Y ¿Dónde vais?
- Al Valle de los Perales (contestamos como si fuéramos Dora la Exploradora y el Mono Botas)
- ¡Estáis locos!
- Tampoco es muy normal ver un grupo de personas vestidas de amarillo en mitad de la nada jugando a la pelotita.- Dijo Luis sonriendo, provocando las carcajadas de todos.
Eran del servicio de extinción de incendios de la Junta de Comunidades. Estaban allí, pasando el rato, por si les necesitaban para una emergencia. Después de que nos desearan suerte seguimos nuestro camino, pero unos metros después vimos que éste se partía en tres. Al pararnos acudió otro de los "habitantes" de aquéllas construcciones en mitad del monte. Éste no llevaba camiseta amarilla.
- ¿Queríais algo?
- Estábamos pensando... No sabemos si tenemos que ir por el camino del centro o por el de la derecha.
- ¿Dónde vais?
- Queremos salir de la finca por la puerta que hay justo antes de llegar a la zona recreativa
- ¡Ah! Entonces es por ese camino de ahí.- Nos dijo señalando el camino de la izquierda.
- Creemos que no, o es el del centro o es el de la derecha. El de la izquierda no puede ser. Mira el mapa.
- Ah, ¡Que lleváis mapa!
- Sí. Mira.
- A ver, ¿Dónde está el Norte?
- Mira, estamos aquí y no sabemos si es por aquí o por éste.
- Claro, lo que yo os digo, es por aquí y ese camino es éste.
- No. Mira...
- ¿Dónde está el Norte? A ver... ¿Dónde está el Norte?
- Mira, es que éste no puede ser, porque...
- Pero ¿Dónde está el Norte?
Tuve que sacar el móvil, utilizar la brújula y mostrarle al fulano DÓNDE ESTABA EL PUTO NORTE.
Al verlo, dijo:
- ¡Claro! lo que yo decía... Es que me habíais dicho que queríais salir y aquí, al final del camino que yo digo, hay un puerta...
- ¡Vale!. Exclamé yo
- Oye, y... ¿Qué sois vosotros exactamente?. Dijo Luis para cambiar la conversación y evitar que yo siguiese hablando al verme la cara de "estetíoestontooqué".
- Somos... personas. Y bomberos.
El debía ser bombero-torero... (con perdón para los bomberos-toreros). Con lo majos y simpáticos que eran el resto...
A pesar de todo, Luis, con su buenos modales y su natural educación, le agradeció su amabilidad. Nos despedimos de él y salimos corriendo por el camino de la derecha, diciendo entre dientes "¿Dónde está el Norte?... ¿Dónde está el Norte?...
Bajada, subidita, otra antena, más bajada, más paisaje... La zona es preciosa y está perfectamente cuidada. Merece la pena dar un paseo por allí.
Habían pasado algo más de dos horas desde que salimos y ya estábamos al final de la finca, a unos 16 km del inicio del recorrido. Otra puerta y otro candado que nuestra llave tampoco conseguía abrir. Otro salto. Más bajada. Unos 500 metros y llegamos a la carretera CR-P-5041 (que lleva a la localidad de Huertezuelas), otros 500 metros más por asfalto y llegamos a la zona recreativa "Virgen de Valverde", un remanso de paz, tranquilidad, sombra y agua, un agua fresca de una fuente al pie del camino. Allí hicimos nuestra primera parada para rellenar a tope los depósitos de agua, comer unas barritas y unos frutos secos. Descansamos unos 15 minutos y seguimos por la misma carretera, otros 500 metros más, hasta encontrar un camino a la derecha para, poco después, alcanzar lo que en el mapa se indicaba como "Cañada Real de la Plata".
Saliendo de la zona recreativa "Virgen de Valverde" |
Cañada Real en amarillo |
Es por ahí, hay que seguir, pero no hay ni rastro de camino, ni senda, ni nada que suponga una vía de paso. Campo, campo y más campo. Parece que vamos por el sitio más bajo, pero nos damos cuenta de que no siempre es así. El móvil vuelve a pitar. Es todo igual. Sin duda vamos en buena dirección, solo hay que mirar el mapa y ver que vamos más o menos bien orientados. Sin embargo, como no hay camino, ni senda, ni nada y el monte está cerrado nos cuesta mucho trabajo avanzar entre duros macizos de chaparros. Nos obligan a hacer numerosas eses. No corre ni una gota de aire. La mochila pesa bastante y después de horas ésta empieza a clavarse en los hombros. Hace mucho calor. Estamos sudando de lo lindo.
El tramo se hace eterno. Avanzamos muy despacio. Cada pocos metros tenemos que parar a ver el mapa y comprobar nuestra posición con Wikiloc. No hay referencias en el paisaje. En el mapa aparece un arroyo que finalmente encontramos. Está seco, pero no sabemos por dónde cruzarlo porque está prácticamente cerrado de vegetación y, cuando llegas a él, hay un desnivel completamente vertical de varios metros que hace que vuelvas por dónde has venido para buscar otro paso menos complicado. Nos da la sensación de que si vamos algo más al Este encontraremos un camino. Se intuye desde la distancia. Cruzamos unos campos de labor áridos, secos... Cada vez hace más calor, cada vez estamos más desesperados viendo lo poco que avanzamos y lo mucho que tardamos. Pero no decimos nada para que el otro esté más tranquilo, hasta que Luis se da cuenta de que se ha quedado sin agua en la mochila. Ha debido perderla por el camino. Solo tiene medio litro en el bidón. Yo llevaré menos de un litro. ¡Peligro!
Llegamos a lo que parecía ser un camino y, en su lugar, nos encontramos con una valla. Miramos al frente y vemos dos cerros y en lo alto de cada uno de ello una torre de vigilancia. Esto debe ser un fincón privado, pero el mapa no puede engañarnos. Por ahí pasa una cañada real. Según el mapa tiene que estar más al oeste, pero desde ahí no se ve nada. Decidimos seguir la valla en esa dirección. Cuando menos lo esperamos, después de una densa vegetación que nos obliga nuevamente a avanzar haciendo eses continuamente encontramos una puerta. Tiene un cartel, pero no vemos lo que pone. Al acercarnos podemos leerlo. ¡Qué alegría! VÍA PECUARIA, CAMINO PÚBLICO. Está abierta y solo hay que quitar un alambre para que el cerrojo nos deje pasar.
La ansiada continuación de la Cañada Real de la Plata |
¡Qué alivio! Además, parece que la vegetación se abre en ese punto. Nos animamos, pero lo bueno dura poco y a los treinta metros la maleza nos obliga nuevamente a buscar la forma menos "dolorosa" de avanzar. El recorrido coincide con un arroyo (seco) y la maleza ha tapado todo. Pronto la cosa se despeja y aparece un camino. Menos mal... Pero también dura poco. Ahora hay que subir, sudar, apretar dientes e intuir la forma más cómoda de llegar a lo más alto. No hay senda. No hay nada. Vamos cansados de tanta dificultad. Quizá lo que estamos haciendo no sea tan difícil, pero creíamos que esa zona sería la más fácil de todas por tratarse de una cañada real (Una cañada real debía tener una anchura de 90 varas castellanas -72,22 metros- y tenían la característica de ser trazados de muy largo recorrido -más de 500 km.-). Sin embargo, ese tramo nos estaba machacando. Todo es campo a través y tiene tanta vegetación que se ve más allá de diez o quince metros, lo que nos impide ir en línea recta o hacia un punto concreto. Quizá si lo hubiéramos sabido. Quizá si no hubiéramos creído que sería fácil. En esto de correr por el campo, en general, es muy importante la cabeza. Menos mal que tanto Luis como yo la tenemos de hormigón armado.
Cañada Real con más detalle. Por si vais, hemos señalado la puerta "oculta" |
Por fin teníamos que dejar la Cañada Real de la Plata y tomar un camino. ¡Por fin un camino! No obstante, para llegar a él había que abrir dos puertas, una justo detrás de la otra (¡en los mapas no aparecen nunca las puertas). Las dos están abiertas, pero la segunda no se mueve por la vegetación. ¿Cuánto tiempo hace que no pasa nadie por aquí? A base de darle literalmente varios empujones hacia un lado y hacia otro, logramos abrirla lo justo para poder pasar. Ya no tenemos ganas de saltar. Sigue haciendo mucho calor. Deben ser la seis de la tarde... Ya estamos en el camino de Juan Cantos, pero a mí también se me termina el agua. En el mapa aparecen símbolos de construcciones. En cualquiera de ella pediríamos agua. Seguimos encontrando puertas abiertas, pero las construcciones del mapa a las que vamos llegando -todas- están abandonadas. Aún nos queda un rato para llegar al embalse de la Fresneda, pero tampoco sabemos si allí habrá agua potable. Tenemos que seguir. Ya solo queda el bidón de Luis. Desde el camino se ve la "Tinada de Juan Cantos". Desde allí su color es marrón tierra, como todas las construcciones abandonadas que hemos visto hasta ahora. En cambio, a nuestra derecha, a lo lejos, se ve una casa blanca inmaculada.
Estamos fritos. Tenemos calor y sed y solo nos queda menos de medio litro para los dos. Tenemos que elegir entre seguir rectos, llegar a la Tinada de Juan Cantos y realizar el recorrido que Luis había preparado o ir a lo "seguro": llegar a la casa blanca inmaculada (en el mapa aparece como "Casa de la Fresneda"), pedir agua, rellenar depósitos y seguir el camino que nos llevaría al km. 7 de la carretera que llega hasta Viso del Marqués (CR-P-5024). Desde allí tendríamos que recorrer 4 km. por esa carretera (hasta el km. 3) para llegar al punto donde enlazaríamos nuevamente con el itinerario inicialmente marcado (al lado de una "Caseta Forestal").
Estamos fritos. Tenemos calor y sed y solo nos queda menos de medio litro para los dos. Tenemos que elegir entre seguir rectos, llegar a la Tinada de Juan Cantos y realizar el recorrido que Luis había preparado o ir a lo "seguro": llegar a la casa blanca inmaculada (en el mapa aparece como "Casa de la Fresneda"), pedir agua, rellenar depósitos y seguir el camino que nos llevaría al km. 7 de la carretera que llega hasta Viso del Marqués (CR-P-5024). Desde allí tendríamos que recorrer 4 km. por esa carretera (hasta el km. 3) para llegar al punto donde enlazaríamos nuevamente con el itinerario inicialmente marcado (al lado de una "Caseta Forestal").
Las dos alternativas: Roja (inicial) Verde (improvisada) |
No había duda, teníamos que variar la ruta prevista e improvisar para asegurarnos el agua. Estábamos jodidos y esa era nuestra solución.
Por desgracia, los caminos marcados sobre el mapa estaban "borrados" del suelo, lo que hizo que nuevamente tiráramos de mapa, de Wikiloc y de intuición. Tras alguna que otra "vuelta" nos reorientamos al cruzar el puente abandonado y casi derruido que se veía en el mapa. Desde allí pudimos ver un vehículo blanco en movimiento cerca de la casa. ¡Hay gente!
Pronto llegamos a la casa blanca inmaculada, primero a la parte que parecía ser la que albergaba la maquinaria agrícola. No se veía a nadie. No había nadie. Hubo que rodear la zona vallada para llegar al otro lado de la casa. Tampoco vimos a nadie. Al llegar vimos algunos vehículos, pero tampoco había rastro de gente. Nos acercamos más. Al estar prácticamente al lado de la primera puerta un teckel salió a nuestro encuentro ladrando y con sus ladridos otros dos perros negros, muy grandes, se pusieron en alerta y comenzaron a ladrar como si en vez de dos hubiera cien (o ese nos pareció a nosotros). Ni que decir tiene que dimos rápidamente media vuelta para salir de allí como alma que lleva el diablo. Nos paramos a cierta distancia. Los perros seguían ladrando. Si había lo oiría y saldría. Pero no salía nadie y los ladridos parecían sonar cada vez más cerca. Lo mejor sería salir de allí cuanto antes.
Nuestro gozo en un pozo. Habíamos variado el recorrido y no había servido de nada. Caminábamos cabizbajos, en silencio, despacio. Solo quedaba otra oportunidad en forma de símbolo de construcción en el mapa. Pero al acercarnos a ella vimos que en ésta tampoco había nadie.
Con todo lo que había sucedido desde que nos metimos en la cañada real, nuestra alimentación e hidratación habían sido pésimas, casi nulas. Nuestro afán había sido únicamente no perder el camino primero y encontrar agua después. Hacía tiempo que no bebíamos y mucho más que no comíamos. Habían pasado horas desde que habíamos parado en la zona recreativa "Virgen del Valverde". Ahora recordábamos aquel lugar como un paraíso.
Teníamos que comer y solo nos quedaban unos 150 cl. de agua. Había que parar y reponer fuerzas, reconsiderar la situación y decidir qué hacíamos. Sacamos uno de los bocadillos y lo partimos por la mitad. Yo (trituradora-man) pude comérmelo, pero a Luis no le entraba. Nos bebimos el agua. Faltaba algo más de 1 km para la carretera y unos 12 para llegar al Valle de los Perales. No sabíamos si llegaríamos. A veces, una distancia tan corta se hace "imposible" si tu cuerpo está como estaba el nuestro en ese momento (deshidratado y sin fuerzas). Solo quedaba una opción: seguir por carretera hasta Viso del Marqués (9 km.), recargar agua y seguir hacia el Valle de los Perales (+ 5 km). Sin embargo, no sabíamos si llegaríamos al pueblo. Al paso que íbamos tardaríamos unas 2 horas. Quizá más. Estábamos al límite. Quizá tendríamos que hacer auto-stop por la carretera. Si teníamos suerte alguien nos llevaría al pueblo. Pero, por otro lado, ¿quién pararía a dos tíos vestidos iguales, con una mochila y dos palos cada uno? Estábamos jodidos, bien jodidos...
(CONTINUARÁ)
(CONTINUARÁ)
1 comentario:
¡¡Madre mía!! ¡¡Porque os he visto y sé que estáis vivos!!. Pero que agobio me ha entrado con la búsqueda de agua. ¡¡Qué miedo dais!!
Publicar un comentario