La cosa es que salí yo solateras a echarme una subidilla a Alarcos pal coleto y la experiencia resultó ser de lo más grata llegando a momentos de ¡¡¡ahivalaostia!!! Y es que cuando uno no está absorto en las poderosas guitarás de Dream Theater, Mastodont, RATM... o escuchando las tonterías de mis compañeros de andanzas (¡Sos quiero, coño!) se centra uno en su propio ser. En eso que te vas metiendo en ti mismo y hay raticos que parece que ni estés. Concretamente en la subida a Alarcos (más de un kilómetro la madre que la parió) he estado in albis por lo menos diez minutos. Pero en blanco, oye. Yo era un corazón y un dolor de gemelos, nada más. Vamos que cuando me he dado cuenta del rato que llevaba sin pensar casi me he asustado. En fin, tontás mías.
Luego a la vuelta he tenido una aparición. A lo lejos diviso un bulto que va creciendo y que parecía ser un ciclista de dimensiones apocalípticas. A la que se acercaba el engendro empezaba a mostrar su anatomía acompañada de unos bufidos rítmicos aterradores. Por un momento creí que eran dos personas y es que el ser aquel se caía por los dos lados de la bici, parecía un motorista de esos de competición tumbándose para los dos lados a la vez. Qué cosa más grande. Cuando ya estaba a pocos metros de mí me di cuenta de que no tenía escapatoria. Si le hubiera dado por abrir la boca me habría engullido. Con el miedo como consejero (peores los he visto) levante la mano por si la abominación conociera señales de civilización. Un WEEEEEEHA!!!! medio animal, medio humano fue su única respuesta antes de seguir en busca de algún animal desprevenido al que deborar. Qué susto más gordo, con perdón.
1 comentario:
Genial! Me partía al leerlo
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