Un día el Abilio pensó: “¡Rediós, menudos cachos de
montes tengo en derredor de mi pueblo”. A lo que siguió un: “¿A que
monto una carrera? ¿A que la monto?”. Y la montó. Lo que no podía siquiera
imaginar el lebrel era que aquello que denominó MINEROS TRAIL fuera a
convertirse en un sitio de peregrinación de la familia CxC.
CxC y allegados |
El pasado domingo se celebró la segunda edición y no
podía faltar la presencia de las huestes “ceporceses”. Como además hacía
calorcito y después del carrerismo había migas se apuntaron también
las respectivas contrarias con los mochuelos dispuestos a rematar lo que
no pudieran ensilarse los padres.
La carrera es preciosa. Mu japuta, pero preciosa. Son 24
kilómetros con 1.200 metros de desnivel positivo (que se me hace mucho, pero me lo chivó ayer
en el cole Javi, el bombero, que tiene un reloj de esos con altímetro, velocímetro
y cosas tecnológicas).
El que suscribe -el nieto de la Lola- se presentó en unas
calamitosas condiciones, después de dos semanas con una infección de
garganta que me dejó las tragaderas en carne viva, el estómago sin
retención por los antibióticos y las fuerzas inexistentes. Los demás
ceporceses estaban como siempre, como bestias de la naturaleza que son. Este
último comentario no tiene que ser necesariamente bueno, ni
malo. Allá cada cuerpa.
Nada más salir, los tres toretes de turno -Quique, Miguel
y Guti- y el señor JAN (José Antonio para los amigos) salieron a escape. Y eso que a Guti se le salía un huevo
por unos pantalones que se puso que le van a costar un expediente
disciplinario, no solo por las hechuras sino por lo dispar del colorido,
sin contar con el poco recato de ir enseñando el GARMIN a cada paso.
Quique, Miguel, José Antonio y Guti. |
El caso es que servidor de ustedes se lanzó con los tres
a medirse con un cuestón de proporciones pornográficas de lo largo,
empinado y duro. Craso error. Las fuerzas me abandonaron y con ellas los
tres fieras del club que ni miraron para atrás por si me hubiera dado una
alferecía del calor que hacía. Así que me quedé solito entre desconocidos trailruners.
Por detrás debían venir el presidente, el lidl y algunos aledaños.
Mi primera reacción fue pararme, recuperar el hálito y esperar al
resto para correr el resto de la Mineros Trail en buena compañía y a un
ritmo más tranquilo. Pero la cuerpa me dijo que no, que quería
penar. Y yo que tengo menos personalidad que un camarón en tortilla cedí
y me puse al ritmo que la cuerpa quiso. Y luego resultó no ser tan
malo porque poco a poco fui acercándome a los correcampistas que iban por
delante y nadie me echaba mano por detrás (con perdón). Así que dejé de
maldecir mi mala forma e intenté disfrutar, algo a lo que nunca debí
renunciar. Ahí puedo empezar a comentar el recorrido porque ya no iba
cagándome en to. Y la verdad es que es un carrerón. Bonito, bonito.
Y a la que
me metí en un pinar a llanear un ratejo me encontré con los adelantados
del club que miraban a Quique con más extrañeza que de costumbre y él,
asimismo, mirábase el pie. A poco que hice las preguntas precisas
me enteré de que el gran pepino se había chafado un tobillo que le viene
dando disgustos de manera reiterativa. Y como voy a ser su co-equipier en
el Ultra Trail del Mont Blanc, donde vamos a penar más que el que se
tragó las trébedes, mandé al resto a correr como cervatillos y me quedé con
él. Charlamos, comprobamos que la mejor opción era que parara y a los
dos kilómetros me fui para adelante dispuesto a reencontrarme con el ritmo.
El ritmo no lo encontré en parte porque no ando bien de fuerzas, en
parte porque me encontré con un cuestón de asombrosas dimensiones. Estaba
dos puntos por encima de lamadrequeloparió y solo uno por debajo de
yoahínosubo. Después, cresteo realmente bonito en el que fui
adelantando gente (se ve que no hacen una criba importante en estas carerras)
llegué a un avituallamiento donde, sí, había cerveza. Botellín pal
coleto y a correr a la búsqueda de la meta que ya estaba empezando a
ponerse terca en llegar.
Antes de verme de morros contra el pueblo me encontré con
un gracioso giro a izquierdas y otro cuestón, menos largo que el
anterior, pero igualmente (¡cabrón, joputa abiliositecojoteavío!)
empinado (cp) en el que terminé de dejarme las fuerzas escasas que me
quedaban para afrontar los últimos kilómetros hasta el pueblo en simpático
homenaje a the walking dead.
Avituallándose con botellines al modo CxC |
Al llegar, mis dos enanos, esos cachos de carne que me
alegran y complican la vida, me dieron la mano y me llevaron a
esprint hasta la meta. 2:50 y poco que al fin y al cabo no está tan mal.
Unos seis minutos antes habían pasado Guti y Miguel y por
detrás llegarían al rato Ramón, Luis y los aledaños cada cual
con sus sensaciones, todos enteros y felices.
Después cervezas a mansalva, entrega de premios, migas, un café y para casa 24 kilómetros más felices, más viejetes, más
fuertes... Con un día menos para la Quixote Lengend esa que me quita el sueño.
Porteriormente me enteré de que CxC había sido quinto por
equipos en lo que posiblemente sea la mayor gesta del club como grupo
en la historia y que todos esperamos no se vaya a superar nunca. ¿Quiere esto decir que CorriendoporelCampo, este
simulacro de club, esta panda de corremontes es mejor que alguién? En
absoluto. No se engañen. Si algún equipo fue puntualmente peor que
nosotros en la Mineros sin duda se debe a algún problema de índole
superior y no a que nosotros seamos menos lamentables que antaño.
Abilio y Quique en un acto de amor |
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