6 may 2014

II MINEROS TRAIL

Un día el Abilio pensó: “¡Rediós, menudos cachos de montes tengo en derredor de mi pueblo”. A lo que siguió un: “¿A que monto una carrera? ¿A que la monto?”. Y la montó. Lo que no podía siquiera imaginar el lebrel era que aquello que denominó MINEROS TRAIL fuera a convertirse en un sitio de peregrinación de la familia CxC.
CxC y allegados
El pasado domingo se celebró la segunda edición y no podía faltar la presencia de las huestes “ceporceses”. Como además hacía calorcito y después del carrerismo había migas se apuntaron también las respectivas contrarias con los mochuelos dispuestos a rematar lo que no pudieran ensilarse los padres. 

La carrera es preciosa. Mu japuta, pero preciosa. Son 24 kilómetros con 1.200 metros de desnivel positivo (que se me hace mucho, pero me lo chivó ayer en el cole Javi, el bombero, que tiene un reloj de esos con altímetro, velocímetro y cosas tecnológicas).

El que suscribe -el nieto de la Lola- se presentó en unas calamitosas condiciones, después de dos semanas con una infección de garganta que me dejó las tragaderas en carne viva, el estómago sin retención por los antibióticos y las fuerzas inexistentes. Los demás ceporceses estaban como siempre, como bestias de la naturaleza que son. Este último comentario no tiene que ser necesariamente bueno, ni malo. Allá cada cuerpa. 

Nada más salir, los tres toretes de turno -Quique, Miguel y Guti- y el señor JAN (José Antonio para los amigos) salieron a escape. Y eso que a Guti se le salía un huevo por unos pantalones que se puso que le van a costar un expediente disciplinario, no solo por las hechuras sino por lo dispar del colorido, sin contar con el poco recato de ir enseñando el GARMIN a cada paso. 
Quique, Miguel, José Antonio y Guti. 
El caso es que servidor de ustedes se lanzó con los tres a medirse con un cuestón de proporciones pornográficas de lo largo, empinado y duro. Craso error. Las fuerzas me abandonaron y con ellas los tres fieras del club que ni miraron para atrás por si me hubiera dado una alferecía del calor que hacía. Así que me quedé solito entre desconocidos trailruners. Por detrás debían venir el presidente, el lidl y algunos aledaños. Mi primera reacción fue pararme, recuperar el hálito y esperar al resto para correr el resto de la Mineros Trail en buena compañía y a un ritmo más tranquilo. Pero la cuerpa me dijo que no, que quería penar. Y yo que tengo menos personalidad que un camarón en tortilla cedí y me puse al ritmo que la cuerpa quiso. Y luego resultó no ser tan malo porque poco a poco fui acercándome a los correcampistas que iban por delante y nadie me echaba mano por detrás (con perdón). Así que dejé de maldecir mi mala forma e intenté disfrutar, algo a lo que nunca debí renunciar. Ahí puedo empezar a comentar el recorrido porque ya no iba cagándome en to. Y la verdad es que es un carrerón. Bonito, bonito. 

Y a la que me metí en un pinar a llanear un ratejo me encontré con los adelantados del club que miraban a Quique con más extrañeza que de costumbre y él, asimismo, mirábase el pie. A poco que hice las preguntas precisas me enteré de que el gran pepino se había chafado un tobillo que le viene dando disgustos de manera reiterativa. Y como voy a ser su co-equipier en el Ultra Trail del Mont Blanc, donde vamos a penar más que el que se tragó las trébedes, mandé al resto a correr como cervatillos y me quedé con él. Charlamos, comprobamos que la mejor opción era que parara y a los dos kilómetros me fui para adelante dispuesto a reencontrarme con el ritmo. El ritmo no lo encontré en parte porque no ando bien de fuerzas, en parte porque me encontré con un cuestón de asombrosas dimensiones. Estaba dos puntos por encima de lamadrequeloparió y solo uno por debajo de yoahínosubo. Después, cresteo realmente bonito en el que fui adelantando gente (se ve que no hacen una criba importante en estas carerras) llegué a un avituallamiento donde, sí, había cerveza. Botellín pal coleto y a correr a la búsqueda de la meta que ya estaba empezando a ponerse terca en llegar.
Avituallándose con botellines al modo CxC 
Antes de verme de morros contra el pueblo me encontré con un gracioso giro a izquierdas y otro cuestón, menos largo que el anterior, pero igualmente (¡cabrón, joputa abiliositecojoteavío!) empinado (cp) en el que terminé de dejarme las fuerzas escasas que me quedaban para afrontar los últimos kilómetros hasta el pueblo en simpático homenaje a the walking dead.

Al llegar, mis dos enanos, esos cachos de carne que me alegran y complican la vida, me dieron la mano y me llevaron a esprint hasta la meta. 2:50 y poco que al fin y al cabo no está tan mal.

Unos seis minutos antes habían pasado Guti y Miguel y por detrás llegarían al rato Ramón, Luis y los aledaños cada cual con sus sensaciones, todos enteros y felices. 

Después cervezas a mansalva, entrega de premios, migas, un café y para casa 24 kilómetros más felices, más viejetes, más fuertes... Con un día menos para la Quixote Lengend esa que me quita el sueño. 

Porteriormente me enteré de que CxC había sido quinto por equipos en lo que posiblemente sea la mayor gesta del club como grupo en la historia y que todos esperamos no se vaya a superar nunca. ¿Quiere esto decir que CorriendoporelCampo, este simulacro de club, esta panda de corremontes es mejor que alguién? En absoluto. No se engañen. Si algún equipo fue puntualmente peor que nosotros en la Mineros sin duda se debe a algún problema de índole superior y no a que nosotros seamos menos lamentables que antaño.

Abilio y Quique en un acto de amor

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