O de cómo nos vimos envueltos en una salida en privación de
sueño y cómo nos desenvolvimos.
sacado de www.fotolog.com |
En CxC estamos acostumbrados a entrenar privados de un
montón de cosas necesarias para la cosa del correr mucho y rápido así que
si además nos privas del sueño somos como un saco de patatas. Y como en
el Ultra Trail del Mont Blanc ese, por lo visto, vamos pasar penurias
importantes también en esa faceta nos hemos puesto tercos con el tema y hemos
decidido probarlo en condiciones llevando nuestras cuerpas más
allá del cansancio normal, hacia el derrumbe total. De modo que aprovechando
que el tito Luis Arribas cumplió recientemente años (¡cómostas
bribón, cómo te me conservas!) decidimos ir a hacerle una visita y, de paso,
echarnos al coleto unas horitas de monte.
Así que el pasado viernes me acosté a las doce de la
noche y me levanté a las dos. ¿A mear? No, de manera definitiva. No sabía si
recenar o desayunar. Con la cuerpa al revés esperé la llegada de
Quique que venía directamente de una cenita en casa de su señora prima (la Merce) sin dormir -con dos cojones-.
Echamos al
coche los apechusques de correr y las bebidas isotónicas necesarias
y pa Madrid.
A eso de las 3:00 AM salimos por la autovía después de
cerciorarnos de que en Ciudad Real, un sábado de madrugada, no se puede echar
gasolina. A la aventura. Llegamos de milagrito a la primera gasolinera
de la autovía después de pasar por cuatro estaciones de servicio
cerradas. Un sustaco.
Sin más cosas destacables que contar llegamos a
Navacerrada donde nos esperaba el señor Arribas. Besos de tornisho, abrazacos,
donut y al campo.
Correr al lado de Spanjaard es un gustazo y ya hacerlo en
su zona de influencia, un lujo. Te va señalando con el dedete, atiborrándote de información sabrosísima sobre el terreno serrano, mechando
el asunto con graciosas anécdotas del estilo “allí se despeñó Genaro
Cifuentes en la primera edición de tal carrera”.
Como quien no quiere la
cosa nos enteramos de dónde nos atajó el tito Iván Palero en el
GTP 110 del año
pasado apareciendo como un ánima en la fuente de la
campana. Y entre chascarrillos y chismes nos merendamos la subida a la
Maliciosa dándonos cuenta de lo lejos que estamos del estado de forma idóneo de
cara al UTMB ese.
Desde allí arriba el paisaje es espectacular y tras
darnos al jamón y al resto de vituallas nos lanzamos a una bajada cuasi
suicida en la que el bueno de Quicorro empezó a dar muestras de que su tobillo
no se ha recuperado todavía.
Ni Arribas ni servidor (el hijo de la
seña Choncha) somos especialistas en bajadas pero le metimos una
minutada al pobre Quique que bajaba como el Langui con ampollas. Abajo nos
contó que le dolía el asunto y acomodamos el ritmo de marcha a su
trantrán para que fuese más seguro y no se jugara el tobillo.
Bajamos hasta
la Pedriza cruzándonos tronchamontistas de vario pelaje y cuando una
senda preciosa nos guiaba hacia el siguiente subidón de la jornada
Quique volviose a torcer el tobillo. 92 kilos de humanidad son muchos y eso
en un tobillo inestable es sinónimo de lesión sino se cura bien.
Así que por una vez -y porque estaba Spanjaard para poner
cordura- hicimos lo debido y dejamos al herido que bajara sólo
hacia Manzanares el Real andandito y nosotros nos fuimos a merendarnos los
20 kilómetros
que nos faltaban hasta los autos para volver luego a por
el lisiado.
Al final Quique se metió unos 22 kilómetros (con
1000 metros de desnivel positivo) penando los diez últimos a base de bien. Menos mal que el paisaje contrarrestaba el dolor.
Arribas y yo nos hicimos unos 30 con 1.400 D+, que no está mal, aunque no
era todo lo que queríamos hacer.
Luego el anfitrión se pagó unos huevos rotos (cuya
denominación exijo que cambien ya que tuvimos que romperlos nosotros) y nos
convidó a ir a su casa a comer. Evidentemente aceptamos y nos
presentamos an ca Teresa a ensilarnos un gazpachito y un estofado absolutamente
geniales en compañía de la familia Arribas al completo con las
Perlembacheres que habíamos llevado nosotros y un vinito acalorante y
delicioso que nos sirvió el padre de familia.
Una comida de esas en las que
uno se siente como en casa a pesar de conocer de dos ratejos a los
convidantes, lo que no impide que se les tenga un cariño especial.
Del viaje de vuelta tras la pertinente ronda de besos,
abrazos y apretones varios, sólo decir que en la M-40 tuve que pedir
educadamente a Quique que me dejara conducir porque el cabrón hacía
hasta el gesto de
subirse la colcha.
Gracias a tal llegamos a la capitaleja manchega con el
trabajo hecho, enteros y privados de sueño. ¡Que por naide pase!
3 comentarios:
Si es que bajais muuu lento. Os atajé con la luz adecuada, poniendo el intermitente y al sonido del ñiiaaaauuuuuuunnnn por la izquierda. Quitando pegatinas que dice aquel.
Qué pena habérmelo perdido, pero claro, yo estaba pasando sueño a lo burro en otro punto del Penínsulo Ibérico.
Y aún sigo con él, con el sueñín, que le llevo pegado al lóbulo frontal del "celebro" desde el viernes por la tarde y aún ando bostezando.
Ay la órdiga que está esta crónica aquí y yo más perdío que modorro...
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