20 oct 2016

PT281+ “ULTRADISTANCIA EN ESTADO PURO”



Resulta difícil escribir sobre algo tan largo y tan duro (con perdón).

Han sido 281 kilómetros recorridos en 65 horas.

Han sido muchas las sensaciones, las imágenes, los sonidos, las emociones que han tenido lugar durante todo ese tiempo, durante todos esos kilómetros.

Es necesario dejarlo reposar para poder apreciarlo en su justa medida. A pesar de ello, la aventura es tan intensa que parece intuirse que, en realidad, cuando pase un año, cuando vuelva a leer estas letras, no veré las cosas como las veo hoy. Quizá solo sea un recuerdo como esos que tenemos de cuando somos muy niños, que no sabemos si recordamos lo que hemos vivido o solo lo que nos han contado otros.

La experiencia solo se vive en primera persona. Es única, irrepetible, inigualable. El resto son “películas”.
De izquierda a derecha: José Luis, Toty, Miguel, Jorge, Quique, Antonio y Manu
¿Por qué hacemos una prueba así? ¿Es necesario hacer esto? ¿Qué se siente cuando terminas?

Estas preguntas solo las hace quién no ha vivido algo parecido. Y quiénes lo hemos vivido no sabemos responder.

Porque sí. Porque te apetece. Porque te hace sentir bien. Porque entre no hacerlo y hacerlo eliges la última opción. Porque quieres saber si puedes. Sin más.

¿Qué vives cuando haces una prueba así? ¿Se sufre tanto? ¿Se disfruta tanto?

Nunca he probado el cuero (salvo en los refuerzos de las zapatillas, zapatos de vestir o cinturones). No me considero masoquista.

Cuando repetimos y queremos más es porque el balance entre lo positivo y lo negativo, el sufrimiento y el disfrute, la alegría y el dolor siempre suele decantarse del lado “bueno”. Si estuviera más tiempo penando que disfrutando, no lo haría. Si el llanto fuera más largo que la risa, no lo haría. Si lo que me llena fuera más pequeño que lo que me vacía, correría otras cosas; o no correría.

En términos generales, particulares, absolutos y relativos, lo he pasado bien.

Aunque es cierto que también hubo momentos duros. Los abandonos del resto de CxCs han sido la parte negativa de la carrera. Jorge solo pudo completar los primeros 35 kilómetros del recorrido. Un accidente de bicicleta solo diez días antes de la prueba en el que rompió el casco con su cabeza (¡Él es así!) le impidieron seguir más allá de la primera “base de vida”. Justo lo que le habían dicho los médicos que debía hacerle parar (dolores de cabeza o vómitos) apareció al poco de empezar a correr. Manu lo dejó en el kilómetro 120 porque “no se encontraba”, no era su día y porque pensó que era mejor no maltratar al cuerpo para, al final, tener que dejarlo más pronto que tarde. Eso fue lo que nos dijo.

Tampoco pudo completar la prueba Antonio, uno de los Zenagas (Corricollano) que se unió a nuestro equipo. Uno de sus peroneos no le dejó seguir y decidió terminar su carrera con Manu, en el Km 120. José Luis –uno de los Quijotes (Ala 14) - que iba en puestos de cabeza, desistió en el kilómetro 140.

De la expedición también terminaron, Toty – el otro Quijote – que siguió después del abandono de José Luis yendo toda la prueba por delante de nosotros; y Javier –el amigo de Manu hasta entonces y nuestro amigo tras unirse a nosotros- que fue nuestro compañero de fatigas desde el kilómetro 120 en adelante.

Resulta muy duro y complicado encontrarte mal – o, simplemente, no encontrarte bien – en el kilómetro 120 y pensar que aún te quedan otros 160 kilómetros por recorrer. Creo que este fue el punto en el que hubo más abandonos.

En estas pruebas la cabeza es fundamental, los trucos mentales, la distracción forzada y, sobre todo, ser positivo para sobreponerte a los malos momentos (que los habrá, seguro).

Miguel, nuestro Miguel –el conseguidor de CxC- mi compañero durante todo el recorrido, ha sido el ejemplo perfecto de ánimo, positivismo y actitud para enfrentar una prueba como ésta.

El año pasado se enfrentó por primera vez a las largas distancias (más de 100 km) en el Gran Trail de Peñalara. Desistió en el kilómetro 80 por su “mala cabeza”. Eso le sirvió –tras analizarlo fría y pausadamente- para aprender. ¡Y vaya si ha aprendido!

Miguel no tardó muchos kilómetros en notar molestias en la zona externa de una de sus rodillas, en la cintilla iliotibial. Quizá fue por llevar en carrera un ritmo más lento del que era habitual en nuestros entrenamientos. Sin embargo, desde el primer momento pensó –y verbalizó hasta el final- que ello no podría con él. El dolor es subjetivo. No sé cuánto le dolía, pero él mantuvo a raya ese dolor, diciéndole –y diciéndome- que no podría retirarle. Después comenzaron las ampollas. Al principio me dijo que tenía los pies bastante mal, comparándolos con la carne de un cocido a medio hacer. Al verlo se me borró la sonrisa producida por el símil culinario. ¡Daban miedo! Las ampollas de unos dedos se montaban sobre los otros. Tenía algunas que le nacían de debajo de las uñas y éstas se habían desplazado como si flotaran sobre aquel líquido atrapado en aquellas burbujas de piel. ¡Un horror! Y, sin embargo, a Miguel solo se le ocurrió decir que ya no podría correr mucho, pero que podría andar muy rápido. Y eso hizo. Avanzar lo más rápido que podía. Menos mal que su pasado montañero y sus largas y delgadas piernas le permitían alcanzar un ritmo casi más alto que el que llevábamos muchos corriendo. Y así avanzamos muchos, muchos kilómetros. Yo corría todo el tiempo que podía (a mí los pies me dolían al andar, pero no al correr) adelantando a Miguel hasta que volvía a caminar lo suficiente para que él me cogiera. Otras veces yo me quedaba atrás caminando y después le alcanzaba volviendo a correr. Ni una mala cara, ni una queja, ni un lamento. Solo buen ánimo. Solo pensamientos positivos. A partir de hoy, Miguel para mí es TERMINATOR. Si logró terminar esto con los pies así, es capaz de terminarse el mundo a pie.

Eso es la ultradistancia: El ánimo, la cabeza, la predisposición, la confianza en uno mismo, relativizar, pensar en positivo… Siempre hay momentos malos (casi siempre varias veces) pero éstos siempre pasan; más tarde o más temprano pasan. El cuerpo es sorprendente. La cabeza más.

Otra cosa son las lesiones o los dolores impeditivos. Cuando no se puede, no se puede. Pero hasta de eso hay que estar seguro. Por eso, la experiencia también juega un papel fundamental en la ultradistancia. Hay que haberlo pasado mal y haberte repuesto para saber que eso es posible, para poder diferencia un dolor de una lesión, un contratiempo de un impedimento. Por eso también digo siempre que la ultradistancia es vida. ¿En qué se diferencian en realidad una y otra? Al final lo veremos…

Y así, como podía cada uno (yo trotando, Miguel andando a un ritmo vertiginoso y Javier luchando contra su falta de sueño en relación con nosotros por haber llevado una marchita menos durante los primeros 120 kilómetros) avanzábamos y avanzábamos.

Y por el camino nos encontrábamos con otros corredores que, por compartir mucho tiempo y mucha distancia con ellos, parecen una vez terminada la carrera parte de ella y, además, parte de ti.

Aprendimos muchas cosas de nuestros -ya- amigos portugueses, Pedro Batista y Rui Pinho.
Con nuestros amigos: Pedro (al lado de Miguel) y Rui (a mi lado)
PEDRO BATISTA, un piloto aéreo duro e inteligente nos guío durante muchos kilómetros ya que conocía la zona al haber hecho el año pasado 240 kilómetros de los 281 que tenía la prueba. En aquella ocasión tuvo que abandonar y este año se notaba desde el principio (cuando lo alcanzamos en el km. 80) que esta vez no se le escaparía.

RUI PINHO, el presidente de Asociación de Trail Running de Portugal (ATRP – Associaçao Trail Running Portugal), también compartió con nosotros muchos kilómetros, muchas risas, muchos “chascarrillos” portugueses y españoles… y mucho sueño. Fue él el que se empeñó en “resetear” la cabeza durante la última noche –cuando Miguel veía alucinaciones por todos lados- durmiendo primero quince minutos de reloj en una cuneta y, después, cinco “deliciosos” minutos en un banco de una aldea completamente dormida.

También nos reímos mucho con el humor y las bromas de FILIPE CONCEIÇÃO en sus idas y venidas al grupo, como si no le costara ir más lento o más rápido, como si fuera sobrado de fuerzas en todo momento. Después, además, hemos descubierto que es un auténtico artista. Pinta retratos como nadie.
El simpático Filipe
Hemos aprendido humildad de LÉONIE VAN DEN HAAK, una corredora Holandesa que decía que solo quería ser finisher para, al final, terminar sexta de la general, como quien no quiere la cosa. Una atleta ganadora en numerosas pruebas de ultradistancia internacional y, además, en humildad.
Léonie llegando a meta 6ª de la general
Conocimos a un ejemplo mundial de motivación en el brasileño VLADMI VIRGILIO, un atleta invidente desde hace 12 años que corrió con nosotros tratando de establecer un record mundial en sus condiciones. Al final no pudo conseguirlo, pero estamos seguros de que lo conseguirá, como ha conseguido hacer en dos ocasiones los 250 km por el desierto de Atacama (Atacama Crossing), recorrer el del Sahara o el del Gobi u obtener el reconocimiento y admiración del resto llevándole a ser este año uno de los portadores de la Antorcha Olímpica de los Juegos de Río. Hace lo que hace para ayudar a otras personas con su ejemplo, para que “vean que los problemas que tienen no son tan grandes”. Gente así logra ponerte los pies en el suelo, quitarte la tontería.
Vladmi Virgilio antes de la salida
Tampoco faltaron al PT281+ magníficos corredores solidarios como LEVI RIZK que dentro de su proyecto solidario RUN FOR HOPE pretende recorrer 3.000 millas en 100 días por Estados Unidos recaudando fondos para comprar dos autobuses-clínica para poder atender a los niños en África. O como CONS MOLEDO, el subcampeón de la prueba, un pontevedrés que corría para ayudar y tratar de hacer más visibles a los enfermos de ELA.
Levi en el km. 80
Cons Moledo
Y, cómo no, también nos contagiamos de la alegría, las ganas de vivir, la ilusión y la jovialidad de la participante más veterana de todos, ANALICE SILVA, una brasileña de 72 años (¡¡¡72 años!!!) que tuvo que retirarse porque no se “hizo” con el GPS, al no existir ni una sola baliza en todo el recorrido, pero que ha demostrado que aunque no se “lleva bien” con las tecnologías es una auténtica experta en correr y en vivir la vida intensamente.
Analice con nuestro Antonio, los veteranos de la prueba.

La carrera: 281 kilómetros dan para mucho.
 
Antes de salir
Quizá sea un rollo contaros qué vivimos en cada momento o en cada lugar.

Quizá se nos mezclen los recuerdos de tantas y tantas horas, tantos pasos, tantas piedras, tanto polvo, tanto calor…

281 kilómetros en semi-autosuficiencia son muchos kilómetros. Solo 7 bases de vida nos garantizaban el avituallamiento sólido y líquido necesario, el sitio para poder descansar un poco, para distraer la cabeza con los voluntarios y los organizadores, para repasar la estrategia, cambiar de ropa o, como Miguel, para dejarse curar los malheridos pies por las mágicas manos de Mónica.


De Belmonte (SALIDA, km 0) a Sabugal (km 35)

            Al principio de una carrera así, todo son risas, risas de alegría, de expectación, de nervios. Todos mirábamos nuestro GPS sin saber muy bien si aquel aparato nos guiaría durante 281 km.
 
El lío de los GPS antes de salir
            Salimos con un ritmo tranquilo, pero alegre.

            Pronto vimos que Jorge no estaba bien. Primer momento complicado.

            Empezamos a conocer a otros corredores. Portugueses, brasileños…

            Miguel y yo vamos por delante, junto con Jorge y Antonio. Manu y Javier un poco más atrás. Los colores amarillos y ocres de los últimos rayos de sol dejan paso a la penumbra.
Justo al entrar en el primer avituallamiento
            Primer avituallamiento. Jorge se queda. La cabeza le duele una barbaridad y solo tiene ganas de vomitar. La organización le retira el dorsal y llama para que lo lleven a urgencias. Nuestras buenas sensaciones se truncan al perder a Jorge. Tenemos que salir sin saber qué pasa. Antonio, prefiere quedarse con Manu y Javier que van un pelín más lentos.

De Sabugal (km 35) a Penamacor (km 80)

            Miguel y yo salimos más rápido. Notamos frío al arrancar, pero estamos muy bien físicamente. Sin embargo, no hablamos. Y cada vez que abrimos la boca es para nombrar a Jorge. ¿Qué pasará? ¿Qué le habrán dicho? ¿Estará bien? La organización nos dijo que nos dirían algo en cuanto lo supieran. Es de noche y vamos solos.

            La luna es espectacular. Vemos algunas luces delante de vez en cuando, pero van al mismo ritmo que nosotros. Vemos agua a nuestra derecha durante mucho tiempo. Es un embalse o un río. Superamos a algún corredor que comienza a sentir el cansancio

            Miguel comienza a tener mucho sueño. Solo llevamos unas horas, pero tiene mucho sueño. En alguna ocasión hace “eses” sin darse cuenta. Se duerme. En ese momento nos alcanza un todo-terreno de la organización para decirnos que Jorge está ya durmiendo en el hotel y que se encuentra bien. Las buenas noticias y la claridad intuyéndose en el horizonte nos pone las pilas. Miguel recobra la energía de forma súbita y comienza a ir más deprisa. Antes de llegar a Penamacor alcanzamos a Pedro Batista y otros que van un pelín más lentos. Vemos Penamacor, el km 80. Allí rellenamos nuestras reservas de agua y comemos tranquilamente todo lo que nos apetece.

 

Llegamos al km 80

Estamos muy bien
Rui y Miguel reponen fuerzas
De Penamacor (km 80) a Penha García (km 120)

            Salimos totalmente recuperados, pero pronto comenzará a subir la temperatura. El día se prevé caluroso. El agua se calienta mucho y muy pronto. Seguimos corriendo por paisajes monótonos. A lo lejos, muy lejos, se ve una población en la falda de una montaña. Es Monsanto, allí vamos. Miguel comienza a sufrir por las ampollas y por la cintilla. Paramos en una casa para ver si nos dan agua fresca. Sus dueños tienen familia en Valverde, un anejo de Ciudad Real. ¡Qué casualidad! El agua fresca nos sienta de maravilla. Llegamos al pie de la montaña para subir al castillo. Una señora nos ofrece agua fresca e higos con pan. Son miel pura. Noto cómo hacen efecto y Miguel me pide que suba a mi ritmo. Voy más deprisa que él. Hago la subida por una senda entre roca de granito que, al tocarla, quema. Llego arriba en un periquete, pero me pierdo. Encuentro unos lavabos públicos y me refresco. Aprovecho para vaciar el cuerpo. Cuando vuelvo al recorrido encuentro a  Miguel. Tiene mala cara y dice que no puede más, que le duele mucho la rodilla. Me obliga a dejarle. Uno de los corredores que se había retirado está siguiendo la carrera y le da un antiinflamatorio. Ésta algo nervioso y bastante preocupado. Quiere que le deje solo, que me vaya hacia adelante a mi ritmo. Ante su insistencia, le hago caso. Sé que quedan unos 10 km para llegar a la siguiente base de vida. Creo que es bueno que pueda pensar solo, que pueda medirse. Yo –en cualquier caso- le esperaría en Penha García. Allí podría comer, beber, descansar y hacer balance.

            Al llegar al avituallamiento me encuentro con José Luis y Toty. Como, bebo y, al poco llega Miguel. Se ha repuesto al poco de tomar el antiinflamatorio y ha empezado a aumentar el ritmo para cogerme, pero se ha perdido justo antes de llegar al pueblo. Comerá, beberá, descansará y nos iremos juntos otra vez. El durmió alrededor de una hora y media. Yo algo menos por ver los mensajes de todos al encender el móvil. Manu, Antonio y Javi han llegado. Los dos primeros se retirarán allí. Javi dudará un momento, pero nos pide un rato para poder venirse con nosotros. Al poco, salimos los tres juntos.
Antonio y Manu llamando para decir que abandonan. Aún no saben por qué.
De Penha García (km 120) a Idanha a Nova (km 154)

            Hace calor, pero hemos preferido salir para no andar tan justos con los tiempos de corte. Si tenemos tiempo después, volveremos a descansar, incluso dormir en la siguiente base de vida. Solo son 34 kilómetros los que nos separan de ella, pero se hacen muy largos, muy monótonos. Al caer la noche, todo es igual, siempre es igual. Vamos en ritmos parecidos a los de otros corredores. Nos adelantan y adelantamos. Pasamos por un monasterio, pero no hay ni un grifo de agua. Sigue haciendo calor aunque es de noche. Al ver las luces de Idanha a Nova nos alegramos y aumentamos el ritmo. La zancada es larga, bastante larga, aprovechamos el desnivel negativo, pero la carretera nunca acaba. Finalmente llegamos al castillo (siempre hay que llegar a todos los castillos) después de una larga y empinada (con perdón) subida.
 
Con la boca llena
Tenemos hambre, sed y sueño. Trataremos de calmar nuestras sensaciones, comiendo, bebiendo y durmiendo algo menos de una hora. Javi dice que se quedará durmiendo algo más de tiempo, ya que él no había dormido nada en Penamacor. 
Durmiendo junto al camión de bomberos, en Idanha a Nova. Miguel está camuflado a mi lado

De Idanha a Nova (km 154) a Lentiscais (km 196)

            Salimos un poco antes que Javi. Al principio notamos fresco, pero pronto entramos en calor, y con éste, llega nuevamente el sueño. En Ladoerio, a los 20 km de haber salido y 22 antes de llegar a la siguiente base de vida tenemos que parar a dormir media hora más. Nos dormimos de pie. Esa media hora de sueño es reparadora y, además, permite a Javi alcanzarnos al haber aumentado éste el ritmo desde que salió. El calor vuelve. 
 
¡Vamos a llegar y lo sabes!

Vamos mucho tiempo al lado de un río. Hay humedad. Comenzamos a subir y bajar. Javi se queda un poco rezagado. Llegamos a Lentiscais. Javier llega al poco de nosotros. Allí comemos muy bien. Yo, dos medios pollos asados (el mío y el de Miguel) y me tomo dos cervezas que me saben a gloria. 
 
Dos cervecitas y un frango grillado (pollo asado) entero en Lentiscais.

Miguel mientras está sentado en un cómodo sofá esperando que le curen los pies. 
 
Miguel esperando su cura de pies

Después él come y Javier y yo descanmos con los pies en alto.

De Lentiscais (196) a Ródão (km 227)

            Ya solo nos queda un tercio de carrera. Hay que soportar el calor. El sol es abrasador ese día. Largos llanos nos esperan. Si pasamos por alguna localidad aprovechamos para recargar agua y si vemos algún bar compramos cocacola y helados para poder resistir. Rui y Pedro también vienen con nosotros y Filipe aparece y  desaparece siempre con una sonrisa o alguna broma. Nos comenta que había estado con Toty y lo imita en un momento en el que, al parecer, no “coordinaba” demasiado. Nos reimos y hacemos un video para enseñárselo luego a Toty. 

Javier no para en alguna ocasión para poder tratar de adelantar para ver si puede descansar luego algo más o para no ir con el “gancho” porque creé (erróneamente) que va peor que nosotros. El tiempo sigue pasando y el calor no remite. Me apetece correr un poco y, al hacerlo, obligo un poco a Miguel a aumentar el ritmo. Me adelanto. Vemos el pueblo. Primero hay que bajar mucho hasta cruzar un río y, después, tenemos que volver a subir hasta llegar a la base de vida de Ródão. Al llegar nos dicen que casi no queda comida, que hay pollo pero que se ha puesto malo del calor. Con la pasta pasa igual. 
 
Pedro, Miguel y Rui recien llegado. Yo estoy en la ducha.

Me doy una ducha nada más llegar. No tengo ni toalla, pero me da igual. No quiero salir de la ducha, pero no podemos perder mucho tiempo. 

Me visto y me cambio de zapatillas por primera vez (Cambio las Sportiva Akasha después de 227 km por las Ultra Raptor). Los demás ya han cambiado más veces. Pruebo el pollo y a mí no me parece que esté malo. Me lo como. Como todo lo que puedo. Me da igual lo que sea. Tenemos que descansar un poco y tratar de dormir. Estamos en la tercera noche. Al final, somos capaces de dormir unos 40 minutos. Parecen suficientes. 
 
Con 40 minutos será suficiente

No podemos esperar más o no pasaremos los cortes.

De Rodao (km 227) a Montes da Senhora (km 259)
            El arranque es duro, muy duro. Nos quedan solo unos 55 kilómetros para terminar, pero a partir de aquí viene la parte más difícil por el terreno y por el desnivel (algo más de 2.000 m D+). Saldremos juntos Pedro, Rui, Miguel, Javi y yo. 

Salimos a por los últimos 55 km y + 2000 m
             Pedro empieza a calcular tiempos. Es posible llegar, pero no podemos parar prácticamente nada.

            Al poco nos metemos en un sendero que se pierde a cada paso hasta el punto de no encontrarlo. Estamos perdidos. Los GPS no son capaces de encontrarlo y resulta difícil guiarte únicamente por una línea imaginaria que no ves. Nos enredamos en la vegetación. La inclinación del terreno tira para atrás y hay que agarrarse para no caerse. Empezamos a sudar. Vamos muy lentos porque damos tres pasos para un lado y tres para otro, hacia adelante y hacia atrás. Hacemos varios intentos cambiando de posición entre nosotros para ver si alguno lo hace mejor. La línea del GPS dice que el camino está más arriba, debemos estar cruzándolo, pero el camino no se ve. No está. Estamos perdidos. Si estamos justos de tiempo, esto no es bueno. Empezamos a subir, a subir y a subir hasta que, por fin, encontramos una senda.

            Ahora tenemos que seguir subiendo. Todo el desnivel se acumula es este tramo de 32 km. El sueño vuelve. Yo subo cortafuegos con los ojos cerrados y los abro cuando las ramas de los pinos golpean mi cara indicándome que me desvío. Avanzamos sin abrir la boca, salvo para resoplar. Miguel no quiere mirar a los lados, porque tiene alucinaciones y ve cosas que no le gustan. Empieza viendo pinos podados de graciosas figuras gigantes y termina asustado viendo figuras menos graciosas.

            Javi tiene una pájara. Le miro a la cara y lo veo pálido y desencajado. Tiene que comer algo rápidamente. Lo hace y poco a poco seguimos subiendo y bajando hasta que vuelven las fuerzas. Javi es un tío duro, muy duro.

            Aumentamos el ritmo hasta que alcanzamos a los demás. Poco antes ni los oíamos.

            Seguimos subiendo y bajando. Javi se va descolgando un poco, pero está ahí detrás, con nosotros.

            El avituallamiento debe estar cerca, pero no llega, dejamos atrás la población donde creíamos que estaba. Hay que seguir subiendo. Llegamos.

            No tenemos tiempo para mucho. Yo quiero sentarme para poder cambiarme la camiseta y ponerme la de CxC para llegar a META. Lo vamos a conseguir, pero Miguel se pone nervioso y me crispa los nervios de tal manera que le ofrezco romperle la cabeza si no se calla. Él se calla y los de la organización acuden a nuestro lado asustados. Nos piden que no nos disgustemos. Yo les digo que no tengo ningún problema, que simplemente le rompería la cabeza a Miguel si no se callaba. Él vuelve a mirarme con cara de “noabrolabocamás”. Es el único momento de tensión en toda la carrera entre los dos. Él cree que no llegamos. Yo estoy seguro de que entraremos en meta a tiempo.

De Montes da Senhora (km 259) a Proença a Nova (META, km 281+)

Salimos sin acordarnos siquiera de la “controversia” anterior.

Rui y Pedro aumentan un poco el ritmo y se distancian un poco de nosotros. Pedro necesita llegar y no arriesgar ni un ápice.

Javi se queda un poco más atrás.
Javi lucha como un jabato para llegar
Todos queremos terminar y cada uno hace lo que puede.

Miguel y yo seguimos juntos. Los desniveles siguen siendo la tónica general. Ya solo nos queda una media maratón de montaña con 665 metros de desnivel positivo. Está hecho, pero tarda en llegar. No vemos lo que queda y cada vez que miramos el GPS parece que solo se mueve el contador de tiempo y que el de distancia va más despacio de lo normal.

Aquello de ahí tiene que ser PROENÇA A NOVA. ¡¡¡¡Lo es!!!!

Aún tendremos que callejear por el pueblo, seguir subiendo un poco más, hasta llegar a un parque. Se ven banderas amarillas…

Se empiezan a oír voces de ánimo. Voces y gritos de niños, de nuestros niños.
 
Recta de meta

Vemos la meta y las caras sonrientes de los nuestros. Mónica y Marisol salen a nuestro encuentro. Los niños corren a nuestro lado.

Manu y Anne están esperando con una sonrisa de oreja a oreja, como son ellos. 

Alicia también nos recibe y espera a Javi que viene por detrás. También llegará a tiempo.

Toty ya tiene una cerveza en la mano y Cecilia nos hace fotos desde que entramos en la plaza.

Ya no hay cansancio. Ya no hace calor. Ya no hay ampollas. Ni sueño. Ni dolor. Nada malo hay ya.


Solo queda una gran sonrisa y el alivio -y a la vez la pena- de terminar una prueba inmensa en muchos sentidos. En lo deportivo, en lo humano, en lo íntimo... 

Cuando uno termina una prueba de éstas, parece ser un poco más tierra y menos plástico. Más montaña y menos cemento. Más aire y menos humo.

La ultradistancia es vida   

Orgullosos en meta con nuestras medallas de finishers

En la chuletilla que abajo os muestro y que llevaba todo el tiempo pinchada con el dorsal queda reflejado por dónde pasamos. La hice para engañar al cerebro y pensar que había pequeñas metas en cada aldea, cada población, cada lugar destacable por el que pasábamos. Mi meta no era llegar a la siguiente base de vida, sino alcanzar el próximo punto intermedio en el que solo había unos chalets, un monasterio o una aldea abandonada.



Km entre bases
Km
Km Acumulado
Metros D+
Metros D+
Acumulado
BELMONTE
0
0



Sortelha
35,364
19
19


Urgueira
11
30


SABUGAL
5,5
35,364
914
914
Malcata
45,411
11
46,5


Meimoa
20,5
67


PENAMACOR
14
80,775
952
1866
Aldeia do Bispo
38,677
11 (+1,5)
(+1,5) 92


Aldeia do Joao Pines
2
94


Monsanto
14
108


Devesa
1,5
109,5


PENHA GARCIA
10
119,452
944
2810
Alcafozes
34,787
20,5
140


**(Sant N Sra do Almortao)
7
147


IDANHA A NOVA
7
154,239
768
3578
**(Finca)
42,724
8
162


Ladoeiro
7,5
169,5


**(Chalets)
22,5
192


LENTISCAIS
5
196,963
492
4070
Alfrivida
30,629
7,5
204,5


Vale de Pousadas
6
210,5


Perais
4
214,5


RÓDAO
13
227,592
433
4503
Perdigao
31,801
12
239,5


Ladeira
3
242,5


Foz de Cobrao
6
248,5


Chao do Galego
7,5
256


MONTES
3,5
259,393
1351
5854
Pena de Falcao
21,713
4
263,5


Sobreira Formosa
5
268,5


Figueira
2,5
271


Vale de Urso
4,5
275,5


PROENÇA A NOVA
6
281,106
665
6519


FUERA DE CRÓNICA. OFF DE RECORD.

* Después de todo nuestra aventura en el PT281+, pudimos decansar y disfrutar en compañía de los nuestros gracias a la generosidad de Sila (la madre de Mónica) en un Portugal de verdad, de pueblo pequeño y sencillo. Un Portugal que invita a volver, a recordarlo con la ilusión de revivirlo siempre que se pueda. Desde aquí, gracias a Sila, a Mónica y a su familia por todo ello.