La alarma del móvil acompañada de un zumbido rítmico me avisaba de que en cuarenta y cinco minutos Ramón pasaría con el coche a por mí para irnos a ¡LA INVERNIIIIIZA! (léase en voz alta y arrastrando las vocales)
El día anterior había tocado fiesta con sus cervezas (7 u 8 tercios), su copita (1 gin-tónic), sus refrescos (varios y al final para evitar beber demasiado) y su cena (1, pero grande) en un turco. Lo que suelen recomendar en la revista Runners...
A las 7:40 de la mañana llegábamos a la terminal de autobuses de Príncipe Pío después de dar varias vueltas por las calles, por el parking e, incluso, por el centro comercial cerrado aún al público del que nos tuvo que "rescatar" un guarda-jurado muy amable.
Allí estaban esperando Spanjaard y Manu vestidos de romanos. También estaba nuestro fácilmente convencible Carlos (el alacrán adoptado por CorriendoporelCampo para locuras pedestres varias). Había ido el día anterior para aclimatarse. Al pie del autobús nos reuníamos con Edu (y su plátano), con Miguel (y su perilla) y con Rita (y su sonrisa). Afables, simpáticos y con cara de buena gente. Estarían igual de locos que nosotros, pero no parecían (ni resultaron ser) peligrosos.
En Segovia comenzaba la INVERNIIIIIZA y el DISFRUTE (con mayúsculas).
De izqda a dcha: Miguel, Mercedes (Rita Pels), Ramón, Edu, Carlos, Luis (Spanjaard), Manu y, al otro lado de la cámara, yo |
Como el viaje en autobús duró una hora y pico y las paradas técnicas nos pasaron inadvertidas tuvimos que hacer la propia en mitad del campo segoviano. Había que aligerar peso...
El frío obligó a despojarse de los guantes para poder manejar con precisión |
Desde Segovia comenzaba una ascensión ligera y sin apenas descanso. Pasábamos por paisajes ondulados, suaves, blandos, relajantes... Contemplábamos ruinas de antiguos esquiladeros... Corríamos en contra de las flechas amarillas que marcaban el Camino de Santiago procedente de Madrid... sin prisa, sin pausa...
Campo de runners |
Primera serrezuela y, tras ella, primeros trazos blancos. La nieve hacía acto de presencia a nuestros pies. El suelo empezaba a crujir rompiéndose de frío mientras nosotros abríamos más y más los ojos para no perder detalle de una sierra que se mostraba espléndida. Troncos cortados, comederos de buitres, senderos serpenteantes para remontar antiguos caminos peregrinos, ganaderos y madereros...
¡¡¡Nieve!!! |
Y, de repente, una camino blanco para nosotros solos.
Empezaba el auténtico paisaje INVERNIIIIIZO |
Será la falta de costumbre, será la diferencia con la tierra seca que vemos a diario, será que siempre parece mejor lo que no se tiene, pero desde que empezamos a correr por los nevados caminos nuestros ojos (los de los manchegos) empezaron a brillar. Yo, que además soy un cansino, solo era capaz de decir eso de "¡Qué bonito está el campo!".
Qué envidia tener todo eso al lado de casa. Me acordé de Sergio (MAYAYO) cuando cuenta que corre por estos paisajes a diario. Pensé que el entorno era precioso, impresionante, ideal para correr, para pasear, para pensar, para relajarse, para olvidar, para recordar y desde ese momento me di cuenta de que tenía mucha suerte por estar allí.
Final de la subida a la Fuenfría |
Y así, gracias a esa suerte, a esa sensación, la subida hasta la Fuenfría se hizo llevadera aunque fuese picando sin parar hasta aproximadamente los 1.800 metros de altitud. Llevábamos 20 km, casi 3 horas y casi 1.000 metros de desnivel positivo.
A veces salgo bien... |
Atrás habían quedado Miguel y Rita. Ellos sabía el camino a Cercedilla. Parece mentira que cruzar unas cuantas frases, tener una afición común y compartir unos cuantos kilómetros en autobús y otros al trote hagan que eches de menos a alguien, que mires hacia atrás insistentemente por si te llevas la alegría de verlos aparecer de nuevo en el camino.
El día era frío y allí arriba el viento soplaba con fuerza, tanto que parecía que nevaba cuando los copos se despegaban de las ramas del impresionante bosque de pinos silvestres.
Desde el puerto de la Fuenfría comenzamos a bajar a buen ritmo por la calzada romana (vía romana XXIV de Antonino) hasta las Dehesas de Cercedilla, un descenso suave y divertido por una zona también espectacular.
Nivel de la Calzada Romana |
En ocasiones parábamos a la orden de Spanjaard para que éste nos contase la parte histórica de la ruta (la diferencia entre la calzada romana y la borbónica, los niveles de las mismas, su características...).
Spanjar estira los gemelos en la calzada romana mediante la técnica del tente-tieso |
No solo disfrutamos, por el mismo precio aprendemos. ¿Es una suerte o no?. También correteamos por lo que fueron trincheras en tiempo de guerra
Rodeando por las trincheras |
Así, alegres y ufanos llegamos a Cercedilla con casi 30 kilómetros a las espaldas (y a las piernas) y casi cuatro horas de ruta. Despedimos a Edu y a Manu y nos "regalamos" un café cortado para Luis, unas coca-colas para Carlos y Ramón y un tanque de cerveza con limón para el más "pesado" de los cuatro.
Después hemos sabido que al poco llegaron sanos y salvos Miguel y Rita para contribuir a la salida de la crisis a base de hacer gasto en un restaurante de la zona en el que dieron buena cuenta de proteínas, hidratos y vitaminas (todo isotónico, claro).
Nosotros apenas paramos 15 minutos, lo justo para salir a correr como si imitásemos a Chiquito de la Calzada hasta que el calor en los músculos nos permitiera hacerlo como personas (casi) normales.
No sé de qué se ríen si ya no había cerveza... |
Desde allí volvimos a callejear por Cercedilla hasta salir dirección Este. Dejamos a un lado la localidad de Navacerrada y rodeamos su embalse.
A pesar de que Luis iba como el que pasea por el parque, los tres manchegos le recordamos que había una coseja que podríamos hacer: COMER JAMÓN.
¡Y cómo lo comimos! Antes de terminar una loncha ya estábamos enrollando otra. Parecía que no habíamos comido en un mes. Mientras Carlos, Ramón y yo nos sentábamos en unas escaleras para comer, Luis se quedaba de pie como si no se fiara mucho de nosotros. Debió pensar que le convenía estar preparado para salir corriendo en cualquier momento. No tendríamos reparos en "emplearnos" en sus lomos si no tuviéramos bastante con el gorrino salado.
Repuestas fuerzas, proteínas y sales, dirigimos nuestros pasos hacia Becerril de la Sierra pisando arcén y senda cunetera hasta llegar a Moralzarzal. Allí encontramos a un paisano que nos indicó, más o menos, por donde podríamos encontrar el camino hasta Collado-Villalba no sin antes advertirnos que aquél era un monte RARO.
Tres tipos raros |
No era raro, era bonito. El raro debía ser el paisano.
Seguimos "correteandando" entre pinos, saltando vallas, realizando súbitos aterrizajes forzosos... hasta que después de unos 50 kilómetros y unas 7 horas de marcheta nos encontramos un hospital a medio construir (pagar) con vocación de escaparate de graffitis: el nuevo hospital de Collado-Villalba. Solo quedaba atravesar un parque, callejear un poco y encontrar la estación del cercanías.
Ya en Collado-Villalba |
Misión cumplida y reto conseguido. Carlos había conseguido ser Ultrero. Ramón y yo no morir en el intento y Spanjaard una nueva ruta a sus costillas de experto corredor de fondo.
Todos contentos y hambrientos miramos el horario de trenes, compramos billetes, nos tomamos una tortilla de patatas, compramos refrescos y donettes y nos montamos en el cercanías con las piernas cansadas y el ánimo por las nubes.
Carlos no está borracho, solo está cansado |
Gracias, Luis, por cuidarnos, por mostrarnos el camino, por habernos regalado la ruta, el día y sus recuerdos. ¡Ah! y cuando se nos ocurra crear eso de los "Miembros de Honor de CorriendoporelCampo", recuérdanos que te debemos algo.
Gracias también a Rita, a Miguel, a Edu y a Manu por compartir con nosotros vuestra amabilidad y vuestra experiencia.
¡¡Nos vemos pronto corriendoporelcampo!!