Parece que 10 horas y 33 minutos son casi lo mismo que 10 horas y 53 minutos, que no hay mucha diferencia, solo veinte minutos. Y, sin embargo, ha pasado un año. Y muchas cosas más.
Este año volvía a Chiva para sacarme
la espinita del pasado.
Aquélla vez estaba menos en forma y tenía menos experiencia. Traté de seguir al maestro
Luis Arribas y en los primeros quince kilómetros me encontré con un mazazo en todo lo alto que me dejó "listo" para el resto de la carrera. Este año no me pasaría eso... No. Y, sin embargo, tardé veinte minutos más en completar los casi 64 kilómetros que, finalmente, me salieron de recorrido.
Este año me pasaron otras cosas. Casi todas buenas. Menos una. Así que voy a empezar por la mala y así me la quito antes de en medio y la paso al cajón de "cosas aprendidas que no deben volver a repetirse".
La explicación de esos veinte minutos de más no es otra que la DESHIDRATACIÓN. Sí. Me deshidraté. Así, a lo tonto. Quizá por perderle el respeto a la distancia (sesenta y tantos kilómetros con tres mil metros de desnivel positivo por montaña no son moco de pavo). Quizá por descuidar lo que es obvio (Hay que beber sí o sí). Quizá por ser, en realidad, más tonto de lo que ya parezco (Como pasa con la fealdad, nadie es consciente de su verdadera idiotez). Y, como suele pasarnos a los tontitos, me he dado cuenta tarde, al "visionar" mentalmente la carrera realizada, una vez terminada, en frío, tranquilamente.
Salí pensando en regular el esfuerzo para que no me pasara lo del año anterior. Llevaba la vestimenta adecuada. No tenía ni frío ni calor. Me encontraba fuerte. Este año llevaría bastones para descargar las piernas. Me apetecía correr. Estaba disfrutando. Iba acompañado de mis amigos... Pero se me olvidó beber.
Como siempre, sudé muchísimo desde el primer momento (Ahora recuerdo las gotas de sudor que caían al suelo desde el buff que llevaba debajo del frontal. Una por segundo más o menos). A pesar de ello, no tenía calor (¡Claro! La temperatura al salir era cercana a los 0º). No tenía ni calor, ni sed. Mi cabeza se centraba en disfrutar, al principio con todos los amigos alrededor y, pocos kilómetros después, con Jorge y Miguel Ángel a mi lado. Quizá por eso se me olvidó beber durante el primer tercio de la carrera. Creo que solo bebí un trago de isotónica en el primer avituallamiento y un poco de agua en el segundo. Mucho menos de lo que había perdido y, por tanto, de lo que necesitaba mi cuerpo. Además, los días anteriores a la carrera tampoco había cuidado ese extremo. No estaba bien hidratado. A partir de ahí, las señales eran claras y, sin embargo, mi cabeza las confundió. Nunca me había pasado. Siempre he bebido y comido bien.
Me equivoqué al analizar mis sensaciones.
Confundí la deshidratación con la falta de fuerza. Sentía dolor en los cuádriceps al subir. Eran pinchazos como si se me hubieran roto. No era falta de fuerza.
Confundí el dolor de riñones con el dolor lumbar. Era un dolor interno, pero ¿cómo iban a ser los riñones? Jamás me habían dolido. Creí que me dolían porque no orinaba, porque un poco antes me había aguantado en una senda en la que era imposible parar. Como me dolían más al bajar creí que también podría ser de los impactos, hasta pensé que podía llevar la mochila muy apretada cuando casi no podía respirar del dolor que tenía.
Empecé a beber para poder orinar. Como orinaba poco (y del color del brandy), pensé que el dolor era por eso, porque no había orinado. Justo lo contrario. Me dolían porque no había bebido.
En definitiva, todas las alarmas habían saltado y, sin embargo, yo no me enteraba de nada. A partir del kilómetro 25 empecé a sentir la sed, mucha sed. Necesitaba beber agua, pero no me parecía lógico meterme 2 litros del tirón. Mi cuerpo me pedía agua y yo no le hacía caso. Bueno, mejor dicho, como no pensaba en la deshidratación, no acertaba a solucionar el problema. El que es cerrado, es cerrado... ¿Se puede ser más imbécil? Quizá si me hubiese parado y hubiera empezado a beber, poco a poco, hasta que me hartase, lo hubiera solucionado. Aunque quizá ya era demasiado tarde. Jorge y Miguel me decían que bebiera. Yo les decía que estaba bebiendo, pero bebía poco. Ahora lo veo claro.
A pesar de todo, quizá por mantenerme al límite con lo poco que iba bebiendo fui capaz de aguantar a ráfagas los esfuerzos, de recuperarme mínimamente para poder seguir.
Ahora solo queda aprender la lección y tratar de que no vuelva a pasar. Hay que beber sí o sí. Hay que cuidar la hidratación los días anteriores. Hay que beber aunque no se tenga sed. Vamos, lo que he leído mil veces, he hecho otras mil y, sorprendentemente, se me olvidó hacer. Con las veces que se lo he dicho a Juan Carlos...
De lo otro -de lo bueno y de lo muy bueno- hay mucho, muchísimo más.
ANTES DE LA CARRERA.
Disfrute. Risas. Chascarrillos. Cervezas. Relajación. Amistad.
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7 miembros y un destino (Chiva) |
A las 15:00 salíamos de Ciudad Real 7 miembros (con perdón) de CxC (Luis, Jorge, Ramón, Miguel, Guti, Tomás y yo). Un poco más tarde saldría Juan Carlos, acompañado de Javi Ortiz. Ya en Chiva nos juntaríamos con Manu García (
Manuwar), los Quijotes, sus mujeres (las Dulcineas) y los Fondistas de Miguelturra (Miguel, Ana y Carmen).
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Ramón, yo (como caganer), Luis, Manu, Miguel, Guti, Jorge.
Tomás hacía la foto |
Recogimos los dorsales y fuimos a tomar unas cervezas al "Hogar del Jubilado" de Chiva para después acompañar a José Luis y a Ana a su hotel, "El Canario", donde por un módico precio (10 €) nos dieron muy bien de cenar. Una cena para 17 en la que todos lo pasamos en grande. Después de un paseo cortito por Chiva, volvimos para descansar con nuestros sacos y nuestros aislantes al "Hogar del Jubilado", lugar facilitado por la organización para pernoctar.
Al despertarnos, dimos buena cuenta del pan, del jamón y del queso que llevábamos para desayunar, además del impresionante bizcocho de chocolate que nos hizo Juan Carlos para comenzar el día con mucha, mucha dulzura.
DURANTE LA CARRERA.
Disfrute. Ilusión. Esfuerzo. Amistad. Compañerismo. Solidaridad. Belleza.
La carrera de Chiva es dura y técnica. No es cualquier cosa. No es una carrera de las que se hacen sin más. Pero, sobre todo, es una carrera preciosa. Hay sendas que suben, que bajan, que serpentean, que crestean, que asustan, que embelesan, que te hacen sentir pequeño y, a la vez, grande, inmenso. Las vistas son impresionantes. Desde un lado y desde el otro. Desde lo más alto hasta lo más escondido. Sendas pastoriles, de herradura, con cuerdas para ayudarte a subir o a bajar.
La organización es inmejorable. La señalización perfecta. Los voluntarios entregados y dispuestos a animarte con una sonrisa en los labios. Los avituallamientos completos.
"Mi carrera", a pesar del "problemilla" de la deshidratación, fue magnífica por la compañía. Fui casi todo el tiempo arropado, animado, consolado y entretenido al lado de dos fenómenos: Jorge y Miguel Ángel. Fue un placer correr con ellos. Me ayudaron a terminar, a pasar los malos momentos y a que la carrera fuera, en general, una magnífica experiencia. Y por si eso fuera poco, a diez kilómetros de meta nos encontramos con Guti, el figura de CxC no solo en lo deportivo, sino también en lo humano. Su moderno flequillo, su juvenil aspecto y su simpatía natural son solo una parte del chaval que hemos adoptado como el hermano pequeño de esta familia. Anduvimos y corrimos lo que pudimos en los últimos kilómetros para llegar a la meta después de tanto esfuerzo. Sus lágrimas en los ojos nos emocionaron a más de uno.
Los demás, también hicieron "su carrera". Unos terminaron antes, otros después, algunos llegaron hasta un poco más allá de donde les permitían sus fuerzas, pero todos disfrutaron y sufrieron como suele ser habitual.
DESPUÉS DE LA CARRERA
Disfrute. Emoción. Satisfacción. Amistad. Recuerdos. Descanso.
Cuando terminas una carrera, sientes algo que no es fácil de explicar. O lo has vivido o las palabras no son suficientes. Tienes la satisfacción de haberte esforzado al máximo, con independencia de que hayas podido terminar o no. Las emociones se agolpan en la garganta o en los ojos. Solo piensas en que has terminado, en que ya está hecho. En que has llegado hasta allí.
Nada más llegar nos sentamos en un lugar habilitado por la organización para picar algo. A mí me apetecía un tomate cortado con olivas que había en un plato (era lo único mojado que había de comer allí) y patatas fritas (hidratos y sales). Bueno, eso y que me dieran un masaje tailandés, pero no había nadie haciendo esos masajes por allí. Faltaban por llegar Ramón, Tomás y Manu. Mientras llegaban nosotros nos ducharíamos. Nos encontramos con Luis, Jorge y Miguel. Y nos dijeron algo que no querríamos haber oído. ¡No había agua caliente! Nos estábamos quedando helados y queríamos comer después de ducharnos.
Al oírlo me dirigí a alguien de la organización para preguntar si habría otro sitio donde ducharse con agua caliente. Nos preguntaron que si éramos de lejos. Al oír que éramos los de Ciudad Real que habíamos dormido la noche de antes en el Hogar del Jubiliado reaccionaron rápidamente. - Esperad - nos dijeron. Al momento llegaron con la solución.
- No os preocupéis. En el hotel "El Canario" os dejarán unas habitaciones para que os podáis duchar.
Dicho y hecho. Nos fuimos hacia allá. Nos duchamos. Mientras, Miguel fue a buscar a los demás para que también pudieran ducharse.
Cuando volvieron, traían más noticias. Y muy buenas. Miguel, nuestro comercial -a partir de ahora, "el conseguidor"- hizo que no tuviéramos que ir de nuevo a la carpa de la organización para comer. Había conseguido que ésta nos permitiera canjear el ticket que nos habían dado para comer en el mismo hotel donde nos habían permitido ducharnos. Caldo calentito, un buen plato de macarrones con salsa boloñesa, una cerveza, postre y café. UN ONCE SOBRE DIEZ PARA LA ORGANIZACIÓN.
Aquello nos devolvió a la vida, a las sonrisas, al calor y a la realidad.
Había que volver. Trecientos kilómetros nos separaban de nuestras casas, de nuestras contrarias y de nuestros churumbeles.
Carretera y manta.
Chiva quedará unos días en nuestros cuádriceps y mucho tiempo en nuestras retinas. Ya solo queda rumiar todo un poquito para tener ganas de más.
Y no olvidéis lo de "si bebes no conduzcas, pero si corres... ay, si corres..."