Resulta complicado explicar por qué Juan Carlos y yo acudimos el lunes por la noche a Almagro.
Hace unos días vi en Facebook la convocataria que hacía el Almagro Trotón Club para subir corriendo al Cerro de la Yezosa con la única intención de recordar a su compañera de entrenamientos, Carmen Téllez, recientemente fallecida.
La noticia de su muerte había corrido como la pólvora. Al ver su foto, supe quién era. No pasaba desapercibida. Recordé su alta figura y su melena rubia y abundante. Hasta me parecía recordarla con una sonrisa. La había visto muchas veces corriendo en el Circuito de Carreras Populares de Ciudad Real.
También leí "El Dragón y la Doncella", escrito por Paco Borlado Milla, y se me heló la sangre. El relato era original, cercano y muy emotivo. Contaba la historia de esta atleta popular, su lucha contra la enfermedad, su "escapatoria" en el correr, el amor a sus hijos...
El lunes, 29 de octubre de 2012, hacía un año de su último entrenamiento, un año desde aquella luna llena de otoño. Y ése era el día que sus compañeros querían repetir aquel último entrenamiento por ella, con ella, para ella, como lo habían hecho en otras lunas llenas.
No la conocíamos personalmente, pero queríamos sumarnos a la iniciativa del Almagro Trotón Club.
Preparándonos para salir |
La noche era fría y húmeda cuando salimos del pabellón municipal, sede del Club. Sin embargo, rápidamente entramos en calor al empezar a trotar. Se hablaba de Carmen. Se contaba cómo era, qué hacía, cómo entrenaba. Alguien nos contaba que había tenido la suerte de poder pasar junto a ella parte de sus últimos días. Nos dijeron que dejó dicho que no se hablara de ella en pasado, que se hablara en presente. Y bien presente que estaba... Fueron unos seis kilómetros de charla por caminos recorridos muchas veces por Carmen. Después se unieron algunos más para comenzar los dos kilómetros de subida al punto más alto, a la antena, al dragón. Las respiraciones se hicieron más sonoras, más rítmicas, más difíciles. Las piernas nos respondían a la perfección y en un momento llegamos a lo más alto, en la primera línea. Allí estaban la familia y más amigos. Esperamos a que llegasen todos los que venían corriendo.
Nos acercamos a un monolito traído para ella y escuchamos la locución de "El Dragón y la Doncella" adornada con una base musical inmejorable. La luna llena, los atletas, los amigos, los familiares, los hermanos, los padres, "el Dragón" y "la Doncella". No la conocíamos, pero se notaba que ella estaba allí, en ellos. Y ellos en ella.
"¿No sería un orgullo para ellos [sus tres hijos] que cuando miraran desde el pueblo a mi cumbre pudieran decir... aquello es el alto Carmen Téllez... y ella era mi madre, mi bendita madre." Al oír aquellas palabras del relato un escalofrío me recorrió la espalda.
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De www.almagro.es |
Después habló su hermano en nombre de la familia y nos contó cosas muy sencillas que les había enseñado Carmen: "Lo importante es despertarse cada día y sentirse vivo, sano". "Abrazaos, besaos, decíos que os queréis"
Finalmente se descubrió una placa conmemorativa.
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De www.almagro.es |
Nosotros solo éramos espectadores, respetuosos espectadores, quizá extraños, conmovidos, emocionados, traspasados por el momento.
Ya solo quedaba volver, en silencio, recordando las palabras que habíamos oído. Tardamos en reaccionar. Solo corríamos. Un pie delante del otro, sin cansarnos, sin sentir.
En poco tiempo bajamos el cerro, desandamos los caminos y regresamos al punto de partida. Allí nos acogieron los del club, nos ofrecieron resguardo, bebida, queso, frutos secos... Como si fuéramos del grupo.
Quizá esto también sean cosas del correr. Correr casi 17 kilómetros para recordar.
No sabemos muy bien por qué fuimos. Lo que sí sabemos es que nos alegramos mucho de haberlo hecho.